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'La última gran estafa' también para los espectadores
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'La última gran estafa' también para los espectadores

En Hollywood, gustan mucho las historias sobre Hollywood. En ninguna de ellas, esta película merecería un lugar destacado

Foto: Robert De Niro protagoniza 'La última gran estafa'. (Vértice)
Robert De Niro protagoniza 'La última gran estafa'. (Vértice)

En Hollywood, está claro, gustan mucho las historias sobre Hollywood. Les encanta hacer películas sobre el proceso mismo de hacer películas —ficciones como ‘Cantando bajo la lluvia’ o la reciente ‘Mank’—, comedias sobre actores en decadencia —'The Artist', ‘Érase una vez... en Hollywood’—, películas sobre el poder del cine para salvar a la gente —'Argo'— y sátiras sobre el lado oscuro de la industria como 'Barton Fink' o decenas de otros títulos. Sobre el papel, ‘La última gran estafa’ podría inscribirse en cualquiera de esas cuatro categorías. En ninguna de ellas, eso sí, merecería un lugar destacado.

Su peripecia argumental arranca cuando Max Barber (Robert De Niro) y su sobrino Walter Creason (Zach Braff), dos productores no precisamente exitosos, contemplan cómo su nueva película —titulada ‘Monjas asesinas’— se convierte en blanco de las protestas de la Iglesia católica. Para hacerla, Walter pidió prestados 350.000 dólares al mafioso local Reggie Fontaine (Morgan Freeman), ahora comprensiblemente preocupado por si va a poder recuperar su inversión, y por tanto tiene un problema. Para ocuparse de él, el joven productor cree dar con la solución: para su nueva película, contratarán al actor Duke Montana (Tommy Lee Jones) —en su día, una estrella del cine de acción y hoy al borde del suicidio— y lo asegurarán por varios millones de dólares; y cuando Duke sufra un desafortunado accidente durante el rodaje, Max y Walter usarán el dinero para pagar su deuda. Desafortunadamente para ellos, el viejo intérprete resulta ser mucho más difícil de matar de lo que parece.

'La última gran estafa' funciona como un muestrario de citas de un sinfín de otras películas, casi todas ellas mejores

Oficialmente, ‘La última gran estafa’ es un 'remake' de la comedia ‘The Comeback Trail’, rodada por el director de culto Harry Hurwitz en 1974 y estrenada en 1982 —es una larga historia—, pero en realidad funciona como un muestrario de citas de un sinfín de otras películas, casi todas ellas mejores. Sin ir más lejos, de hecho, el propio De Niro cuenta con varias de ellas en su filmografía; tanto en ‘Cortina de humo’ primero como en ‘Showtime’ después y en ‘Algo pasa en Hollwood’ más tarde, el actor ya desplegó su catálogo personal de tics gestuales para hacer burla de la fábrica de sueños. En todo caso, las ficciones a las que ‘La última gran estafa’ recuerda de forma más intensa son otras dos. La peripecia argumental que propone es una combinación de la de ‘Cómo conquistar Hollywood’ y la de ‘Los productores’, aunque carece tanto del tipo de diálogos afilados que daban lustre al primero de esos títulos como de la eficacia cómica del segundo; de hecho, incluye apenas un puñado de momentos razonablemente graciosos, y para descubrirlos ni siquiera hace falta verla entera porque aparecen casi todos compilados en su tráiler. Sea como sea, la nueva película anda tan falta de originalidad que contemplar los primeros minutos de su metraje es suficiente para predecir con bastante acierto qué sucederá durante el resto.

placeholder Escena de 'La última gran estafa'.
Escena de 'La última gran estafa'.


A la sensación de tedio que esa familiaridad provoca en el espectador sin duda contribuye la rotundidad con que el director George Gallo desaprovecha a su lujoso plantel de actores, en buena medida metiéndolos en la piel de personajes caricaturescos con los que resulta prácticamente imposible empatizar. La única excepción en ese sentido la representa Tommy Lee Jones, no solo por la efectiva seriedad con que afronta sus frecuentes momentos de comedia física sino porque, en esas y otras escenas, logra dotar a Duke de verdadera hondura. El viejo ‘cowboy’ ha sido derrotado por años de fracasos, y por reproches que poco a poco han ido consumiéndolo; para él, rodar la nueva película supone un último intento de revivir su carrera y, de algún modo, redimirse.

Si ‘La última gran estafa’ hubiera dado a Jones la posibilidad de explorar más a fondo esa vertiente del personaje, y si al mismo tiempo hubiera dotado a Max de similar complejidad, podría haber funcionado como interesante reflexión sobre las oportunidades perdidas y el paso del tiempo en el seno de una industria dotada de gran potencial para la crueldad. Sin embargo, Gallo —guionista de la saga ‘Dos policías rebeldes’ y director de numerosas películas jamás estrenadas en cines— se muestra interesado exclusivamente en el chiste fácil y pueril, y en reducir la trama a un remedo de las desventuras del Correcaminos y el Coyote; al menos, eso sí, hasta que decide rebozarla de un sentimentalismo que no resulta efectivo más que como negación de cualquier pretensión satírica previa. Como consecuencia, una película sobre los sinsabores que afrontan quienes hacen películas se convierte en una prueba patente de las frustraciones que a veces nos azotan a quienes las vemos.

Foto: Dev Patel es David Copperfield en esta adaptación de Ianucci. (Movistar+)

En Hollywood, está claro, gustan mucho las historias sobre Hollywood. Les encanta hacer películas sobre el proceso mismo de hacer películas —ficciones como ‘Cantando bajo la lluvia’ o la reciente ‘Mank’—, comedias sobre actores en decadencia —'The Artist', ‘Érase una vez... en Hollywood’—, películas sobre el poder del cine para salvar a la gente —'Argo'— y sátiras sobre el lado oscuro de la industria como 'Barton Fink' o decenas de otros títulos. Sobre el papel, ‘La última gran estafa’ podría inscribirse en cualquiera de esas cuatro categorías. En ninguna de ellas, eso sí, merecería un lugar destacado.

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