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Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el caballo
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llega a los cines 'de caballos y de hombres'

Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el caballo

Estreno de la cinta islandesa ganadora del Premio a la Mejor Película de la sección Nuevos Directores del pasado Festival de San Sebastián

En el arranque de De caballos y de hombres, la cámara recorre el lomo, la grupa, la crin de una yegua como si acariciara las diferentes partes de un cuerpo humano. En el primer largometraje de Benedikt Erlingsson, los animales y las personas reciben el mismo tipo de atención. No solo eso. Esta cinta islandesa que ganó el Premio a la Mejor Película de la sección Nuevos Directores del pasado Festival de San Sebastián entrelaza diversas historias, pequeñas narraciones cuasi anecdóticas de conclusión inesperada, para desplegar la interrelación entre bestias y humanos en ese confín de Europa.

En Islandia, tener caballos no es un capricho de las clases más adineradas sino algo común entre buena parte de los ciudadanos, sobre todo en las vastas y despobladas zonas rurales. De caballos y de hombres se sitúa en una de estas comunidades ligadas a su entorno natural y sobre todo a estos animales con quienes se desplazan, trabajan y conviven.

Esta comunión entre hombres y équidos se visualiza a través del primer plano del ojo de un caballo con que arranca cada una de las historias del filme y donde se refleja el protagonista correspondiente. A través de esta imagen especular, Erlingsson liga los destinos de unos y otros. El ceremonioso cortejo entre dos vecinos concluye precipitadamente cuando el semental de la mujer cubre a la yegua de su pretendiente... sin que éste tenga tiempo a bajarse de la montura. A la muerte injusta de un animal sigue el fallecimiento (estúpido) de un hombre. El sacrificio de otro caballo salva la vida a un joven...

En este constante juego de equilibrios, podría parecer por momentos que el director se decanta claramente a favor de los equinos. Mientras los caballos dan muestra de libertad, valentía, decisión y fidelidad, los humanos resultan impulsivos, tozudos, egoístas y esclavos de sus debilidades. Uno de los personajes, bebedor empedernido, monta a un animal para adentrarse en el océano y abordar un carguero donde puede comprar alcohol. Otro se dedica a colocar alambre de espino en senderos de paso que otro vecino no se cansa de arrancar. De caballos y hombres está teñida de un fino humor negro no exento de cierta crueldad a la hora de contemplar la naturaleza humana. Pero Erlingsson no resulta más despiadado de lo necesario con las criaturas de su film y también muestra grandes dosis de comprensión ante sus congéneres.

Formado en el mundo del teatro donde se ha labrado cierto prestigio, Benedikt Erlingsson ha sabido confiar en el poder visual del cine. Parca en diálogos, con la mínima base argumental y dramática, y sin apenas escenas filmadas en interiores, De caballos y de hombres es un potente y sensible retrato colectivo de esta comunidad donde conviven humanos y caballos, y cuya vida cotidiana está intrínsecamente ligada a los ciclos de la naturaleza. El director consigue captar estados de ánimo muy concretos a partir de escasos elementos: la pareja de amantes, por ejemplo, se sabe observada por los reflejos que brillan en las diversas casas de los alrededores, signo de que los vecinos espían con los prismáticos.

Y Erlingsson transmite la conexión con los caballos sin necesidad de elaborar ningún tratado hípico ni recurrir al documental estricto: los filma de manera individualizada y en grupos; en primeros planos y en planos generales; en gestas épicas y en momentos cotidianos; en reposo, al trote y al galope; paciendo, durmiendo, nadando y practicando sexo. No hace falta ser un amante de estos animales para entender por qué los personajes humanos acaban estableciendo unas relaciones tan fuertes con ellos.

Una cinematografía pequeña pero potente

De caballos y hombres está producida por el también director Fridrik Thor Fridriksson, uno de los nombres más representativos de la industria cinematográfica islandesa gracias a títulos como Fiebre helada (1995). A pesar de ser un país con poco más de 300.000 habitantes, Islandia se está haciendo su pequeño hueco en el mapa del cine mundial. Dejando aparte los documentales dedicados a su conocida escena musical, su director más famoso es Baltasar Kórmakur (hijo del pintor barcelonés Baltasar Samper, que emigró a la isla nórdica huyendo de la España franquista), responsable de filmes como 101 Reikivik (2001), protagonizado por Victoria Abril. Kórmakur ya está desarrollando una carrera en Hollywood de la mano de Mark Wahlberg y especializándose en thrillers de acción como Contraband (remake de otra cinta islandesa que él protagonizó) y Two Guns. También inició una carrera internacional Dagur Kari, capaz de emular lo mejor de Jim Jarmusch y Aki Kaurismäki en filmes como Noi Albinoi (2003). Y De caballos y hombres no ha sido la única película islandesa que ha recorrido múltiples festivales esta temporada. Metalhead de Ragnar Bragason se sitúa en un contexto rural parecido para relatar una historia del paso de la adolescencia a la juventud con música black metal sonando de fondo. La cinematografía islandesa no deja de ofrecer pequeñas pero muy interesantes joyas.

En el arranque de De caballos y de hombres, la cámara recorre el lomo, la grupa, la crin de una yegua como si acariciara las diferentes partes de un cuerpo humano. En el primer largometraje de Benedikt Erlingsson, los animales y las personas reciben el mismo tipo de atención. No solo eso. Esta cinta islandesa que ganó el Premio a la Mejor Película de la sección Nuevos Directores del pasado Festival de San Sebastián entrelaza diversas historias, pequeñas narraciones cuasi anecdóticas de conclusión inesperada, para desplegar la interrelación entre bestias y humanos en ese confín de Europa.

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