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Vampiros culturetas contra zombies paletos
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estreNO DE 'SOLO LOS AMANTES SOBREVIVEN'

Vampiros culturetas contra zombies paletos

Jim Jarmusch, uno de los iconos del cine indie americano, estrena su última película. Un filme donde los vampiros son artistas condenados a la soledad

Foto: Fotograma de 'Solo los amantes sobreviven'
Fotograma de 'Solo los amantes sobreviven'

Uno de los personajes secundarios que pueblan Solo los amantes sobreviven, la personal aproximación de Jim Jarmusch al cine de vampiros, es Christopher Marlowe. El escritor británico del siglo XVI aparece como un no muerto que, después de cinco siglos, todavía le guarda rencor a William Shakespeare, ese tipo que alcanzó la gloria eterna gracias a obras escritas originalmente por él.

Marlowe, encarnado por un siempre eficaz John Hurt, ejemplifica la visión sobre los artistas que vierte Jarmusch en la película. Como los vampiros, los artistas “de verdad” son seres condenados por la Historia a vivir al margen de una sociedad que, a pesar de nutrirse de sus creaciones, no sabe reconocerlos en su justa medida.

En su nueva película, el director de Down by law no pretende ni practicar ni renovar el subgénero de cine de vampiros. Lo que le interesa es aprovechar los elementos propios de este imaginario para ilustrar otro linaje, el de los intelectuales malditos. Ambas razas comparten aspectos como la inmortalidad, la decadencia, la nocturnidad, el aislamiento de la sociedad o la adicción a sustancias que les mantienen vivos...

El protagonista del film, Adam (Tom Hiddleston con la apariencia de un aristócrata decadente cuyo estilista se quedó anclado en la época del grunge), permanece recluido en su mansión desconchada de Detroit donde compone música oscura (firmada por SQÜRL) y colecciona guitarras vintage. Vive instalado en el lamento por un mundo mediocre en el que no encuentra su sitio. Su enamorada desde hace siglos, Eve (la siempre luminosa Tilda Swinton) prefiere deambular por Tánger, pero regresa a Estados Unidos ante la clara deriva depresiva (“últimamente solo compongo música funeraria”) que muestra su pareja.

Llena de continuos guiños a personajes y artistas de siglos y disciplinas varias, la película identifica de forma clara a una estirpe de genios creativos que se han visto obligados en diferentes épocas a vivir en los márgenes: de los bohemios y románticos pasando por los vanguardistas y los practicantes de la contracultura. La expresión de la marginalidad de Adam sin embargo adopta un punto claramente reaccionario: el músico siente fobia por todo aquello que tiene que ver con la cultura digital propia del siglo XXI en el que habita. Y se lamenta con un tono típico de quien se cree eternamente incomprendido, una víctima de la estulticia ajena. Para él los humanos son literalmente unos zombies, unos seres sin cerebro que se arrastran por el planeta, incapaces de apreciar y cuidar del arte.

De esta manera, la reflexión en torno a la cultura en Solo los amantes sobreviven, se mueve entre la apuesta clara por un decadentismo actualizado y el chascarillo propio de un rockero veterano, gruñón y nostálgico. Produce cierta lástima ver a Jim Jarmusch, renovador del cine independiente norteamericano de los años ochenta y el tipo más cool que ha protagonizado una portada de revista de cine en las últimas cuatro décadas, expresando su malestar por el maltrato al arte a través de una injustificada hostilidad hacia las nuevas tecnologías y de un rosario de guiños cultos para complacencia del espectador iniciado. La irritante autoindulgencia que muestra el cineasta a través del personaje principal se compensa en parte con la alta dosis de romanticismo que empapa el film, algo insólito en la obra del de Ohio.

La multiculturalidad ha sido siempre uno de los rasgos distintivos de las películas del director de Noche en la tierra, en las que es habitual la convivencia de lenguas, tradiciones musicales o escenarios geográficos bien diversos. Solo los amantes sobreviven tiene lugar entre esa Detroit convertida en el titanic urbano del capitalismo industrial y la lánguida Tánger. Afortunadamente, las localizaciones en el cine de Jarmusch tienen un sentido más allá de su indiscutible fotogenia. La fantasmagórica Detroit deviene el refugio ideal para un vampiro-compositor consciente de la tradición musical de la ciudad. Mientras que Tánger sigue funcionando como un oasis para escritores como Marlowe y letraheridos como Eva.

Ambas ciudades comparten además la cualidad de estar como suspendidas en el tiempo. Desde su primer largometraje, Permanent Vacation, los personajes en el cine de Jarmusch aparecen instalados en la inacción, en un deambular sin objetivo fijo, como si vivieran en esas vacaciones permanentes de las que habla el título. O, como sucede en Dead Man y Ghost Dog, avanzan fatalmente en un camino hacia la muerte.

Los protagonistas de Solo los amantes sobreviven habrían alcanzado este estado ideal: un eterno limbo entre la vida y la muerte donde, más allá de procurarse la sangre necesaria para la supervivencia, pueden pasar todo su tiempo leyendo, escuchando música o realizando paseos nocturnos por las calles semi desiertas de una ciudad. Es en estos escasos momentos en que los personajes viven su amor ajenos a sus circunstancias y a los tics culturetas cuando recuperamos al Jim Jarmusch al que siempre hemos adorado.

Solo los amantes sobreviven

Dirección: Jim Jarmusch

Duración: 123 minutos

Nacionalidad: Reino Unido

Género: Fantástico

Intérpretes:Tilda Swinton, Tom Hiddleston, Mia Wasikowska, John Hurt, Anton Yelchin, Slimane Dazi, Jeffrey Wright

Uno de los personajes secundarios que pueblan Solo los amantes sobreviven, la personal aproximación de Jim Jarmusch al cine de vampiros, es Christopher Marlowe. El escritor británico del siglo XVI aparece como un no muerto que, después de cinco siglos, todavía le guarda rencor a William Shakespeare, ese tipo que alcanzó la gloria eterna gracias a obras escritas originalmente por él.

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