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Terapia de un indio norteamericano
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Terapia de un indio norteamericano

El prestigioso director francés Arnaud Desplechin desembarca en el cine estadounidense de la mano de Benicio del Toro

Foto: Fotograma del filme
Fotograma del filme

La primera incursión del cineasta francés Arnaud Desplechin en el cine estadounidense no podría resultar más curiosa. A partir de una historia real, Jimmy P. despliega las sesiones de terapia a las que se sometió James Picard (Benicio del Toro), un granjero pies negros recién regresado de la Segunda Guerra Mundial, a manos de George Devereux (Mathieu Amalric), un antropólogo de origen europeo experto en los pueblos indígenas de América del Norte y pionero del llamado etnopsicoanálisis.

Picard es un veterano que, tras sus experiencias en el frente, no consigue recobrar la tranquilidad. Sufre cegueras momentáneas, fuertes dolores de cabeza y crisis de angustia. Su hermana, que lo acoge en su granja, lo acompaña al Hospital Winter de Topeka, un centro dedicado a tratar soldados con traumas. Pero allí no son capaces de diagnosticar su enfermedad. Por lo que deciden recurrir a un francés asentado en EEUUy experto en cuestiones indígenas. George Devereux concluye que el problema de Jimmy no es de orden fisiológico sino psiquiátrico y decide psicoanalizarlo.

Jimmy P. se estructura en torno a las conversaciones que mantienen el protagonista y su terapeuta. El diálogo como forma de sanación no es un elemento nuevo en el cine de Arnaud Desplechin, de quien hasta el momento solo se había estrenado en España la anterior Un cuento de Navidad (2008).En su película Rois et reine (2004), por ejemplo, Mathieu Amalric encarnaba a un personaje con diversos problemas psiquiátricos que llevaba cabo una terapia en manos de una doctora de apellido Devereux, en homenaje a la figura histórica que ha acabado protagonizando esta nueva película. El interés por la psiquiatría de Desplechin se ha adueñado de su noveno largometraje, el primero ambientado en EEUU, donde lleva a cabo una reconstrucción del estado de esta rama de la medicina después de la Segunda Guerra Mundial.

El escenario de Jimmy P., el Hospital Winter para veteranos de Topeka (Kansas), fue una institución real impulsada por el doctor Karl Menninger (encarnado aquí por el actor Larry Pine), uno de los principales impulsores del psicoanálisis en suelo norteamericano. El filme apunta, por ejemplo, los problemas que tuvo el propio Devereaux, antropólogo pero no médico, para llevar a cabo sesiones de psicoanálisis sin la aprobación de las colegios profesionales correspondientes.

Esta fidelidad al contexto geográfico e histórico le otorga a Jimmy P. cierto aire de película clásica, como si nos encontráramos ante una producción modesta y en color del Hollywood de la época, que por aquel entonces vivía su propia fiebre psicoanalítica con filmes como Recuerda (Alfred Hitchcok, 1945) o Secreto tras la puerta (Fritz Lang, 1948). Por otro lado, es inevitable conectar la película con Un método peligroso (2011) de David Cronenberg, que también se adentraba en los orígenes del psicoanálisis y se configuraba a partir de las conversaciones entre los tres protagonistas. Que Desplechin haya confiado la banda sonora a Howard Shore, compositor habitual de Cronenberg, resalta todavía más el vínculo entre ambos films, aunque Jimmy P. resulta más discreta y menos retorcida que el filme canadiense.

Los dos protagonistas de Jimmy P. forman parte de pueblos víctimas de un genocidio. Jimmy acaba de luchar en una guerra por el país que exterminó a buena parte de sus antepasados y que lo ha condenado a vivir en una reserva. A lo largo de la película, pone de manifiesto sus recelos ante los blancos, aunque acaba entablando una buena relación con su terapeuta. George Devereux es un judío instalado en América que ha afrancesado su nombre de origen húngaro, György Dobó, y se muestra más bien hermético sobre el destino de su familia en Europa durante la contienda. A la hora de unirlos a través del psicoanálisis, Desplechin pone de manifiesto su individualidad más allá de las culturas a las que pertenecen.

Los traumas que aquejan a Jimmy Picard no son de índole colectivo. El antiguo soldado no siempre se ve capaz de contestar las preguntas de Devereux en relación a las costumbres de su tribu. No tiene claro si algunos de sus comportamientos responden a los comportamiento ancestrales de su pueblo o a su propia actitud. A través de las charlas con su psicoanalista, recupera sus sueños, reflota sus recuerdos reprimidos y afronta aquellas partes de su pasado que había querido olvidar. Ninguno de esos traumas tienen que ver con el hombre blanco. Más bien con las mujeres indias. De esta manera Devereux le ayuda a reconstruir las complejas y frustrantes relaciones que ha mantenido con las féminas, tanto las de su familia (madre, hermana e hija) como con esposas, novias y amantes.

Como menciona el etnopsiquiaonalista al final del filme, Jimmy P. no se centra en un judío que cura a un indio porque alberga sentimientos de culpa, sino que habla de dos hombres de buena voluntad buscando un espacio común donde uno pueda ayudar al otro.

La primera incursión del cineasta francés Arnaud Desplechin en el cine estadounidense no podría resultar más curiosa. A partir de una historia real, Jimmy P. despliega las sesiones de terapia a las que se sometió James Picard (Benicio del Toro), un granjero pies negros recién regresado de la Segunda Guerra Mundial, a manos de George Devereux (Mathieu Amalric), un antropólogo de origen europeo experto en los pueblos indígenas de América del Norte y pionero del llamado etnopsicoanálisis.

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