Dimite el responsable del desastre de los Goya del arte

“Ha fallado mi obstinación”. Miguel Cereceda, profesor de Filosofía del Arte y presidente del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), admite a este periódico que la gala de los premios de arte contemporáneo, celebrados el pasado viernes en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía fue un desastre. Ese es el motivo por el que ha dimitido de su cargo.

“Ha sido una crítica muy destructiva. Ha sido un fin de semana horrible, muy dañino. Lo que se contaba no era falso y parcialmente correcto. He hablado con toda mi junta directiva sobre mi decisión y unos han propuesto dejarlo enfriar, pero mi propio vicepresidente [Daniel Castillejo, director del ARTIUM] ha dicho que la dimisión debía ser inmediata y pública”, detalla Cereceda, máximo responsable de la celebración y organización del evento. Era el punto fuerte de su programa cuando asumió el cargo en el IAC, una de las asociaciones más activas del sector.

Quería darle visibilidad al arte contemporáneo, “sacarlo de los suplementos de cultura”. Como aseguró unos días antes de la gala a El Confidencial, quería copiar el modelo mediático de los Premios Goya de la industria cinematográfica, porque consideraba que había hecho mucho a favor del cine. Buscaba lo mismo. “La visibilidad es lo más urgente del arte contemporáneo. Mi obsesión es llegar a la gente y al público, romper con el círculo elitista. Necesitamos que el arte esté en las televisiones”, decía. Pero una vez pasó la noche y las dos horas y media de la gala el sueño se había convertido en pesadilla.

Aquella fiesta estuvo organizada “por cuatro personas” y el resultado fue que “todo el mundo salió indignado”. “Se ha vivido como una experiencia de lo que no debe ser y debo asumir responsabilidades. Ser presidente del IAC es un sufrimiento. No es algo remunerado, es un compromiso por el que pongo dinero. Y en las últimas semanas ha sido un trabajo ímprobo. La dimisión es casi una liberación”, asegura Cereceda.

Explica que el hecho más positivo de la gala fue contar con el apoyo incondicional del Museo Reina Sofía y de su director Manuel Borja-Villel, quien entregó el premio de honor por su carrera a la galerista Soledad Lorenzo. Sin embargo, hubo fallos estrepitosos. El primero, el guion de Álvaro Forqué. Un ataque a la inteligencia, el decoro y la dignidad. “El error del guión es culpa mía porque no pude revisarlo. Pensé que era un vodevil. Pensé que era un entremés, que no tenía mayor importancia. Pero no tenía posibilidad física de revisarlo, mientras cerraba vuelos, alojamiento, discurso, etc. Se puede hablar de torpeza y asumo las responsabilidades”, explica.