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Una virgen de Semana Santa llamada Michael Jackson
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Una virgen de Semana Santa llamada Michael Jackson

El Festival de Cine Europeo de Sevilla dedica un ciclo a la videoartista María Cañas, icono vanguardista del reciclaje visual en las redes sociales

Foto: María Cañas en el festival de Sevilla
María Cañas en el festival de Sevilla

Si esto fuera un manifiesto, empezaría así: "El cine político será salvaje, caníbal, irreverente, postpop, y humorístico. O no será". Siesto fuera un manifiestoen defensa del cine de María Cañas, diría así: “El cine será porcino, peligroso, y sin límites, o no será.” Y aunque no sea un manifiesto, ver (o deglutir) el cine de María Cañas (Sevilla, 1972), videoartista a la que el Festival de Cine Europeo de Sevilla dedica estos días una retrospectiva (María Cañas. La archivera de Sevilla), es una invitación al exceso, al terrorismo intelectual, a la revuelta, a la diversión como camino de insurgencia. O si no, al menos, de resistencia.

En un año en que el festival inaugura una sección llamada justamente así, Resistencias, dedicada al cine español más incómodo y fuera de norma, reivindica también, y no por azar el trabajo de esta artista inclasificable que lleva años transitando por festivales, centros de arte y museos, incomodando a todos por igual: de los ortodoxos del cine, incapaces de entender su salvajismo aparentemente descontrolado y su irreverencia formal, a los comisarios de museos, que no saben cómo clasificar un trabajo que bebe tanto del apropiacionismo o el ready-made como del cine de montaje, la televisión y la cultura de masas.

Incomodando también a una sociedad biempensante que, en muchos casos, es incapaz de procesar con humor las cornadas audiovisuales, en afortunada expresión de la teórica Elena Oroz, que embiste a los tótems de la cultura patria: iglesia, toros, políticos, remezclándolos con iconos de la cultura pop, en un max mix infernal y caníbal tan excesivo que desborda los límites del propio lenguaje.

"He terminado por inventarme las palabras que definen mi trabajo: Videomaquia, risastencia, o cine porcino, por ejemplo. Soy marciana, postmariana y marrana, porque, como del cerdo, yo aprovecho todo de nuestro imaginario desbordado, del detritus audiovisual que nos rodea", cuenta Cañas.

El discurso de María Cañas es como su cine: un torrente desbordante de citas y energía, una mezcla imposible, paradójica y siempre divertida, de lo que los horteras llaman todavía "alta y baja cultura", que en su cine, como en su torrente vital, conviven con naturalidad en el mismo nivel: "Me gusta acabar con los límites de todo, como decía Wittgenstein sobre los límites del lenguaje: me gusta juntar lo que no se puede juntar, dinamitar topicazos y los géneros, acabar con las etiquetas".

Y así, de Wittgenstein pasa a Michael Jackson, de Nieztche a las cofradías sevillanas, de Martin Luther King a las corridas de toros, en una espiral sin fin: "Me gustaría ser zen, pero no puedo. Y eso que no me caben en la retina más imágenes, me han desbordado los imaginarios bárbaros de internet. Me siento como el hombre de La naranja mecánica al que le ponen palillos en los ojos y no puede dejar de mirar", explica Cañas, autora de cortoscomo Se villana. La Sevilla del diablo.

A la revolución por sevillanas

Practicante de la cultura libre avant la lettre, el trabajo de María Cañas, disponible casi todo de forma gratuita en sus diversos canales sociales en internet,se alimenta de todas esas imágenes que configuran nuestro ecosistema superpoblado e inagotable, inasumible e infinito, para canibalizarlas, reciclarlas, deglutirlas y, como un animal que digiere la comida antes de dársela a sus cachorros, escupirla de nuevo en forma de remezclas salvajes e iconoclastas que retratan con sarcasmo, humor y mala leche un mundo contemporáneo casi apocalíptico y abocado a la autodestrucción: “Yo creo en los animales, en las plantas, en los niños, en los extraterrestres. Pero no soy una misántropa ni una cínica”.

Y así es: ya sea en sus exposiciones, en sus videos, en sus videoinstalaciones, o incluso en sus cuentas de las redes sociales,el trabajo expansivo de María Cañas desborda un humor que solo puede entenderse, y practicarse, desde cierta esperanza nada ingenua, desde cierta confianza, no ciega ni religiosa, en un ser humano, espectador, inteligente, y capaz de reaccionar ante ese toro que le embiste desde la pantalla. Ese torrente de imágenes, que Cañas procesa, trabaja y escupe, lo vuelve a incorporar en idénticos términos, al lugar de donde lo cogió: internet.

"No soy nada pro yanqui, pero tiene narices que yo haya tenido que hacer trabajos que hablan sobre la cultura española usando colecciones libres de derechos de EEUU, porque su ley del fair use permite el empleo de imágenes ajenas para usos artísticos, o de investigación, y sin embargo, nuestra memoria audiovisual, como el NO-DO, está secuestrada, aunque nos pertenece a todos, y no la puedo usar. ¿Porque nuestra memoria histórica no puede ser libre, porque no podemos tomar esas imágenes, de las películas, del cine, de la televisión, y resignificarlas, remezclaras, y crear otras historias a partir de ellas?", se pregunta Cañas.

Ese discurso iconoclasta y barroco, profundamente español y a la vez profundamente universal y posmoderno, capaz de desmontar iconos propios o ajenos, patrios o internacionales, siempre desde la irreverencia y el humor, le ha provocado a su autora problemas de todo tipo: en 1999, con motivo de la exposición La sustancia heredera, en la que animales y virus eran infectados por un espíritu nacional en forma de colores de la bandera Española, Cañas tuvo que enfrentar una denuncia de Falange Española, y hace no tanto tiempo, Facebook desactivó su primera cuenta en la red social por unos comentarios, también iconoclastas, acerca de la religión, que sentaron mal a otros usuarios de la red.

“De la misma forma que existe el porno terrorismo, yo digo que lo mío es videoterrorismo, salvajismo mediático, porque, por ejemplo, en un video le prendo fuego al Gongreso con Martin Luther King gritando por detrás Libertad, libertad. Porque yo hago un trabajo político, pero no panfletario ni proselitista. Me interesa lo polisémico, lo poliédrico, lo caleidoscópico. Mezclar lo popular con lo internacional, Michael Jackson con Camarón, y los dos copulando: porque nuestra revolución será bailando, la revolución será por sevillanas, y la risa es el orgasmo de la inteligencia”.

María Cañas acumula imágenes por terabytes que no dejan sitio a la ropa ("tengo los abrigos en casa de mi madre, porque en el armario solo me caben los discos duros"), y contagia a los espectadores ese fuego que no quema sino que enciende, un cine que roba imágenes para regalarlas de nuevo al mundo, reinventadas, remezcladas, releídas, en una reescritura de aquel viejo dicho de Val del Omar: "Las matemáticas de Dios, quien más da, más tiene". Cañas zanja así la función:"Yo soy como una virgen vestal, de aquellas que eran responsables de cuidar el fuego de los templos. Mi misión es cuidar el fuego interior, y encender la pasión. Como decía David Lynch, y se me ponen los pelos de punta: que el fuego camine con todos”.

Si esto fuera un manifiesto, empezaría así: "El cine político será salvaje, caníbal, irreverente, postpop, y humorístico. O no será". Siesto fuera un manifiestoen defensa del cine de María Cañas, diría así: “El cine será porcino, peligroso, y sin límites, o no será.” Y aunque no sea un manifiesto, ver (o deglutir) el cine de María Cañas (Sevilla, 1972), videoartista a la que el Festival de Cine Europeo de Sevilla dedica estos días una retrospectiva (María Cañas. La archivera de Sevilla), es una invitación al exceso, al terrorismo intelectual, a la revuelta, a la diversión como camino de insurgencia. O si no, al menos, de resistencia.

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