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Liberales en lo sexual, conservadores en lo romántico
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ESTRENO DE 'DOS MÁS DOS', UNA COMEDIA QUE CUESTIONA LAS CONVENCIONES MORALES

Liberales en lo sexual, conservadores en lo romántico

Dos cirujanos amigos –Diego, interpretado por Adrián Suar, y Richard, al que da vida Juan Minujín– reciben un premio y el aplauso de su gremio en el arranque

Dos cirujanos amigos –Diego, interpretado por Adrián Suar, y Richard, al que da vida Juan Minujín– reciben un premio y el aplauso de su gremio en el arranque de Dos más dos, la cinta argentina dirigida por Diego Kaplan que esta semana se estrena en España. Después de la secuencia departen con sus mujeres –Emilia, interpretada por Julieta Díaz, y Betina, Carla Peterson– en un elegante bar de la capital argentina donde suena de fondo jazz y beben champán. Unos, Richard y Betina, aún se desean tras diez años de relación, pero los otros, Diego y Emilia, se quieren pero sin chispa. Poco después sabremos que los primeros son swingers y practican, por tanto, el intercambio de parejas. Y un poco después de eso sabremos que Emilia se ha quedado con la copla y que piensa que quizá, quién sabe, sería una buena idea intentarlo.

En realidad, el intríngulis sexual de Dos más dos es una excusa para ilustrar la relación moral que la clase exitosa, pudiente y ociosa mantiene con su propia condición. ¿Son liberales? ¿Son conservadores? Ni ellos mismos lo saben. Solo saben que viven muy bien, que gozan de éxito social y profesional y de una bonita casa suburbana y que a pesar de todo eso –o quizá por todo eso– se aburren terriblemente.

Al espectador, por el contrario, sí se le revela la condición liberal o conservadora de las dos parejas, que no es más que una y otra a la vez y en capas sucesivas. Diego, Emilia, Richard y Betina son conservadores en lo formal que se acusan entre sí de ser "conservas", de lo que se deduce que se tienen por progresistas. Las renuencias iniciales a participar en el intercambio de parejas, sin embargo, nos devuelve la imagen de unos progresistas a los que puede la inhibición conservadora, y la entrega posterior al experimento sexual, que en el fondo son verdaderos progresistas.

Es más tarde, con el conflicto fundamental del filme y la revelación de Betina en pleno ataque de nervios –"me doy cuenta de que en el fondo soy una conservadora del orto"–, cuando aparece por acumulación la verdadera identidad moral de este cuarteto: la ausencia de identidad. No saben lo que son y, por tanto, no saben a qué asirse cuando necesitan asirse a algo. Se enfrentan a un desafío moral, el del experimento sexual, y todo parece indicar que no lo van a superar. Les enemista en su amistad y les desenamora en sus relaciones. El sexo, que venía a ser un aliciente, un elemento accesorio en sus vidas presuntamente plenas, podría ser al final todo lo que queda entre ellos.

Como suele en el cine argentino, el país acaba siendo el otro gran tema de la película, retratado a través de una clase pudiente y sus contradicciones pamplinosas, dispuesta a acostarse con desconocidos no movida por el deseo o la fantasía sino porque son –tremenda esta afirmación, puesta en boca de Emilia– "gente linda, gente cool". Este tema, que bien podría ser el gran tema de la película en un tópico tan trillado como el de la experimentación sexual, acaba perdido y sin desarrollo poco después de formularse, principalmente porque los personajes –a quienes el guionista quiere mucho, extremo no siempre deseable– son redimidos constantemente.

Quizá por eso, por el empeño que pone el texto porque sus personajes triunfen ante la adversidad, el autor no acaba rematar la historia como debería y la acaba roma en una conclusión pobretona del todo insuficiente teniendo en cuenta el embrollo en el que se mete, que no por recurrente deja de tener enjundia. A diferencia de otras cintas del mismo corte –por comercial y por prudente, el gran antecedente de Dos más dos sería seguramente El otro lado de la cama–, la película argentina opta por un retrato realista del conflicto –en el que brillan particularmente los protagonistas y especialmente Adrián Suar, soberbio en su funambulismo por lo tragicómico– y por recortar la hilaridad hasta el mínimo. Es amena, desde luego, y exacta en su narración, lo que conserva la atención del espectador. Pero se mete en un jardín del que no sabe o –lo que quizá es peor– no quiere salir.

Dos más dos

Director: Diego Kaplan

Reparto: Adrián Suar, Carla Peterson, Juan Minujín, Julieta Díaz.

Nacionalidad: Argentina

Género: Comedia

Duración: 103 minutos.

Dos cirujanos amigos –Diego, interpretado por Adrián Suar, y Richard, al que da vida Juan Minujín– reciben un premio y el aplauso de su gremio en el arranque de Dos más dos, la cinta argentina dirigida por Diego Kaplan que esta semana se estrena en España. Después de la secuencia departen con sus mujeres –Emilia, interpretada por Julieta Díaz, y Betina, Carla Peterson– en un elegante bar de la capital argentina donde suena de fondo jazz y beben champán. Unos, Richard y Betina, aún se desean tras diez años de relación, pero los otros, Diego y Emilia, se quieren pero sin chispa. Poco después sabremos que los primeros son swingers y practican, por tanto, el intercambio de parejas. Y un poco después de eso sabremos que Emilia se ha quedado con la copla y que piensa que quizá, quién sabe, sería una buena idea intentarlo.