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El mejor amigo de la hija de Silvia Plath fue una urraca (y ahora vive con 15 búhos)
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Entrevista

El mejor amigo de la hija de Silvia Plath fue una urraca (y ahora vive con 15 búhos)

Frieda Hughes publica en español 'George', un hermoso libro en el que cuenta su amistad con el pequeño pájaro. Es también un libro sobre la pérdidas y el continuar para adelante

Foto: La escritora Frieda Hughes, hoy en Madrid (CEDIDA POR LA EDITORIAL)
La escritora Frieda Hughes, hoy en Madrid (CEDIDA POR LA EDITORIAL)

Esta es una historia de amor y también de pérdidas. La de una pequeña urraca que después de convertirse en el mejor amigo se marchó volando quién sabe en busca de qué. Y la de unos padres y un hermano que desaparecieron, sobre todo la madre, demasiado pronto. Es lo que recoge el hermoso libro George (Errata Naturae) que ha escrito Frieda Hughes (Londres, 1960), la hija de Silvia Plath y Ted Hugues y la hermana de Nicholas Hughes (quien como la madre, acabaría cometiendo suicidio en 2009). Un libro lleno de cagarrutas de pájaro y de ese amor que solo puede dar un animal y que nunca podremos alcanzar los humanos. Como dice la escritora (y también poeta), que vive ahora mismo en Gales con muchos animales, entre ellos 15 búhos, ellos simplemente no juzgan. Y cuando se van, la vida sigue.

Hughes se cita con el El Confidencial en un hotel de Madrid casi después de bajar del avión. Es una mujer alta, guapa -es obvio que hay buenos genes ahí- y saluda con una sonrisa que mantiene durante toda la entrevista aunque se toquen asuntos tristes. Es la primera vez que está en la ciudad y viene para la presentación de este George que desde las primeras páginas acaricia el corazón.

placeholder 'George', de Frieda Hughes
'George', de Frieda Hughes

Porque es la historia de cómo forjó amistad con ese pequeño pájaro cuando apareció en su jardín de la casa en la que apenas había comenzado a vivir en Gales. En definitiva, la historia de cómo un animal puede colarse profundamente en el alma de las personas. “George se convirtió para mí en algo más que un pájaro, era como un niño pequeño”, cuenta la escritora, quien atravesaba un doloroso momento personal con un matrimonio a punto de saltar por los aires. “El mundo a mi alrededor se estaba desmoronando, pero yo no estaba preocupada porque me estaba focalizando en George. Era mi prioridad porque tenía que ayudarle y cuando empezó a interactuar y a jugar conmigo”... Casi se generó una dependencia emocional “por ambas partes”, puntualiza.

Tras cinco meses de convivencia, George voló y nunca más volvió. La escritora cuenta que fue un golpe enorme, doloroso, que lloró inconsolablemente a pesar de que en el fondo se sentía feliz ya que la otra salida era construirle una jaula, puesto que a su vecina le daba miedo la urraca. “Era lo mejor para él pero fue lo más triste para mí porque era tan atento… Y cuando se fue lo que me recordó fueron todas las pérdidas de mi vida. La pérdida de mi padre, de mi madre… Y en ese tiempo yo no sabía que iba a perder a mi hermano, pero ocurrió poco después… Bueno, esto lo contaré en el próximo libro”, comenta con una ligera risa.

"Cuando George se fue lo que me recordó fueron todas las pérdidas de mi vida. La pérdida de mi padre, de mi madre..."

El “abandono” de George fue catártico. Y también dio lugar a que después de él, mientras su marido también se marchaba, adoptara otros pájaros que se habían accidentado y necesitaban cuidados. Así llegó Oscar, el cuervo que murió al poco tiempo y al que le dedicó un poema, una pata, Arthur, el primer búho… Y así hasta los 15 que hoy pueblan su jardín junto a perros y otros animales. Eso sí, ninguno reemplazó nunca a George y su agilidad mental.

“Los búhos no tienen la misma capacidad mental que tienen las urracas o los cuervos. Son muy silenciosos, perezosos, aprenden las cosas con mucha lentitud. Cuando son pequeños son muy divertidos, son como niños… Y la verdad es que a mí me encanta tenerlos como compañía. Pero sí es que verdad que son más estúpidos en comparación con una urraca o un cuervo”, señala Hughes quien confiesa que, en realidad, su historia con los búhos empezó con la llegada de uno que necesitaba un hogar. “Además, tenía ya una gran pajarera en el jardín por lo que empecé con uno y sin darme cuenta ahora tengo 15”.

La madre más famosa

Por supuesto, en todo esto hay mucho más que una historia de animales. Frieda Hughes es hija de dos de los poetas más conocidos del siglo XX, principalmente su madre, Silvia Plath, de quien a día de hoy se siguen publicando sus poemarios y la novela La campana de cristal y escribiéndose libros sobre su vida y las circunstancias de su suicidio el 11 de febrero de 1963. Sorprendentemente hace ya más de 50 años.

placeholder Frieda con George (CEDIDA POR LA AUTORA)
Frieda con George (CEDIDA POR LA AUTORA)

En el prefacio, Hughes escribe que una de las cosas que más echó de menos tras la muerte de su madre fue un hogar en el que asentarse, ya que su padre se mudaba cada cierto tiempo de aquí para allá. Y uno de sus deseos era tener mascotas que les evitaran cambiar de casa. “Y eso es lo que tengo ahora. Tengo todas las mascotas que no pude tener de niña. Y no me deshago de ellas sino que se mueren de viejas conmigo”, sostiene ufana. Y no le molesta esa crítica que muchas veces se hace sobre amar más a los animales que a los seres humanos. “Es diferente. Yo creo que debemos encontrar nuestro camino en la vida sea como sea y si hay gente que se siente a salvo con los animales, que le dan una especie de seguridad…. pues está muy bien. Cuando yo era pequeña también decía que me sentiría más a salvo con animales, porque no te juzgan, que con seres humanos. Pero también he hecho ya las paces con el ser humano”, manifiesta entre risas.

No ha sido fácil porque las pérdidas han sido duras. Y existen numerosos recuerdos, como los que sigue guardando de su padre, Ted Hughes, fallecido en 1998. “Una de las cosas que mejor recuerdo es su voz y muchos de sus consejos. Él era muy sabio con la gente, se daba cuenta de cómo era la gente enseguida. También recuerdo que se aseguraba de que yo supiera que me quería. Al final de su vida me llamaba para que yo supiera que le quería. Y cuando era joven era muy “educador” . Me enseñó francés, alemán, latín, sobre las amistades… .. aunque él ni sabía que yo era disléxica y yo tampoco! Tenía una personalidad enorme. Recuerdo también su amabilidad. Y le recuerdo sufriendo cuando yo tenía problemas. Yo no quería causarle problemas… pero la vida no es perfecta”, confiesa.

De su madre le sorprende lo famosa que todavía sigue siendo. Y le gusta mucho la admiración que sigue desprendiendo, pero también afirma que hay demasiadas reinterpretaciones de su vida con hechos que nunca ocurrieron. “Tú quieres que admiren la obra de mis padres, pero no saben nada sobre su vida y sus historias, Cuando quieren poseerlos y cambiarlos me encantaría decirles, oye, ¿qué pasaría si fuera tu madre? Imagina que yo escribiera sobre tu madre y escribiera sobre cosas que no hizo o procesos mentales que no tenía porque es mi invención, ¿cómo te sentirías? El problema con mi madre es que la están reinventando todo el rato”, señala con cierta vehemencia en el único momento de la entrevista en el que se pone un poco seria.

"El problema con mi madre es que la están reinventando todo el rato y no saben nada de su vida y los procesos mentales que tuvo"

Pese a que solo tenía tres años de edad, su muerte fue un golpe muy fuerte. Ese que reactivó también de alguna manera el abandono de la urraca George. “Una de las cosas que ocurrió con la muerte de mi madre es que me provocó una sensación de no pertenencia y de pérdida. Eso nunca se ha ido y he tenido que aprender a vivir con ello”, asegura. Hace unos años escribió un poema que hablaba sobre un agujero en forma de madre que nunca se podía llenar, ni con personas, ni con animales ni con cosas. “Tienes que vivir con ese agujero. Es el sitio de dónde yo vengo”, sostiene.

Pero precisamente estas pérdidas -y dos han sido suicidios- le han hecho tirar para adelante. “Tenemos que vivir lo mejor que podamos después de su muerte porque es lo mejor que podemos hacer con nuestra vida. Lo más exitoso y lo más entusiasta es que abracemos la vida. Me siento muy, muy responsable de vivir, y da igual lo feliz o no que me sienta, creéme, que trato de hacerlo lo mejor posible porque alguien tiene que hacerlo y yo soy lo único que tengo. Pienso es que ellos hicieron lo mejor por mí pero es mi responsabilidad abrazar la vida. Hay que vivirla como es, un poco como una montaña rusa, pero no me gustaría cambiarla de ninguna manera”, asegura.

placeholder Otra foto de Hughes con George
Otra foto de Hughes con George

Le quedan sus animales, su pareja actual y sus propios poemas -tiene varios libros no publicados en español- como los que escribe ahora una vez por semana sobre su cotidianidad en The Independent. También un montón de amigos que de vez en cuando le han dicho que han leído sus textos en la prensa. “Aunque no sé quién lee ahora poesía”, afirma riéndose. Los de los libros siempre surgen cuando algo le conmueve profundamente -como la pérdida de uno de sus animales- o cuando hubo una fuerte crisis de gripe aviar.

“Cuando pienso en ese poema lloro. Vi cómo los animales morían y les prendían fuego. Había granjeros que se suicidaron desesperados… Y se lo di a uno y funcionó como catarsis. Había tanto dolor…”, comenta. “Un poema es intentar destilar algo que representa algo mucho mayor. Escribo a mano, lo corrijo, paso a ordenador, corrijo y luego lo leo en voz alta. Porque es totalmente distinto, puedes oír la música o su falta de música, los errores… Si hay ritmo, si no…”. O si se escucha el aleteo de la urraca George.

Esta es una historia de amor y también de pérdidas. La de una pequeña urraca que después de convertirse en el mejor amigo se marchó volando quién sabe en busca de qué. Y la de unos padres y un hermano que desaparecieron, sobre todo la madre, demasiado pronto. Es lo que recoge el hermoso libro George (Errata Naturae) que ha escrito Frieda Hughes (Londres, 1960), la hija de Silvia Plath y Ted Hugues y la hermana de Nicholas Hughes (quien como la madre, acabaría cometiendo suicidio en 2009). Un libro lleno de cagarrutas de pájaro y de ese amor que solo puede dar un animal y que nunca podremos alcanzar los humanos. Como dice la escritora (y también poeta), que vive ahora mismo en Gales con muchos animales, entre ellos 15 búhos, ellos simplemente no juzgan. Y cuando se van, la vida sigue.

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