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Cómo explicar la filosofía de Epicteto y de Locke a un grupo de presos
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Cómo explicar la filosofía de Epicteto y de Locke a un grupo de presos

Andy West tiene un padre, un hermano y un tío en prisión, pero él ha entrado en la cárcel para enseñar filosofía a los reclusos. Lo cuenta en su libro 'La vida en la sombra'

Foto: Dos hombres miran a través de los barrotes de su celda. EFE / Roman Pilipey
Dos hombres miran a través de los barrotes de su celda. EFE / Roman Pilipey

El hombre que tengo a mi lado en el ascensor guarda un asombroso parecido con mi padre, al que hace veinte años que no veo: desde que lo metieron en la cárcel. Es de corta estatura, tiene amarillentas las yemas de los dedos, y la chaqueta le viene tan grande que las mangas le llegan por los nudillos. Ya he visto en ocasiones a otros hombres que se parecían a mi padre cuando iba en el autobús o en el tren, o plantados ante el urinario en los servicios de algún pub. Los he visto en Londres, en Mánchester, en Berlín y en Río de Janeiro.

En el ascensor observo a este hombre y reconozco ese gesto de mandíbula siempre encajada, el resuello enfisémico al respirar. Tiro del puño de la camisa sobre la muñeca para ocultar mi reloj y le pregunto qué hora es. No me responde con acento de Liverpool, así que no es mi padre. Tampoco lo era el hombre de Alemania ni el de Brasil. Subimos otras cinco plantas en silencio. El ascensor se detiene, se abren las puertas y el hombre sale.

Mañana por la mañana voy a entrar por primera vez en una cárcel. Voy a dar clase de filosofía en un centro penitenciario masculino. Hace unos meses escribí un artículo en el Guardian sobre la enseñanza de la filosofía, y allí mencionaba que mi padre, mi hermano y mi tío habían cumplido condena. El mes pasado, un filósofo que se llama Jamie, de una universidad local, me pidió que diera clases con ellos en la cárcel. Supongo que me han invitado a trabajar en el proyecto porque encajaré bien culturalmente, porque tal vez sea capaz de comprender la lógica del recluso de un modo en que no lo haría la mayor parte de los que se ciñen a la letra de sus tratados filosóficos. Desde que Jamie me pidió que trabajara con ellos, le he echado el ojo a un par de botas negras, de esas bien pesadas que te llegan por el tobillo, que hay en el escaparate de una tienda. Estamos en primavera, y tengo la costumbre de ponerme unos zapatos de estilo Oxford, con sus cordones y un cuero suave, con los vaqueros desgastados con el bajo vuelto un par de veces hacia fuera.

Esta tarde he ido a la zapatería. Solo tenían las botas en un cuarenta y cinco; yo calzo un cuarenta y cuatro, pero tampoco es algo que me importe, así que me las he comprado.

Los lápices, los pinceles y cualquier otra cosa con un extremo puntiagudo se guardan bajo llave en armarios bien candados

La mañana siguiente, Jamie y yo ya hemos dispuesto las sillas en un círculo y estamos esperando a nuestros alumnos.

La clase hace también las veces de aula de arte, y es igual que las típicas de mis días de colegio salvo por los barrotes de las ventanas y porque los lápices, los pinceles y cualquier otra cosa con un extremo puntiagudo se guardan bajo llave en armarios bien candados.

Echo un vistazo a las páginas de nuestro plan de clase sobre la teoría de la identidad de Locke. Me imagino a mi padre tratando de entender aquello y tacho párrafos enteros con un bolígrafo rojo.

—Hay que hacer esto accesible — le digo a Jamie—. Va a haber un montón de tíos sin estudios, gente que no terminó el colegio. Mejor no aturullarlos.

Oigo los golpes metálicos de unas puertas pesadas que se abren y el eco de las voces de unos hombres en el pasillo ante el aula. Ya vienen nuestros alumnos. Llevo mis botas nuevas; cómo brillan las puntas, de estreno, como en un primer día de cole.

Un hombre se acerca a la puerta.

—¿Esto es psicología?

Viene con un aliento mañanero y los ojos inyectados en sangre.

—Filosofía — le digo.

Se encoge de hombros, entra y toma asiento.

placeholder Portada de 'La vida en las sombras. Filosofía en la cárcel', de Andy West.
Portada de 'La vida en las sombras. Filosofía en la cárcel', de Andy West.

Llega otro que me estrecha la mano con fuerza suficiente para rompérmela, con la mirada perdida más allá de mi hombro. Luego otro más con la piel cetrina y las encías retraídas. Otro agarrado a una bolsa de plástico con un letrero impreso que dice "Leeds University": está rajada por la junta, pero el tipo sigue llevando en esa bolsa sus libros de la biblioteca. Un hombre de rostro redondeado que tiene un aspecto esquelético en la foto de su tarjeta identificativa.

Voy recorriendo el grupo para presentarme, y los pies me duelen tanto que se me nota en la cara. Las botas me están haciendo una rozadura, siento el pinchazo de las ampollas en los talones. Siguen llegando más hombres, hasta que tenemos doce. Jamie y yo echamos un último vistazo a nuestras notas para la clase de hoy.

—Accesible — vuelvo a decir.

Se sientan en un círculo y les explico el pensamiento de Locke.

—Eso está mal — dice un alumno que se llama Macca.

—¿Perdón? — digo.

—A Locke no le importaba solo la memoria. — Señala mi pizarra blanca—. Más bien la consciencia.

Doce pares de ojos me están mirando. Me acerco a la pizarra blanca, de puntillas para evitar el dolor agudo en los talones, borro la palabra "memoria" y escribo "consciencia". Se echan a reír y cuchichean entre ellos. Intento explicarles las ideas de Locke otra vez y me desplazo únicamente en pasitos muy cortos, con cuidado de no plantar el pie entero en el suelo. Unos minutos después, otro alumno que acaba de sacarse un título a distancia nos cuenta que Rousseau podría estar en desacuerdo con Locke. A los veinte minutos de clase ya nos hemos quedado sin material. Desde el otro extremo del aula, Jamie cruza una mirada conmigo, y entre nosotros resuena el eco silencioso de la palabra "accesible".

Jamie pone a los alumnos a trabajar en grupos reducidos y me sugiere que nos dirijamos hacia la mesa del rincón de la sala para comentarlo. Arranca hacia la mesa y yo voy detrás de él, de puntillas.

*Andy West ha escrito para numerosos medios de comunicación anglosajones. Actualmente trabaja en The Philosophy Foundation, donde compagina la enseñanza de la filosofía en las prisiones con la divulgación de esta materia. ' La vida en la sombra' es su primer libro.

El hombre que tengo a mi lado en el ascensor guarda un asombroso parecido con mi padre, al que hace veinte años que no veo: desde que lo metieron en la cárcel. Es de corta estatura, tiene amarillentas las yemas de los dedos, y la chaqueta le viene tan grande que las mangas le llegan por los nudillos. Ya he visto en ocasiones a otros hombres que se parecían a mi padre cuando iba en el autobús o en el tren, o plantados ante el urinario en los servicios de algún pub. Los he visto en Londres, en Mánchester, en Berlín y en Río de Janeiro.

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