No ardieron sus casas cuando decapitaron a un profesor
Como en los tiempos de la Revolución Francesa, toda Europa debería mirar hoy con atención a lo que pasa en Francia y corregir, a toda prisa, lo que todavía se pueda corregir
Cuando el director de cine Theo Van Gogh fue asesinado por rodar un documental en el que daba voz a Ayaan Hirsi Ali, mujer valiente de origen somalí que se ha convertido en el látigo racional del islamismo en Occidente, hubo miedo de que se produjera una venganza violenta de los nacionalistas blancos contra musulmanes inocentes que habitan en los barrios, y no pasó nada.
Cuando la revista Charlie Hebdó fue acribillada por terroristas islámicos nacidos y criados en Francia, hubo miedo a una reacción violenta y xenófoba de los franceses contra los musulmanes, contra todos los musulmanes, y no ocurrió nada más allá de marchas institucionales y #jesuischarlies y el miedo del derrotado: el miedo a publicar futuras caricaturas del profeta.
Cuando una furgoneta atropelló a todo el que pilló y dejó un reguero de muertos en el suelo de Las Ramblas, en Barcelona, hubo miedo a que se produjera una reacción islamófoba y xenófoba, golpizas en el Raval, ataques en las mezquitas de la ciudad, y no pasó nada: flores en el suelo, catalanes discutiendo entre sí, y actos de acercamiento municipal a la comunidad musulmana.
Y lo mismo cuando decapitaron en plena calle al profesor Samuel Paty por mostrar la caricatura del profeta en el aula cerca de París, y cuando islamistas atacaron una sinagoga y un supermercado kosher en Francia, y cuando explotó el metro de Londres, y cuando comandos de musulmanes nacidos en Bélgica y radicalizados en Siria mataron a más de cien personas en la sala Bataclán y las pacíficas terrazas parisinas, y cuando se produjeron decenas de violaciones por parte de musulmanes en una nochevieja de Alemania, y cada vez que se difunden en redes sociales vídeos de menores de origen marroquí o argelino robando y golpeando en plena calle, y cuando no se especifica la nacionalidad de un grupo de violadores de manada y todo el mundo sabe por qué.
En todos estos casos, la mayor parte gravísimos, hay una constante: no hay respuesta violenta por parte de los atacados. No hay venganza. Sentimientos de odio sí habrá en muchos casos, y están más que justificados, y suelen estar también equivocados, porque el odio ciega, si toman a todos los musulmanes por fundamentalistas. Y cada cual gestionará por dentro como pueda el sentimiento, y podrán votar a partidos que abogan por una imposible expulsión de los moros o por un irrisorio cierre de fronteras, pero el caso es que no se quema una papelera. Y cuando un grupo fascista, supremacista o neonazi ataca una mezquita, entonces la repulsa es casi unánime.
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Lo que nos define es el imperio de la ley. En Europa, en Occidente, esperamos, a veces frustrados, a veces furiosos, a veces con ganas de matar, a que la Justicia haga su trabajo con aquellos que matan o violan. Esperamos a que la policía investigue, detenga; a que el juez separe de la sociedad, como prudencia o como castigo, a los peligrosos. ¿Y vosotros estáis justificando el incendio de Francia porque la policía disparó y mató a un chico de 17 años que se dio a la fuga en un control?
¿Un posible caso de exceso en el uso de la fuerza —y digo "posible" porque no está investigado, y en Europa somos así— es para vosotros detonante suficiente para saqueos, destrucción, incendios y violencia? De entrada, el policía autor del disparo está detenido, y según la prensa está desolado y pide perdón, eso para empezar. Repito que está detenido y pregunto: ¿acaso no veis que los saqueadores, tanto los morenos como los blanquitos de izquierda radical que les aplauden en Twitter, se lo están pasando bomba con su representación? ¿Acaso no oléis el identitarismo y el odio, tanto que habláis de identidad y de odio?
Si justificáis la barbarie como respuesta a la brutalidad puntual, entonces estáis justificando la barbarie en caso de que cualquiera de los actos enumerados más arriba, o todos ellos, hubieran desatado en Europa la purga y la cacería. Los argumentos solo sirven de forma universal. Y aquí la pobreza no pinta nada.
Eran pobres en una sociedad franquista. Pero mis abuelos no mataron, no quemaron, no violaron
No: porque mis abuelos paternos eran trabajadores pobres. Mis abuelos paternos siempre lo fueron. Vivieron en un barrio humilde, inadaptados cuando iban a pasear al centro del pueblo, que era de los pijos y los señoritos, de los dueños. ¿Había abusos alrededor de mis abuelos? Claro que sí, eran pobres en una sociedad franquista. Pero mis abuelos no mataron, no quemaron, no violaron.
Curioso: los que mataron y quemaron como respuesta a Franco, los de ETA, siguieron haciéndolo hasta 2008 y sembraron de muertos la democracia. ¿No os hace pensar nada, esto? ¿No os hace pensar que cualquier justificación de orden identitario al caos y la barbarie es una falacia mortal?
Estamos ante un problema de corte cultural, de causa cultural, de coartada cultural y de expresión cultural, porque eso es el gueto: no es cuestión de clase porque la clase en el gueto está intervenida por la cultura. Y el fracaso del modelo francés de multiculturalidad es lo que estáis viendo. Eso, exactamente. Y el hecho de que Nahel, un menor de edad con más antecedentes que el Pirri, un drogadicto de 17 años, condujera un coche y se diera a la fuga es parte del mismo problema.
¿Os imagináis que la policía os dijera que vuestro hijo menor de edad anda conduciendo coches a toda velocidad?
Coño: ¿de verdad no os dice nada que un chico de 17 años condujera un coche amarillo a toda velocidad? ¿Os imagináis que la policía os dijera que vuestro hijo menor de edad anda conduciendo coches a toda velocidad? ¿Si fuerais pobres lo entenderíais y aplaudirías? ¿Pero qué visión tenéis de los pobres, puñeteros clasistas de la nueva izquierda radical?
No, no se vengan esas hordas por la muerte de Nahel, Nahel no les importó cuando cometía delitos menores, cuando era camello, cuando conducía coches sin ser mayor de edad. Nahel no le preocupó a nadie: ni al Estado francés ni a sus compañeros. Tampoco se vengan por el colonialismo francés en Argelia, sino que atacan la vida del Estado francés, de la república francesa, de los valores franceses. Por eso no debería extrañar que hayan quemado lo mismo bibliotecas que comisarías.
Los hechos de Francia, que son la nueva edición de aquel 2005 salvaje, con un corte Instagram típico de Black Lives Matter que entusiasma a la izquierda radical francesa y tal vez europea. Pero sobre todo son el certificado de muerte del modelo de integración cultural de Francia. Y si nosotros seguimos sus pasos, entonces estamos comprando un cadáver para casarnos con él. Un cadáver que explosionará a su debido tiempo, dejando la casa perdida.
Como en los tiempos de la Revolución Francesa, toda Europa debería mirar hoy con atención a lo que pasa en Francia y corregir, a toda prisa, lo que todavía se pueda corregir.
Cuando el director de cine Theo Van Gogh fue asesinado por rodar un documental en el que daba voz a Ayaan Hirsi Ali, mujer valiente de origen somalí que se ha convertido en el látigo racional del islamismo en Occidente, hubo miedo de que se produjera una venganza violenta de los nacionalistas blancos contra musulmanes inocentes que habitan en los barrios, y no pasó nada.
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