Todo lo que los libreros odian de ti (y no se atreven a decirte)

La de librero es una de esas profesiones que, por mucho que pase el tiempo y lleguen las nuevas tecnologías, no puede quedar en el olvido. No solo serán capaces de recomendarte el libro perfecto para ti, sea o no de un autor conocido, sino que se convierten en una de esas personas de confianza que nunca pueden faltar en nuestro círculo más o menos cercano. Pero, en ocasiones, ellos también pueden perder la paciencia y llegar a cogerte (mucha) manía.

Las razones son varias y solo hay que conocer a algún librero e invitarle a que se desahogue pensando en alguno de sus clientes. Por ejemplo, uno de los casos más repetidos es que "te pregunten por un libro que han nombrado en un programa de televisión o radio, pero no se acuerdan del autor, el título o nada parecido. Se creen que somos adivinos".

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Otro de los problemas pasa por las discusiones literarias que algunos clientes quieren mantener con los libreros, algo que les lleva a no poder atender a otras personas que están en la tienda: "Soy librero y tengo más clientes, si quieres conversar sobre literatura apúntate a un club de lectura o algo. Y, además, ¿por qué se comportan así? Es como si esperasen por mi parte una palmadita en la espalda o que le comentase lo listos que son".

Desconsideración profesional

Hay muchos grupos de profesionales que ponen en común algunas de las cosas que más nerviosas les ponen de sus clientes, como recoge Buzzfeed. Por ejemplo, una queja muy repetida es que "se quejen del precio de los libros, sobre todo de los de texto, pero no de las zapatillas de más de 100 euros o de los móviles de más de 600 €".

Otro de esos momentos difíciles que sufren muchos libreros es "cuando entra un cliente en la tienda y, sin mediar palabra, te pone la pantalla del móvil delante de la nariz, para que leas el título, como si no fueran capaces de decirlo ellos". O quienes antes de saludar de manera más o menos cortés "ya te han lanzado el nombre de un autor para que se lo busques y traigas urgentemente".

La falta de educación, sin duda, está presente en todos los órdenes de la vida moderna y, por supuesto, también en las librerías. Por eso, no sorprende que algunos clientes saquen "listas kilométricas" de libros para preguntar al librero y que, después de 20 minutos atendiéndoles y de poner más de una decena de ejemplares encima de la mesa, terminen llevándose solo uno.

Los libreros tienen que soportar cada día a muchas personas con poca educación

Estaremos de acuerdo con que todas estas razones son válidas para que los libreros nos cojan manía, sobre todo si actuamos de la misma manera repetidamente. Pero vamos a terminar con las dos cosas que les pone de peor humor y que, desgraciadamente, suceden más a menudo de lo que desearían.

La primera es que les pregunten "si trabajan ahí" (cuando les están viendo atender a otras personas) o que les pidan que llamen "al que sepa" de una temática concreta, como si estuvieran en una universidad y no en una librería. Y la segunda, la que más se repite entre los profesionales, es que un cliente entre en la tienda 1 minuto antes de cerrar. Por eso, cuidemos de nuestros libreros, son parte de la familia.