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Librera coraje: la madre soltera que salvó su negocio vendiendo libros en bicicleta
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Librera coraje: la madre soltera que salvó su negocio vendiendo libros en bicicleta

Elena Martínez Blanco, ante el vértigo del cierre, salió a repartir los libros de su librería, en Tres Cantos, y durante semanas consiguió vender más títulos que con el local abierto

Foto: Elena Martínez Blanco repartiendo libros bien pertrechada contra el coronavirus
Elena Martínez Blanco repartiendo libros bien pertrechada contra el coronavirus

La librería Serendipias se abre al público en un recoveco de calles en la ciudad de Tres Cantos, en Madrid. Uno de esos encuadres arquitectónicos típicos de las altas torres de edificios de las ciudades que crecieron como la espuma en la comunidad madrileña hacia los ochenta. Llena de libros, sobre todo para niños, y con un pequeño espacio para actividades, Elena Martínez Blanco, su propietaria, la abrió hace ya cuatro años convirtiéndose en la única librería del municipio. Era su ilusión y, mostrando una gran capacidad para fomentar el hábito lector, pronto se encontró con una buena clientela. Nunca pensó que llegaría un momento tan difícil como el que se planteó el 14 de marzo con el decreto de alarma. "¿Tengo que cerrar? Porque si no vendo libros ni puedo hacer actividades voy a tener que hacerlo. Y si lo hago no voy a poder volver a abrir", fue su reflexión aquel fin de semana. Entonces tomó una decisión: salir ella misma a la calle con una bicicleta, una mochila, mascarilla, guantes y repartir libros. Esta es una historia bonita: salió bien.

Tres Cantos es un municipio de casi 47.000 habitantes y a día de hoy su población es una de las mayores consumidoras de productos 'online' en España. En libros compra hasta un 419% más por Amazon que el resto del país, según los datos ofrecidos por la propia empresa. Además de esta circunstancia, Martínez Blanco se encontró con que no podía pedir las ayudas para autónomos que lanzó el Gobierno central, la comunidad y su ayuntamiento, ya que exigían que el negocio hubiera clausurado su actividad o que hubiera unas pérdidas de más del 75%. "Y yo acababa de cobrar las facturas por un festival que organicé en enero por lo que no cumplía ninguno de los requisitos", comenta a El Confidencial. De ahí que esta librera, que vive sola junto a su hija adolescente desde hace ya años, se apremiara a buscar una solución para no tener que cerrar su negocio. Se plantó ante su hija y le dijo de forma tajante: "O trabajo o no tenemos para comer".

Ante el miedo de no volver a reabrir la librería nunca más, se plantó ante su hija y le dijo: "O trabajo o no comemos"

Lo primero que hizo fue no cortar de raíz las actividades que ya se hacían presencialmente en la librería. Porque si algo tiene este local es una ebullición constante. "Comencé a hacerlas en redes para generar contenido y demostrar que aunque estábamos cerrados físicamente seguíamos haciendo las mil cosas que suelo hacer yo siempre", cuenta. Así, durante todo este confinamiento, a través de la página de Facebook de la librería, ha contado un cuento para los niños cada noche. En total, más de 50. Ha hecho 30 encuentros con autores a través de Zoom. Ha seguido con los clubs de lectura 'online', en los que han participado escritores como Espido Freire. "También he hecho vídeos en directo enseñando libros. Al hacer continuamente contenidos ha ido funcionando el boca a boca de una manera que nunca soñé", indica.

Bicicleta, mascarilla y libros

Martínez Blanco ya tenía el servicio de reparto de libros antes de la pandemia, pero, como señala, muy pocos lectores lo utilizaban, ya que preferían acercarse a la librería. Sin embargo, vio que era el momento de planteárselo en serio. "Pedí al ayuntamiento una pantalla protectora y me busqué unas mascarillas y guantes. Y me lancé pensando que igual vendía dos o tres libros pero que supieran que si alguien necesitaba algo que podían contar conmigo. Tenía que ser algo que tuviera la librería porque no lo podíamos pedir a los distribuidores", explica.

placeholder La ilustración de Elena Martínez Blanco que le hizo el dibujante Santiago García Clairac
La ilustración de Elena Martínez Blanco que le hizo el dibujante Santiago García Clairac

Su horario se convirtió en un no parar, casi más que con la librería abierta. De diez a una preparaba los pedidos con mucho cuidado para desinfectarlo todo. De una y media a las cuatro repartía, descanso y siguiente tanda hasta las 21.30. Ella sola con su bici y sus paquetes.

Y se llevó una sorpresa muy agradable. "Yo pensaba vender dos o tres y al principio tenía cinco pedidos, pero luego llegué a tener 30 y más. La semana pasada he vendido más que cuando estaba abierta. A mis padres les decía que no me lo podía creer", confiesa. En cifras concretas, Martínez Blanco señala: "Habitualmente vendemos unos 25 libros al día. Esta semana han sido 35-40 libros al día".

Pensaba vender dos o tres y llegué a tener 30 pedidos y más. La semana pasada he vendido más que cuando estaba abierta

Además, empezó a correrse la voz y se encontró con que había edificios en los que le pedían libros hasta de cuatro viviendas diferentes. "En las redes de Tres cantos, la gente colgaba: he pedido un libro a las diez de la mañana y la librera me lo ha traído en dos horas", comenta. Un plus que ni las mayores empresas de distribución. Hasta su padre tuvo que coger la bici para ayudarla con el reparto.

¿Por qué esta avidez lectora? ¿Qué explicación se da esta librera? Para empezar, el hábito de los niños, que son la franja que más lee en todo el país. "Los niños leen muchísimo, pero es que también adultos han llamado diciéndome 'estoy aburrido de ver series'. Los adultos se han enganchado y están redescubriendo el placer de la lectura. El aburrimiento ha funcionado bien. Están viendo que leer mola", mantiene.

Las pérdidas del Día del Libro y gastos

No obstante, no todo ha sido un despliegue de alegrías. Abril es un mes muy importante para la industria editorial por el Día del Libro. Y mayo llega con el Día de la Madre. Son dos fechas básicas para la venta de libros. Martínez Blanco, que suele ingresar esos días unos 5.500 euros ha notado las pérdidas "hasta en un 52% con respecto al año pasado. Gracias al reparto he podido cubrir gastos de proveedores, pero se ha notado mucho". De hecho, en cuanto a devoluciones solo ha tenido que devolver lo que pensaba que iba a vender en el Día del Libro, pero lo demás ha sido más o menos igual.

Una librería independiente supone unos gastos de 15.000-20.000 euros al mes y ha notado las pérdidas por el Día del Libro

Pero los gastos de una librería son unos cuantos euros al mes. En concreto, para Martínez Blanco suponen entre 15.000 y 20.000 euros mensuales. Estos se suelen ir en la compra de libros, en el alquiler del local —su casero, por suerte, le perdonó dos meses— y en actividades que organiza. "Imagínate si no vendo. ¡Es que no tengo ahorros! Un librero vive al día. Con lo que he obtenido en el reparto he podido ir pagándoles ahora", sostiene.

Contra los supermercados

Durante este confinamiento, además de sacar adelante su negocio a golpe de muchas pedaladas, a Martínez Blanco le ha quedado tiempo para enfrentarse a un gigante: las grandes superficies de alimentación que han permanecido abiertas y que también han vendido libros. Por ley, no podían. Martínez Blanco se conoce al dedillo el decreto de alarma: "En el decreto se prohíbe que ciertos CENAE, que es el código de los comercios que obtienes cuando tú te das de alta como autónomo, vendan libros. El de las librerías es el 4761 y el de las papelerías es el 4762. Estos podían permanecer abiertos por el derecho a la información y por el material para los deberes de los niños. Pero las papelerías tampoco podían vender libros, solo 'online'. Los libros no se podían despachar en ninguna parte de forma física, pero Carrefour y otros grandes centros comerciales vendieron libros durante este tiempo en sus locales, y ha sido todo ilegal".

La librera ha denunciado a las grandes superficies porque no podían vender libros durante el confinamiento

En sus viajes con la bicicleta cada vez que se encontraba con una pareja de la Guardia Civil que le pedía los documentos para transitar les solicitaba que fueran al centro comercial. "Y sí que iban. Y me ayudó mucho la Asociación de Empresarios de Tres Cantos también. Y el ayuntamiento los apercibió, pero a estos centros es que eso les da igual", asegura la librera, que cree que sus ingresos se han visto perjudicados por la venta que han practicado estos supermercados. Por eso, el asunto ha acabado en una denuncia que el Gremio de Libreros de Madrid puso este viernes en su nombre y en el del resto de las librerías madrileñas contra los súper que han vendido libros durante el confinamiento. "Al menos el ciudadano debe ejercer su derecho", concluye Martínez Blanco.

¿Y el futuro?

El próximo 11 de mayo las librerías de menos de 400 metros cuadrados podrán abrir sus puertas si la provincia ha pasado a la fase 1. No es el caso de la comunidad de Madrid pero, aunque lo fuera, esta librera no tiene muy claro si volvería abrir del todo en próximas fechas. Desde el 4 de mayo ha bajado la intensidad en el reparto y ha colocado una mesita en la puerta de la librería para vender mediante cita previa. Es lo que pretende mantener mientras su madre le echa una mano. "Sí, yo ahora no dejo entrar a nadie. Les enseñamos nosotros los libros. Incluso aunque pudieran pasar ya, no sé si lo haría porque no se puede controlar a los niños. Los niños tocan cosas. De momento voy a seguir así", explica.

placeholder Elena Martínez Blanco, estos días en la puerta de su librería
Elena Martínez Blanco, estos días en la puerta de su librería

Tampoco tiene muy claro qué pasará con todas las actividades 'online' que ha mantenido estos meses. ¿Se quedarán para siempre? ¿Desaparecerán cuando el virus se vaya por el desagüe? Martínez Blanco sostiene que mientras esté el coronavirus dando vueltas por ahí "seguirán, por seguridad y porque hay gente con miedo que no quiere entrar en los locales. Pero yo espero que no sea siempre porque me gusta la presencia de autores en la librería".

Voy a seguir con una mesa en la puerta porque tampoco se puede controlar a los niños dentro de una librería aunque se pueda pasar

Mientras tanto ya está pergeñando nuevas ideas para cuando se pueda viajar al menos entre provincias. "He pensado que venga el escritor a la librería, dar la charla virtual y luego con cita previa que vengan los niños y los adultos de uno en uno y les firme. Es una idea, aunque hay que verlo muy bien todo", desvela. Pero el cerebro de Martínez Blanco es como una reunión atropellada de neuronas corriendo de acá para allá. Seguro que sigue maquinando otras estrategias. Como la que le ha permitido salir adelante cuando quizá, otros negocios, sí tengan que echar la persiana del cierre.

La librería Serendipias se abre al público en un recoveco de calles en la ciudad de Tres Cantos, en Madrid. Uno de esos encuadres arquitectónicos típicos de las altas torres de edificios de las ciudades que crecieron como la espuma en la comunidad madrileña hacia los ochenta. Llena de libros, sobre todo para niños, y con un pequeño espacio para actividades, Elena Martínez Blanco, su propietaria, la abrió hace ya cuatro años convirtiéndose en la única librería del municipio. Era su ilusión y, mostrando una gran capacidad para fomentar el hábito lector, pronto se encontró con una buena clientela. Nunca pensó que llegaría un momento tan difícil como el que se planteó el 14 de marzo con el decreto de alarma. "¿Tengo que cerrar? Porque si no vendo libros ni puedo hacer actividades voy a tener que hacerlo. Y si lo hago no voy a poder volver a abrir", fue su reflexión aquel fin de semana. Entonces tomó una decisión: salir ella misma a la calle con una bicicleta, una mochila, mascarilla, guantes y repartir libros. Esta es una historia bonita: salió bien.

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