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Lo que David Summers y Hombres G pueden enseñar a los jóvenes que no pisan los bares
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Lo que David Summers y Hombres G pueden enseñar a los jóvenes que no pisan los bares

No hay mamón que sufra tanto como el marica que le robó a su chica y que sigue rascándose de verles ahí a los tíos, cantando tantos años después

Foto: Los Hombres G en la presentación de la película 'Voy a pasármelo bien' (EFE Sergio Pérez)
Los Hombres G en la presentación de la película 'Voy a pasármelo bien' (EFE Sergio Pérez)

A David Summers se le está poniendo cara de escudo del Real Madrid. Eso pasa cuando todos te quieren un poco aunque sean rivales y vistan de heavy, de pop, de electroclash berlinés o de auditorio. Además, demuestra que, al final, lo único importante es la piel por mucho que te disfraces de todo menos de ti mismo, que es de lo que siempre ha ido disfrazado David Summers.

Hay batallas culturales que van a lo suyo mientras los demás seguimos a lo nuestro, y poca falta nos hace entrar al trapo. Por eso sonrío al saber que no hay mamón que sufra tanto como el marica que le robó a su chica y que sigue rascándose de verles ahí a los tíos, cantando lo que cantaban cuando les llamaban pijos, fobias o chulos. Y tan chulos, tan fobias y tan pijos, que lo revientan cuarenta años después ya sea en Castilla, en Norteña, Sureña, México, Nueva York o Benidorm. Ya se sabe que si algo le debemos al Mediterráneo, además de los festivales de camping y a Julio Iglesias, fue el trampolín que lanzaba la canción española como sonido estival al mundo entero. Y eso pasa con los Hombres G, que en realidad son un verano que no acaba nunca y por eso saben a sangría, a cerveza fría o a tinto con limón, que lo toman hasta los que no beben; como sus canciones que las saben hasta los que no las escuchan.

placeholder El cantante y guitarra del grupo 'Hombres G', David Summers, en concierto en el Teatro Real de Madrid. (EFE  Mariscal)
El cantante y guitarra del grupo 'Hombres G', David Summers, en concierto en el Teatro Real de Madrid. (EFE Mariscal)

Nos hemos hecho mayores mientras un elixir les retarda la vejez—aunque es cierto que no todos se mantienen igual de flacos y de ex fumadores que David— Los años pasan y se han ganado al pecho, esa medalla de honor que les permite mirar a los más jóvenes coreando sus letras en cada recital. Se las saben niños, madres, abuelos, amigos; pues su música no entiende de generaciones ni debates porque nace de la falta de pretensiones y de la naturalidad. Lo único que importa cuando ves una peli, escuchas un concierto o lees un libro, es que llene uno de esos huecos en los que guardas las cosas que te importan. Y lo que importa es que los Hombres G (que es como a mí me gusta decirles) este año llevan al taco más de un millón de almas que han guardado, en directo, las cosas que les importaban.

Voy a pasármelo bien

Además, les han hecho una brillante película, 'Voy a pasármelo bien', (David Serrano- El Estudio, 2022), que se pasa la vida en Pucela como plaza mayor, y que encima te llora un poco cuando te das cuenta que todo eso fuiste tú. La banda sonora de nuestra vida sigue sonando en esa voz que no pretende, sino enciende, los recuerdos que te erizan la piel sabiéndote un poco más viejo. El logro de hacer de un concierto un enlace de todos, un nexo que une a generaciones y a familias haciéndonos iguales: el bar que somos, la película que tienes que ir a ver.

Me dice Agustín Pery: AJ, los jóvenes ya no van a los bares. Los han cerrado las redes sociales. Y tiene más razón que un santo, porque la vida entera es un bar. Desde el desayuno al cierre, no hay pedanía ni plaza en nuestro suelo que no tenga en un bar, el alma y la miseria del lugar. Allí paras, compras, hablas o rajas, pero también es dónde celebras, gritas, lloras o vuelves, y dónde todos nos cruzamos, como en las canciones de los Hombres G, que son la esencia simple y entera de lo que alguna vez hemos sido.

No hay pedanía ni plaza en nuestro suelo que no tenga en un bar, el alma y la miseria del lugar

Y en este septiembre temprano de otro verano que no quiere acabar nunca, me he venido hasta La Mudarra, invitado por la Fundación Godofredo Garabito, para ver que no existe mejor memoria democrática que su música. Probablemente no haga falta mucho más que una canción redonda. Y es emocionante que aquí, en Castilla la Vieja, la de Delibes, la de Umbral, la de Margarito, la de la tierra de campos largos y lentos, la del lechazo, el sueño, la bota de vino, la del cielo de plata y la mujer cocodrilo, los Hombres G inicien los cuarenta veranos que llevan haciendo de sus canciones, el bar de todos nosotros.

A David Summers se le está poniendo cara de escudo del Real Madrid. Eso pasa cuando todos te quieren un poco aunque sean rivales y vistan de heavy, de pop, de electroclash berlinés o de auditorio. Además, demuestra que, al final, lo único importante es la piel por mucho que te disfraces de todo menos de ti mismo, que es de lo que siempre ha ido disfrazado David Summers.

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