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Joshua Cohen y la tiranía de la identidad
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Joshua Cohen y la tiranía de la identidad

'Los Netanyahu' es una novela judía, pero se lee como una novela sobre la tentación de las identidades 'prêt-à-porter' que nos venden entidades como Vox, Bildu, CUP, Junts o ERC

Foto: Joshua Cohen
Joshua Cohen

Desde la moto, le reconozco ya de lejos. Camina con paso marcial por una estrecha calle residencial del barrio del Viso, habitado por gentes de orden que se apartan a su paso y se giran perplejos para seguirle con la mirada. Es un tipo con un pelo rubio de esos que no da esta tierra, gafas de una redondez 'walterbenjaminiana' y un abrigo de astracán negro con solapas de visón que reflejan los rayos del sol. En una primera impresión parece un compañero de armas de Jon Snow, pero si uno mira con más detenimiento, se da cuenta de que bajo el abrigo de negras pieles lleva una americana burdeos y una camisa marrón que podríamos haber visto en una comedia ochentera de Woody Allen. Ambos nos dirigimos al mismo lugar, convocados por la editorial De Conatus. Falta hora y media para presentar su novela 'Los Netanyahu' en la librería Amapolas y me han pedido que le entreviste en público, y que a la vez traduzca simultáneamente la entrevista, un superpoder que pronto demostraré en público que no poseo.

Quisiera hablar con Joshua Cohen de por qué 'Los Netanyahu' es una lectura interesante para un público español, pero antes necesito que me aclare el origen de su abrigo. Uno puede escribir más novelas que Baroja que no tiene credibilidad ninguna como escritor hasta que no se haga con un abrigo idiosincrásico que le confiera no sólo ya una manera de disimular la incipiente panza, sino la distinción del flâneur que se pasea entre masas de transeúntes sin fundirse en ellas. Cohen, que parece feliz con la pregunta, me cuenta cómo obtuvo el abrigo, hecho a medida en Afganistán, a través de una trama enrevesada que incluye talibanes, bitcoins y rusos. Claramente es el abrigo-de-escritor definitivo, ese que provoca que todo el mundo pregunte por él y obtenga una gran anécdota como respuesta: el abrigo además de visón y astracán, lleva cosido un relato.

placeholder 'Los Netanyahu'
'Los Netanyahu'

Después de averiguar todo sobre su abrigo, y antes de entrar en la novela –que tengo subrayada como si fueran a examinarme– no pude evitar un poco de cotilleo literario. El libro está dedicado a Harold Bloom, y por tanto estar con Cohen es estar a un grado de separación de Bloom, lo cual ya me coloca a uno a dos grados de separación de gran parte del parnaso americano del siglo XX. Cohen me contó que Bloom, a punto de apurar su ochentena, enfermo e impedido, mantenía viva su curiosidad por lo nuevo y su apetito por conocer a los escritores contemporáneos. Le citó en su casa y en su primera cita, le recibió en el descansillo, desde su silla de ruedas, y antes de que Cohen pudiera decir hola o quitarse el abrigo, Bloom le recitó de memoria la primera página de la última novela de Cohen. Por lo visto este era el truco de salón favorito de Bloom, el tipo tenía una prodigiosa memoria y le bastaba leer una página una solo vez para retenerla y poder recitarla entera sin fallos. Cohen se quedó maravillado, y tras ese numerito introductorio empezó una conversación que se reanudaba cada semana y que duró hasta la muerte del celebre crítico. Bloom le relató muchos chascarrillos que a cualquier fetichista de la literatura le hubieran valido para llenar libros de amoríos, borracheras y demás estampas anecdóticas de la vida del escritor, pero fue curiosamente un incidente extraliterario la que caló en la imaginación de Cohen, empezó a tomar cuerpo y vida propia y se convirtió en novela.

Una visita incómoda

Era la historia de una visita fugaz del historiador israelí Benzion Netanyahu, junto a su mujer y sus tres hijos pequeños (entre ellos Bibi Netanyahu, el que fuera presidente de Israel), al campus de una universidad americana donde Bloom era profesor, y al que, como judío que era, se le encomendó el papel de anfitrión y guía local del erudito israelí que acudía para ser evaluado como aspirante a profesor. La idea de que Bloom por ser judío era la persona indicada para recibir a otro judío no fue acertada. La visita fue incómoda, la relación entre el judío sionista militante y el profesor de literatura de origen judío, pero asimilado ya a la cultura americana fue tensa y llena de desencuentros, y todo acabó en desastre.

"El libro entero es una comedia, en el que uno tiene oportunidades de reírse a carcajadas cada tres o cuatro páginas, pero el trasfondo es aterrador"

Cohen vio en ese encuentro entre dos personalidades tan opuestas que el establishment blanco y cristiano de la universidad forzó a encontrarse por el mero hecho de que ambos eran judíos, el germen de una novela aparentemente cómica sobre la identidad. Y digo aparente, porque el libro entero es una comedia, en el que uno tiene oportunidades de reírse a carcajadas cada tres o cuatro páginas, pero el trasfondo de la novela es aterrador y a pesar de que todo transcurre al principio de los sesenta, acierta de lleno en su radiografía de uno de los males mayores de nuestro tiempo: la tiranía de las identidades fabricadas e impuestas, y esa herencia envenenada de los victimismos empoderadores (toma palabro), que nos permite ser víctimas sin haber sufrido jamás.

El libro está narrado desde el presente y en primera persona por un tal Ruben Blum, un profesor universitario de Historia americana especializado en la historia de los tributos e impuestos de Estados Unidos, una rama particularmente árida, exacta y aburrida de la Historia que no admite demasiada opinión porque está basada en los números. Blum es hijo de inmigrantes judíos del este de Europa, pero se siente plenamente americano y acomete su labor como historiador totalmente desgajada de su origen familiar. Para él, el hecho de ser judío es un pequeño lastre al que está acostumbrado, y lidia como puede en su día a día con los microrracismos de una pequeña comunidad académica predominantemente blanca y cristiana que acaba de incorporar por primera vez a un americano de origen judío al claustro de profesores.

placeholder Harold Bloom
Harold Bloom

Blum trata de ser uno más e integrarse en el claustro sin hacer bandera de su origen judío, acepta disfrazarse de Santa Claus en Navidad porque tiene barba y vive con mucha deportividad las pequeñas humillaciones a las que los demás profesores le someten sin mala fe, por el hecho de pertenecer a una controvertida minoría asociada a un sinfín de estereotipos. Aquí el libro se vuelve valioso para un español, tan desconocedor de la experiencia que tiene el ciudadano de origen judío en nuestra sociedad, incapaces como somos la mayoría de nosotros de detectar ese antisemitismo de baja intensidad que padecen personas que están camufladas por un color de piel parecido y por un nivel de estudios similar, pero que se enfrentan a prejuicios muy arraigados en nuestra cultura sobre el comportamiento y la naturaleza que se le suponen al judío.

Todo se tuerce cuando Blum, que se desvive por no ser percibido como un judío, sino como un americano más, y que se esfuerza por que su hija adolescente y su mujer, se integren en esa pequeña comunidad académica, paleta, hostil y aislada de la gran ciudad de Nueva York a la que anhelan volver, recibe el encargo de hacer de anfitrión de un israelí aspirante a profesor de Historia, un tal Benzion Netanyahu al que solo consideran como posibilidad porque habla hebreo y el profesor de Teología, que oculta su ignorancia de esta lengua, quiere desesperadamente a alguien con alguna autoridad en la materia.

En lo tocante a Benzion Netanyahu, Cohen se ciñe como con ningún otro personaje de la novela a la historia real. Benzion es el epítome del activista identitario, un sionista radical que vive dedicado al revisionismo histórico, a colonizar el pasado para construir un legado de victimismo inextricable y un destino común para todo aquel que tenga sangre judía en sus venas. Para Benzion, no hay americanos, ni nacionalidades, el mundo es binario, todo son judíos y no judíos, y el que como Blum juega a la asimilación y se esmera en pertenecer, se engaña a sí mismo, pues tarde o temprano será traicionado y asesinado por la sociedad a la que trata de pertenecer. No hay más salvación que asumir la condición de judío, atender a las enseñanzas de una Historia que siempre es circular, y acogerse al destino salvífico diseñado para el que asume su identidad sin rechistar.

Benzion es el epítome del activista identitario, un sionista radical que vive dedicado al revisionismo histórico

Lo que descubrimos en la novela es que Benzion es un gorrón de libro, que mancha la casa del pobre Blum de barro al entrar, que no avisa de que viene con su mujer y sus tres hijos, que se presenta con un coche prestado que encima ha estrellado por el camino y tiene el parachoques colgando, pero le da igual todo porque él vive en la épica. A pesar de no haber vivido el Holocausto y no haber luchado en la Segunda Guerra Mundial, para Benzion cada día es un paso solemne en la Historia terrible de un pueblo acosado que atisba su liberación, algo que para mí como lector español y más concretamente, como lector español de ascendencia vasca, leo paladeando, porque explica perfectamente esa determinación psicopática de aquel que ya no vive en un presente individual, sino en la fantasía supremacista de quien se cree con una misión importante que trasciende su propia existencia, y que le ofrece una coartada para desatender su aspecto, el calzado de sus hijos, la cama donde hay que dormir esa noche y el plato del que le ofrecen para cenar, puesto que él tiene misiones más elevadas que acometer.

Por eso, el pobre Blum, que no va de judío y no va de nada, que solo quiere ser un profesor más, si acaso un relator de algo tan gris como la Historia de los tributos en la joven nación americana, no tiene nada que hacer frente a este hombre tan preñado de grandes causas, de afrentas imperdonables y destinos gloriosos. Benzion, en su ceguera y durante el tiempo en que da una charla épica en la universidad, deja desatendidos a esos hijos de cuya llegada nunca avisó, destrozando la casa de Blum, su anfitrión involuntario, elegido por los demás profesores para acogerle por el mero hecho de tener un origen judío.

A pesar de no haber vivido el Holocausto, para Benzion cada día es un paso solemne en la Historia terrible de un pueblo acosado

Esta es una novela judía, sí, pero desde donde me siento se lee como una novela sobre la tentación de las identidades prêt-à-porter que entidades como Vox, Bildu, CUP, Junts o ERC nos tienden como legados para llenar nuestras aburridas vidas burguesas de épica, contenido y destinos en lo universal. Harold Bloom antes de morir incluyó a Cohen en su controvertido canon de los títulos que hay que leer, y yo no me voy a atrever a contradecirle.

Desde la moto, le reconozco ya de lejos. Camina con paso marcial por una estrecha calle residencial del barrio del Viso, habitado por gentes de orden que se apartan a su paso y se giran perplejos para seguirle con la mirada. Es un tipo con un pelo rubio de esos que no da esta tierra, gafas de una redondez 'walterbenjaminiana' y un abrigo de astracán negro con solapas de visón que reflejan los rayos del sol. En una primera impresión parece un compañero de armas de Jon Snow, pero si uno mira con más detenimiento, se da cuenta de que bajo el abrigo de negras pieles lleva una americana burdeos y una camisa marrón que podríamos haber visto en una comedia ochentera de Woody Allen. Ambos nos dirigimos al mismo lugar, convocados por la editorial De Conatus. Falta hora y media para presentar su novela 'Los Netanyahu' en la librería Amapolas y me han pedido que le entreviste en público, y que a la vez traduzca simultáneamente la entrevista, un superpoder que pronto demostraré en público que no poseo.

Literatura Novela Benjamin Netanyahu