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Douglas Kennedy, el escritor de EEUU que arrasa en Europa: "Biden será un paréntesis"
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Douglas Kennedy, el escritor de EEUU que arrasa en Europa: "Biden será un paréntesis"

El norteamericano, que ha vendido más de 14 millones de ejemplares, cree que su país vive en plena ola reaccionaria y habrá un regreso de Trump o una versión parecida

Foto: Douglas Kennedy (Douglas Kennedy durante una charla en la Fundación Telefónica (Cortesía de Fundación Telefónica. Ricardo Domingo)
Douglas Kennedy (Douglas Kennedy durante una charla en la Fundación Telefónica (Cortesía de Fundación Telefónica. Ricardo Domingo)

Hace más de tres décadas que Douglas Kennedy (Nueva York, 1955) abandonó su país para trasladarse a vivir a Europa. Primero pasó por Dublín, donde se sumergió en el mundo del teatro alternativo como dramaturgo, después llegó a Londres como periodista y finalmente se asentó en París ya como novelista con frecuentes viajes a la capital británica y a Berlín. Todo un estadounidense de pura cepa europea. Mucho más cuando sus novelas -lleva catorce- lograron un gran éxito en Francia, donde hoy le adoran. Más de 14 millones de ejemplares vendidos y nombrado Caballero de las Artes y las Letras. Le pasa casi como a Woody Allen, que gusta más fuera de EEUU que dentro. ¿Reniega de su país? No, no es para tanto. "Todavía soy muy americano. Mi país es mi argumento. Lo amo y lo admiro y a la vez hay muchas cosas que me desesperan", comenta a este periódico.

De hecho, sus novelas, desde ‘ En busca de la felicidad’ a ‘Una relación especial’ o ‘La mujer del quinto distrito’ -fueron publicadas a principios de los 2000 por RBA y ahora han sido recuperadas por Arpa- rezuman pura narrativa norteamericana. Huelen a Jonathan Franzen o Jeffrey Eugenides, por poner solo dos ejemplos. Son tochos de más de 400 páginas que se leen sin parpadear una buena tarde de sábado. Por ellas pululan la familia, la religión, el puritanismo, los cambios políticos, sociales y económicos en EEUU en los últimos ochenta años. Es una mirada desde fuera a algo que conoce bien y que siempre le ha interesado como novelista, aunque su primer interés fuera ser historiador.

placeholder 'En busca de la felicidad'
'En busca de la felicidad'

“Como escritor de ficción tienes que ser profundamente consciente de las circunstancias sociopolíticas y económicas del mundo sobre el que estás escribiendo, ya sea el presente o el pasado. Todos nosotros somos producto de nuestro tiempo y cada novelista debe considerarlo cuando está creando personajes y narrativas”, afirma sobre su idea de la narrativa. Kennedy, además, es de lo que no para. Escribe todos los días. Una página o dos para no perder el ritmo, la historia, la propia profesión de escritor.

“En EEUU celebramos los valores familiares y a la vez hemos creado una cultura darwinista que fomenta lo de que solo los más fuertes sobreviven"

La familia es una piedra angular. Como en muchos escritores estadounidenses. Curiosamente es una temática que hace décadas que apenas se toca en Europa. Al menos como entidad a diseccionar. Después de los grandes novelones rusos y franceses de finales del XIX y principios del XX se acabó. Sin embargo, lo que ocurre en EEUU con esta institución es muy contradictorio. Quizá por eso sea tan literario. “En EEUU celebramos mucho los valores familiares y a la vez hemos creado una cultura darwinista que fomenta eso de que solo los más fuertes sobreviven. No sorprende que seamos una sociedad violenta y esquizofrénica”, sostiene.

Nixon y las guerras culturales

En ‘En busca de la felicidad’ hay dos mujeres protagonistas en dos épocas distintas de EEUU. Una de ellas vive en los años cuarenta y cincuenta. La otra en los noventa. La primera tiene que lidiar con una familia hiper conservadora y puritana, tiene que romper con los convencionalismos y tiene que enfrentarse a una sociedad en la que triunfaba el macartismo. La segunda se ve beneficiada por la apertura y los cambios políticos y sociales de las últimas décadas, pero aún se encuentra con barreras -personales y profesionales- que le impiden desarrollarse. En el primer espacio temporal el país luchaba por librarse de sus cadenas religiosas y morales; en el segundo, el país parece estancado. En los dos hay un importante papel del perdón.

placeholder Douglas Kennedy
Douglas Kennedy

En los dos momentos se visualiza la preocupación que Kennedy tiene por la familia. Tradicional frente a progresista. La convencional frente a la inusual. La normativa frente a la LGTBI. Todavía no había guerras culturales como en los términos actuales, pero para el escritor ya se estaban gestando. “Comenzaron ya con Richard Nixon y su elección como presidente en 1968 con un programa que esencialmente negaba las nuevas libertades obtenidas en los sesenta y devolvía al país la hegemonía del hombre blanco protestante”, asegura. Desde entonces las posiciones, según este autor, no han hecho más que enconarse. “Y ahora progresistas y conservadores están en una guerra fratricida que definitivamente están ganando los conservadores”, manifiesta.

"Ahora progresistas y conservadores están en una guerra fratricida que definitivamente están ganando los conservadores”

Eso explicaría por qué el país vive en una ola que parece la antítesis de lo que se logró hace décadas. “Hay una reacción espantosamente exitosa por parte de los conservadores y los evangélicos cristianos contra todas las libertades ganadas con tanto esfuerzo en las últimas cinco décadas: desde los derechos de las mujeres a abortar a los derechos de igualdad de las minorías, al derecho a vivir sin vergüenza de nuestros hermanos y hermanas LGTBI. Todos estos avances, como el matrimonio homosexual y las leyes de no discriminación, se están erosionando rápidamente”, manifiesta. En definitiva, “los chicos malos están ganando. Y el país les está dejando ganar”.

Para este escritor, EEUU es ahora mismo un país partido en dos mitades que literalmente se odian. Y a la vez en plena decadencia. “El siglo americano definitivamente se ha acabado”, apuntala. Debido, en gran parte, a que “no hemos invertido en una infraestructura humana -sobre todo en educación- en los últimos cuarenta años. Y estamos pagando el precio”. De ahí que no sea muy optimista con respecto a esta etapa de Joe Biden como presidente. “¿Volverá Trump u otra versión parecida? Absolutamente. Los Republicanos están cambiando todas las reglas electorales para asegurarse de ello. Biden será solo un paréntesis. No quiero sonar como un mercader de malas noticias, pero sinceramente me da miedo lo que puede ocurrir en EEUU”, manifiesta.

Europa no es EEUU

Pese a algunas reacciones estentóreas, cree que esta ola estadounidense no arrasa todavía en Europa. Por ejemplo, su última novela ‘Isabel por la tarde’, que narra los encuentros sexuales entre una mujer en la cuarentena y un estudiante, es muchísimo más francesa que otras de su bibliografía. Encuentros que se dan de cinco a siete de la tarde y después cada uno vuelve a su vida cotidiana e incluso a su matrimonio. “Si ocurriera en EEUU sería muy diferente. En EEUU hacer algo así se considera todavía una ofensa grave. Somos una cultura puritana después de todo”, comenta.

“Creo fervientemente en la Unión Europea. Y creo fervientemente en la socialdemocracia que todavía existe en muchos países europeos"

Esta es una de las razones por las que se quedó en Europa, continente que pisó por primera vez en 1974, a los 19 años. “Sentí que había encontrado mi casa”, apostilla. Después su amor no hizo sino crecer. “Creo fervientemente en la Unión Europea. Y creo fervientemente en la socialdemocracia que todavía existe en muchos países europeos. Me gusta cómo se evita lo maniqueo en el pensamiento europeo”, afirma tajante. Ahora bien, tampoco es de los que creen que en su país ya no se puede decir nada. Al contrario, estima que hay una creencia aún bastante profunda en la libertad de expresión. "Y los escritores estadounidenses han sido siempre muy duros con la hipocresía de EEUU. Es porque nos importa nuestro increíble y brillante y a la vez estúpido país", zanja.

Hace más de tres décadas que Douglas Kennedy (Nueva York, 1955) abandonó su país para trasladarse a vivir a Europa. Primero pasó por Dublín, donde se sumergió en el mundo del teatro alternativo como dramaturgo, después llegó a Londres como periodista y finalmente se asentó en París ya como novelista con frecuentes viajes a la capital británica y a Berlín. Todo un estadounidense de pura cepa europea. Mucho más cuando sus novelas -lleva catorce- lograron un gran éxito en Francia, donde hoy le adoran. Más de 14 millones de ejemplares vendidos y nombrado Caballero de las Artes y las Letras. Le pasa casi como a Woody Allen, que gusta más fuera de EEUU que dentro. ¿Reniega de su país? No, no es para tanto. "Todavía soy muy americano. Mi país es mi argumento. Lo amo y lo admiro y a la vez hay muchas cosas que me desesperan", comenta a este periódico.