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Atención, hemos visto el nuevo 'Dune' de Villeneuve... y es arrebatador
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Atención, hemos visto el nuevo 'Dune' de Villeneuve... y es arrebatador

La película que se ha exhibido al fin en Venecia escapa a un vocabulario racionalista y nos traslada a un territorio inquietante, que reconocemos pero no conseguimos explicar

Foto: Imagen promocional de 'Dune' (2021)
Imagen promocional de 'Dune' (2021)

'Dune' empieza con una advertencia. Antes incluso de que la primera imagen haga su aparición en pantalla, una voz gutural, cavernosa, señala en un idioma desconocido una única orden: “Los sueños son mensajes desde las profundidades”, traduce un subtítulo. Son unas pocas sílabas confusas, apenas distinguibles como tal, pero dan la más valiosa clave para leer la película de Denis Villeneuve ('Blade Runner: 2046'). La oscuridad temprana abrirá paso a unas imágenes con las que debemos relacionarnos desde el mismo prisma con que soñamos… Evocamos polvos de sensaciones, dialogamos con imágenes difusas y conectadas solo por el capricho sabio de la intuición. Si el cine es sueño proyectado, a partir del primer minuto, nuestra obligación será jugar con las normas volubles del duermevela.

No obstante, la fe en la expresividad azarosa de las imágenes se verá coartada por la aparición del logo de la Warner en pantalla. De lo onírico volvemos a sentarnos en las butacas: ¿cómo una superproducción colosal, de estudio, puede pretender regirse nunca por las fuerzas de la intuición? ¿Cómo confiar en que una película que se confiesa “totalmente fiel al original” podrá acercarse siquiera al mundo onírico? Es tentador dar rienda suelta al escepticismo, pues la espontaneidad parece situarse en el extremo opuesto de una película que se hace llamar “Part One” y que viene a inaugurar una saga de productos de ciencia-ficción transmedia, con spin-off ya acordado para HBO. Tampoco su fondo como mitología endurecida por el tiempo, eterna serie de culto tantas veces imaginada sobre la novela de Frank Herbert, parecería dejar espacio a la improvisación y el tanteo sorprendido de las ideas. En efecto, sus dos horas y media de duración (en especial una segunda mitad que es un atolladero de ideas fracasadas) resultan excesivas… Quedan lejos de la ligereza de un buen sueño.

Sin embargo, algunas de las imágenes de 'Dune' escapan a un vocabulario racionalista, categórico; nos trasladan a un territorio inquietante, que reconocemos pero no conseguimos explicar. Surcan los cielos de Arrakis unas naves espaciales de aspecto tremendo, proporciones gigantescas y la gravedad de una segunda tierra. Chapadas en mate, de negros insondables, son auténticos colosos de acero en un mundo que no acepta la lógica humana. Asistir al aterrizaje de uno de los buques –marciano en un sentido radical de la palabra– implica chapotear por entre el lodazal de lo siniestro, entre lo fascinante y lo pavoroso, en un evento siempre más grande que la vida misma. Desde mi butaca, entiendo cómo debieron sentirse aquellos primeros espectadores que pensaron en 1895 que el tren de los Lumière iba a arrollarlos.

Entiendo cómo debieron sentirse aquellos primeros espectadores que pensaron en 1895 que el tren de los Lumière iba a arrollarlos

No habrá despertar posible en un mundo visual que admite dentro de sí las mejores influencias de aquellos que lo precedieron: desde el trabajo con la ambientación postindustrial y las mascotas monstruosas del cine de David Lynch (recordemos, responsable de la única adaptación cinemográfica previa, solo ahora empezando a reivindicarse de nuevo) a las colmenas posthumanas y los seres pelados de Jodorowsky, Moebius y H.R. Giger. El Barón Harkonnen, hombre-criatura obesa, cerúlea y empolvada en un talco agrietado, podría nacer de cualquiera de las mentes anteriores. Sin embargo, anula nuestra razón la propia masa oscura del cuerpo, que se eleva siniestra por los aires: ¿cómo llegar a explicar el impacto emocional de una sola imagen, de un movimiento sencillísimo y perturbador? Minimalista, la película de Villeneuve recordaría a la ciencia-ficción minimalista del fallecido Jóhann Jóhannsson en ''Last and First Men, de una ontología tan simple y contundente que nos saca de nosotros mismos y nos abstrae. Incluso nos preguntamos qué hubiera podido suceder de habernos olvidado de que los personajes en la última 'Dune' vienen interpretados todos por un elenco repleto de caras conocidas.

Proyecta, lo vemos, una auténtica crisis en el mismo ejercicio de la crítica. No podemos explicar unas imágenes con palabras y, así, la escritura sobre cine pasa de lo científico a lo religioso. En 1969, la teórica cinematográfica Annette Michelson publicaba un artículo brillante (“Cuerpos en el espacio: El cine como ‘conocimiento carnal’”), en que analizaba cómo '2001: Odisea en el espacio' había trascendido las categorías analíticas del momento, obligando a la crítica a encontrar nuevas palabras y estructuras mentales para imágenes inexplicables. El cine como epifanía.

'Dune' empieza con una advertencia. Antes incluso de que la primera imagen haga su aparición en pantalla, una voz gutural, cavernosa, señala en un idioma desconocido una única orden: “Los sueños son mensajes desde las profundidades”, traduce un subtítulo. Son unas pocas sílabas confusas, apenas distinguibles como tal, pero dan la más valiosa clave para leer la película de Denis Villeneuve ('Blade Runner: 2046'). La oscuridad temprana abrirá paso a unas imágenes con las que debemos relacionarnos desde el mismo prisma con que soñamos… Evocamos polvos de sensaciones, dialogamos con imágenes difusas y conectadas solo por el capricho sabio de la intuición. Si el cine es sueño proyectado, a partir del primer minuto, nuestra obligación será jugar con las normas volubles del duermevela.