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Venéreas y bubones del siglo XIX: bienvenidos al Museo Olavide
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Venéreas y bubones del siglo XIX: bienvenidos al Museo Olavide

Escondido en los sótanos del Pabellón 8 de la Facultad de Medicina de la Complutense, este museo guarda cientos de réplicas de pacientes con enfermedades como la sífilis o la lepra

Foto: Lámina del 'Álbum Clínico de Dermatología' de Pérez Ortiz (1886). (Museo Olavide)
Lámina del 'Álbum Clínico de Dermatología' de Pérez Ortiz (1886). (Museo Olavide)

Víctimas de la lujuria y la ignorancia. Sífilis", reza el cartel, que representa a una mujer desnuda a la que envuelve la muerte, un esqueleto ataviado con una capa negra. De la mano de la joven, un niño, también desnudo, con la cabeza deforme y los dientes rotos. El cartel lo pintó Rafael López Álvarez en los años 20, como parte de una campaña de prevención contra las enfermedades de transmisión sexual. "Esto lo mandó hacer el Comité Antivenéreo, creado por Miguel Primo de Rivera durante la dictadura. Aunque luego lo prohibió por inmoral. En esa época, en Madrid, el 10% de las mujeres eran prostitutas", explica el dermatólogo Luis Conde Salazar, eminencia internacional en el campo de la piel sensible y director del Museo Olavide de la Academia Española de Dermatología y Venereología, uno de los museos más atípicos -y atópicos, perdón por el chiste- de Madrid.

Bautizado en honor de José Eugenio de Olavide, dermatólogo del siglo XIX y autor del atlas 'Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis' (1871), uno de los manuales fundamentales de la especialidad, el museo alberga una colección de figuras de cera de los siglos XIX y principios del XX que reproducen tridimensionalmente las manifestaciones de diversas enfermedades de la piel, acompañadas del historial del paciente, con la idea inicial de utilizarse para el estudio "en una época en la que la fotografía todavía era muy rudimentaria". Caras con úlceras, genitales con condilomas y cuerpos dolientes a tamaño natural esculpidos entre 1870 y 1930 que no sólo cuentan la clínica de enfermedades como la sífilis o la lepra, sino que también describen cómo era la sociedad madrileña de la época con una ciudad que empezaba a crecer a costa del éxodo rural cuando siquiera contaba con agua corriente -el primer grifo se instaló en 1860-.

placeholder Fotografía del antiguo Hospital San Juan de Dios. (Museo Olavide)
Fotografía del antiguo Hospital San Juan de Dios. (Museo Olavide)

"Tenemos 663 figuras; aunque no podemos tenerlas todas en el museo. Hay unas 465 que están restauradas y se conservan en unas cajas especiales", explica Conde mientras avanza por los pasillos del sótano del Pabellón 8 de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, donde se localizan el museo, el almacén, la biblioteca y el taller de restauración del Museo Olavide. Junto al médico trabajan los restauradores David Aranda y Amaya Maruri, los encargados de devolver la forma y el color a piezas más que centenarias. "Una figura de éstas tarda unos 20 días o un mes en recuperarse. En la guerra, cuando hay una batalla, se cogen los heridos que se pueden salvar. Nosotros hacemos un poco lo mismo. Hay algunas que están en tan mal estado que tardaríamos seis meses en reconstruirlas", admite.

Este tipo de figuras cogieron mucha fama también en Europa, pero Olavide fue de los pioneros, como reconoce Conde. Era una época en la que Francia -y después Alemania- representaban la vanguardia de la Medicina, pero aun así, las reproducciones de Olavide viajaron a Londres y a París, entre 1885 y 1895. Este tipo de figuras se popularizaron en Europa y se fabricaron en muchos países, pero "el problema es que muchas de estas reproducciones, al ser de cera, se destruyeron durante los bombardeos durante la Guerra Mundial. En Alemania, los mismos nazis -dice la leyenda- las derritieron para hacer velas".

placeholder Reproducciones en una de las salas del Museo Olavide. (Museo Olavide)
Reproducciones en una de las salas del Museo Olavide. (Museo Olavide)

"Los historiales tienen mucho interés", prosigue Conde, "porque no aparece sólo el nombre y la edad del enfermo, sino todas sus condiciones de vida. Muchas veces eran prostitutas. Daba mucha idea de la vida y el estrato social de la persona. También porque hablan de muchos tratamientos con dietas de alimentos específicos; lo que había en esa época. Por ejemplo, se utilizaba mucho el mercurio para el tratamiento de la sífilis, no sólo por vía oral, sino también a través de inyecciones y ungüentos. Había un dicho de la época que decía: ‘Unas horas con Venus y toda la vida con mercurio’".

Durante el recorrido, Conde se detiene frente a las piezas más llamativas de la colección. "Este caso, por ejemplo, es el de una niña que acude al médico y le diagnostican una sífilis. Los médicos hablan con la madre, que no sabe cómo se ha podido contagiar la hija. Preguntan si ha tenido relaciones incestuosas o coitos impuros, pero la madre lo niega. Empiezan a investigar y la madre les confiesa que ha tenido que dejar a la niña con una ama de leche para que la amamantara, porque ella no podía. Y entonces cuando inspeccionaron a la ama de leche se dieron cuenta de que tenía una lesión. Pero es que, posteriormente, se dieron cuenta de que la madre tenía una lesión en el pezón también. En este otro caso, tenemos dos figuras: una sífilis en una prostituta joven y otra mayor. La joven acude al médico para que le quite la lesión que tiene en la boca para poder seguir trabajando". Los historiales de los pacientes son largos y muy descriptivos de la forma de vida de ese Madrid de finales del siglo XIX.

Pero, ¿por qué hay tantos casos en mujeres dedicadas a la prostitución? Porque el doctor Olavide trabajaba en el Hospital San Juan de Dios (situado hasta 1897 en la plaza de Antón Martín) cuando creó el Museo Anatomo-patológico, cromolitográfico y microscópico en el año 1882, y la mayoría de pacientes del centro eran meretrices. "Era un hospital de prostitutas, generalmente, por lo que tenía las ventanas valladas para que las prostitutas no dieran escándalo y esas cosas", comenta Conde. "Eran generalmente mujeres del servicio doméstico, que venían de los pueblos, se quedaban embarazadas y las echaban de la casa; o viudas que se quedaban sin pensión. Había dos profesiones que estaban muy ligadas a la prostitución: las cigarreras y las modistas. La prostitución estaba completamente permitida y había incluso carnés según la clase de prostituta. Las prostitutas distinguidas, por ejemplo, tenían un querido que las mantenía".

placeholder Otra de las salas del Museo Olavide. (Museo Olavide)
Otra de las salas del Museo Olavide. (Museo Olavide)

Pero también acudían otro tipo de pacientes que también cuentan con su reproducción en el museo. "Estaba, por ejemplo, Teresa [señala el dibujo de una mujer con el cuerpo repleto de protuberancias de aspecto rocoso], una enferma que está referida en libros y revistas. Era una paciente que acudió al San Juan de Dios y la diagnosticaron de neurofibromatosis, llamada Molluscum pendulum . Ella vivía en el Hospicio San Bernardino y era conocida por todos los médicos y presumía de cierta categoría. Muchas veces venían a verla médicos extranjeros y, cuando había un congreso, la llamaban". El museo expone, incluso, un pie momificado. "Es un pie real que se cayó de un paciente. Era un enfermo que estaba en Asturias y tenía una serie de enfermedades sifilíticas y tenía que hacerse una serie de controles. Un día, mientras estaban haciéndole una cura, el pie, simplemente, se le cayó. Y en vez de tirarlo lo momificaron. Es frecuente que ocurra con enfermedades endocrinas. En diabéticos, por ejemplo".

Cuando el Hospital San Juan de Dios se trasladó a la Calle Doctor Esquerdo [en los terrenos del actual Gregorio Marañón] por su estado ruinoso, también lo hizo el museo. Allí estuvo hasta 1966, cuando Franco mandó derribarlo para levantar la Ciudad Sanitaria Francisco Franco. "Luego estuvieron dando vueltas uños años por el Colegio de La Paz, antigua inclusa, que estaba situado en la esquina de O'Donnell con Doctor Esquerdo. Y, finalmente, se perdieron. Yo estuve durante años buscándolas y mirando en los archivos hasta que las encontramos en un depósito en el Niño Jesús en 2005. Nadie sabía lo que eran y allí habían estado durante décadas. Estaban en mal estado, metidas en cajas de madera de más de 100 años, pero uno de los últimos escultores embaló las figuras para protegerlas. Había hasta periódicos de la guerra de Cuba envolviéndolas".

placeholder Otra lámina del 'Álbum Clínico de Dermatología' de Pérez Ortiz (1886). (Museo Olavide)
Otra lámina del 'Álbum Clínico de Dermatología' de Pérez Ortiz (1886). (Museo Olavide)

Al final del recorrido, el museo ha recreado con muebles originales donados por una dermatóloga un despacho de médico de la época. En la pared, un retrato de José Sánchez Covisa, uno de los miembros ilustres de la Academia de Medicina, también miembro fundador de la Academia de Dermatología y diputado por Cuenca por el Partido Radical Socialista, que acabó exilado en Venezuela en 1938. Y, en la entrada a la entancia, el Atlas de Olavide recibe al visitante. Es un libro enorme con láminas coloreadas y muy detalladas. "Tardó 10 años en hacerlo y sólo lo podían comprar los médicos muy pudientes", cuenta. En la biblioteca también han recogido tratados y manuales de todas las épocas relacionados con la dermatología, muchos de ellos donados por compañeros, otros encontrados tras una búsqueda intensa.

El museo, que antes recibía visitas en grupo, sobre todo de estudiantes de Medicina, cerró a causa de la pandemia, pero espera volver a abrir sus puertas pronto, escondido en los sótanos oscuros de la Facultad de Medicina de la Complutense, atesorando el recuerdo de cientos de personas de las que ahora queda un historial esculpido en cera.

Víctimas de la lujuria y la ignorancia. Sífilis", reza el cartel, que representa a una mujer desnuda a la que envuelve la muerte, un esqueleto ataviado con una capa negra. De la mano de la joven, un niño, también desnudo, con la cabeza deforme y los dientes rotos. El cartel lo pintó Rafael López Álvarez en los años 20, como parte de una campaña de prevención contra las enfermedades de transmisión sexual. "Esto lo mandó hacer el Comité Antivenéreo, creado por Miguel Primo de Rivera durante la dictadura. Aunque luego lo prohibió por inmoral. En esa época, en Madrid, el 10% de las mujeres eran prostitutas", explica el dermatólogo Luis Conde Salazar, eminencia internacional en el campo de la piel sensible y director del Museo Olavide de la Academia Española de Dermatología y Venereología, uno de los museos más atípicos -y atópicos, perdón por el chiste- de Madrid.

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