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Juarma, de temporero a bestseller: "Me gusta que me reconozcan en mi pueblo"
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Juarma, de temporero a bestseller: "Me gusta que me reconozcan en mi pueblo"

Trabajó en el campo y como camarero y acaba de vender más de 10.000 ejemplares de 'Al final siempre ganan los monstruos', la historia de unos chavales de pueblo sin expectativas

Foto: El escritor Juarma
El escritor Juarma

Juarma, Juan Manuel López, aunque para todos es Juarma y ya está, no tenía pensado publicar una novela en su vida. Escribía, sí, y dibujaba. Desde los 14 años en Deifontes, el pueblo de la Granada oriental en el que nació en 1981. Pero no se lo enseñaba a nadie. Es más, le daba apuro si algún profesor, que algo había visto en ese chaval, le pedía que leyera en clase algo que hubiera escrito. Y así fue pasando el tiempo. Acabó trabajando en mil asuntos, como jornalero, como camarero, como temporero en Francia. Pero nunca dejó de escribir. Y un día del pasado enero llegó a las librerías con ‘Al final siempre ganan los muertos’ (Blackie Books), la historia de un grupo de chavales de un pueblo granadino que se ha convertido en un pelotazo. Más de 10.000 ejemplares, dice la editorial, y una segunda edición. Nada mal para no haber querido publicar nunca una novela.

“Empecé a escribir antes que a dibujar, pero es que en casa no tenía ni máquina de escribir ni ordenador, así que escribía en un folio. Pero pensaba: a ver a dónde mando yo esto, y como no sabía… pues decidí escribir para mí. Y ahora con lo que está pasando, pues me hace una ilusión con la que yo no contaba”, se excusa el escritor que sí se había autoeditado fanzines como ‘Me gustas, pero dentro de un nicho’, ‘Romance neanderthal’ o ‘Libertad para lo mío’. Títulos certeros.

placeholder 'Al final ganan los monstruos', de Juarma
'Al final ganan los monstruos', de Juarma

Lo cuenta por teléfono ya que se encuentra en Salamanca poco antes de la presentación de su libro. Y su discurso suena honesto. También cuando dice que lo que más le gusta de todo “es que me reconozcan en mi pueblo”. Que su madre y el alcalde estén orgullosos del chico del que pensaban que algún día se le quitaría esa afición rara de escribir. “Y que si hay gente joven que quiere escribir que vea que existe esa posibilidad de que te publiquen un libro”, añade. Y no se olvida de la biblioteca del pueblo. La que le enseñó los clásicos, autores “como Dostoievski o Chuckri” y a los poetas. “Era una biblioteca maravillosa”, confiesa.

Le gusta que su madre y el alcalde estén orgullosos del chico del que pensaban que algún día se le quitaría esa afición rara de escribir

La historia sucedió un poco por casualidad y con mucha suerte. Como suceden estas cosas. Hacia 2017 empezó a colgar en Facebook algunos relatos de personajes como el Lolo, Dani, el Liendres, el Juanillo, la Vanesa. Chavales de un pueblo, Villa de la Fuente, sin mucho oficio ni beneficio y con pocas más aficiones que jugar a la Play, ponerse ciegos de cocaína e ir al cine a ver películas como Transformers “con muchas explosiones”. Enseguida aquellos relatos fueron ganando adeptos y se montó un club de lectura. Un amigo envió todo aquello a Blackie Books, que tras darle alguna forma, acabó publicándolo. No tiene ningún mal ojo este sello para la literatura española. En los últimos meses ha publicado ‘Los asquerosos’, de Santiago Lorenzo; ‘Simón’, de Miqui Otero; ‘El evangelio’, de Elisa Victoria; y este ‘Al final siempre ganan los monstruos’, de Juarma. Cuatro bombazos de crítica y público. Es de aplauso.

Personajes ficticios

El lector puede estar impelido a pensar que estos personajes de Juarma están sacados de la pura realidad, que convivió con ellos en el pueblo, pero el escritor rápidamente ataja: “Son totalmente ficticios. Yo no quería que se parecieran a nadie que pudiera existir, no hay ningún referente directo. Pero sí quería captar el entorno, el ambiente…”. Y eso sí que está. Un ambiente que es deprimente. A veces se puede esbozar alguna sonrisa porque hay momentos graciosos, pero la mayor parte del tiempo la vida de estos chicos provoca desazón. Las subidas y las bajonas de la droga, que al final es simplemente una excusa para contar otra cosa. Es una novela durísima.

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Juarma

“Yo de lo que quería hablar es del desencanto y de la falta de expectativas. Se ve en personajes como el Juanillo, que trabaja en el campo. Y esto es lo que marca, más que vivir o no en un pueblo. Lo que te marca en tu vida es el condicionante económico”, asegura Juarma quien, por otro lado, no incluye en ningún momento el asunto político (por cierto, en su pueblo de verdad, en Deifontes, Izquierda Unida arrasa en las elecciones municipales y el PSOE en las generales).

"Más que vivir o no en un pueblo lo que te marca en tu vida es el condicionante económico”

Tampoco se detiene a hablar del resentimiento o el odio del pueblo frente a la ciudad. Es más, casi le parece una tontería. “¿Resentimiento? Resentimiento uno tiene con el que le roba. Yo no tengo odio contra la ciudad. Sería un odio de clase contra el que te oprime, pero no contra la ciudad. A ver, en los pueblos hay cosas buenas y cosas malas, pero como en la ciudad, pero sí que puede haber esa sensación de que no hay futuro”, admite.

Por eso, mucho más que este tema lo que le preocupa a Juarma es el determinismo. Si hay mucha droga, dice, es “porque los padres de estos chicos tuvieron muchos problemas con el alcohol”. De hecho, casi todos son huérfanos de padre. El borrachín del bar que acabó cirrótico perdido. Y si hay falta de expectativas es porque, según él, donde naces te quedas o es muy difícil salir. “Es que yo ese determinismo lo he vivido. Vengo de una familia de emigrantes en Francia, mis padres lo fueron, yo también… Y eso claro que te determina, te cierra a otras muchas cosas. A mí me ha marcado toda la vida”, sostiene.

“¿Resentimiento? Resentimiento uno tiene con el que le roba. Yo no tengo odio contra la ciudad"

La vin compae

Otro aspecto con el que el escritor consigue que esta historia avance como la seda es el lenguaje. ‘Jartible’, ‘La vin compae’, ‘qué pollas’, ‘malafollá’, ‘ennortao’ se deslizan por las páginas junto a motes como el Liendres, el Mal Hecho, el dientesdeoro, y referencias de la cultura popular como las canciones bachateras de Romeo Santos -el libro se abre con una cita de este cantante de la canción ‘Centavito’-, el house de Bob Sinclair en ‘World hold on’ o la música disco de Jocelyn Brown en ‘Somebody Else’s guy’. Como bola extra, Juarma ha hecho una playlist con todas las canciones que aparecen en el libro que se puede escuchar aquí.

“Lo que quería era hacer la historia lo más localista posible y poner un lenguaje cercano. Por eso puse la cita de Romeo Santos. Pero como no se iba a leer, quería crear el mundo que me diera la gana a mí”, explica.

Jartible’, ‘La vin compae’, ‘qué pollas’, ‘malafollá’, ‘ennortao’ se deslizan por las páginas junto a motes como el Liendres, el Mal Hecho, el dientesdeoro

Después ocurrió que no fue así, pero Juarma tampoco quiere darle muchas vueltas, ni siquiera a una futura carrera como escritor. “Yo he escrito este libro y no sé si escribiré otro”, señala. Lo que sí cambió, pero hace ya tiempo, fue de residencia. Ya no vive en Deifontes, sino en El Puerto de Sagunto, al norte de Valencia. Pasó de una localidad de 2.500 habitantes a una de más de 40.000. “Salí de allí porque quería cambiar de vida y dejar de hacer esos trabajos. Ahora estoy dibujando, escribiendo, pero no sé muy bien qué voy a hacer”, admite. Si alguien quiere ver sus dibujos acaba de publicar el cómic 'Abrázame hasta que esta vida deje de dar puto asco'.

Pero, por el momento siguen su andadura, y todavía les queda, los personajes de ‘Al final ganan los monstruos’, que ganan, pero ganan mal. “Hay historias que no pueden acabar de otra manera”, se lamenta. Algo sabe.

Juarma, Juan Manuel López, aunque para todos es Juarma y ya está, no tenía pensado publicar una novela en su vida. Escribía, sí, y dibujaba. Desde los 14 años en Deifontes, el pueblo de la Granada oriental en el que nació en 1981. Pero no se lo enseñaba a nadie. Es más, le daba apuro si algún profesor, que algo había visto en ese chaval, le pedía que leyera en clase algo que hubiera escrito. Y así fue pasando el tiempo. Acabó trabajando en mil asuntos, como jornalero, como camarero, como temporero en Francia. Pero nunca dejó de escribir. Y un día del pasado enero llegó a las librerías con ‘Al final siempre ganan los muertos’ (Blackie Books), la historia de un grupo de chavales de un pueblo granadino que se ha convertido en un pelotazo. Más de 10.000 ejemplares, dice la editorial, y una segunda edición. Nada mal para no haber querido publicar nunca una novela.

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