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Miqui Otero presenta a Simón: "Hay dos burguesías catalanas, la fanática y la cínica"
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Miqui Otero presenta a Simón: "Hay dos burguesías catalanas, la fanática y la cínica"

El autor catalán publica una novela que presenta un retrato histórico y generacional de la Barcelona de los últimos treinta años

Foto: El escritor Miqui Otero (ELENA BLANCO)
El escritor Miqui Otero (ELENA BLANCO)

Simón tiene ocho años cuando se celebra la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Su familia regenta un bar en Sant Antoni, ni pijo, ni chic ni de diseño. Era la Barcelona pre-todo. Y por allí irán pasando muchas cosas, toda la biografía de Simón, que es un poco la de su creador, el escritor Miqui Otero (Barcelona, 1980) y la de todos los nacidos a principios de los ochenta. Porque 'Simón' (Blackie Books) es un novelón de casi 450 páginas que abarca, como el propio Otero afirma, "la deriva de un país", contada por alguien que observa. Desde esa euforia de 1992 hasta el procés, el 1 de octubre y los atentados de las ramblas. Una historia, que resalta, está llena de trucos y astucias políticas. Y de ahí, según él, unas cuantas decepciones.

PREGUNTA: ¿Cómo surge esta historia de la Barcelona de los últimos treinta años?

RESPUESTA: En realidad habla de una deriva del país. Quería que fuera una novela que arrancara con la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos y acabara en los meses posteriores al atentado porque me parecía que si quería narrar el ascenso y caída de la inocencia y pérdida de las certezas de un personaje, la mejor manera de hacerlo a través de una ciudad y un país era plantear estos dos fechas. La euforia olímpica en la que todo el mundo tenía un sentido de lo colectivo luminoso y acrítico y con un punto incluso de borrachera, pero con cosas bonitas también. La inauguración en sí tenia un montón de temas que luego quería explorar como esa astucia de que cuando entrara el rey de España sonara Els Segadors y así anulaba todo… Este juego de astucias políticas permitieron que todo el mundo comprara ese truco y que todo el mundo creyera que aquello era un momento mágico. Simón se cree todos los trucos de su primo con fe ciega y la ciudad y el país también se creyeron toda esa serie de trucos porque fueron mentiras que estaban bien elaboradas.

placeholder 'Simón'
'Simón'

P: La novela se ambienta en un bar del barrio de Sant Antoni, que está lejos de ser la imagen que durante décadas exportó Barcelona, sobre todo en los noventa y 2000: el diseño, lo chic, lo cosmopolita, lo guay. ¿Otro truco?

R: Entre otras cosas, para eso se escriben las novelas, para explorar las contradicciones que encierra cualquier idea e ir más allá de la visión turística. Por eso para entender una ciudad tienes que leer una novela y no comprar una guía turística. En Barcelona, como en todos los territorios, hay un relato principal que domina, luego desde fuera hay una serie de prejuicios, desde dentro, por complejos y tal, hay otra forma de explicar la ciudad, y luego hay otros relatos paralelos. La novela lo que hace es explicar estos relatos no tan oficiales y eso está en las escenas del bar familiar y en muchas otras cosas.

P: Hay ensayos que señalan hoy que los noventa fueron una época optimista. ¿Lo crees así?

R: Bueno, pero porque éramos adolescentes y el adolescente tiende a ser muy tremendista. A nosotros nos pilló en esa época. Carlos Fuentes decía que el 68 había sido un año constelación, es decir, un año en el que suceden muchas cosas y en España el 92 fue un año constelación, un año de cambios, la expo, el aniversario de 1492, las olimpiadas. Y aunque yo tuviera 12 años y mis inseguridades de niño viejo, sí que es cierto que en el país hubo un momento de alegría, de euforia… Culturalmente el inicio de la década sí que tuvo un impulso de estallido, de vamos a ser otra cosa, vamos a crecer muchísimo. Y a veces lo que te das cuenta es que es como estas veces en las que un niño tiene fiebre, pega un estirón y eso lo hace más torpe… Al país le pudo pasar eso quizá. Se creyó que iba a crecer muy rápidamente, pero luego había otra serie de problemas.

P: En la familia, el padre y el tío de Simón, emigrantes gallegos en Cataluña, son muy diferentes. Uno es votante del PSOE, más progresista, el otro, conservador, e incluso todavía franquista. ¿Existe esta polarización desde hace cuarenta años en Cataluña? ¿Por eso se ha llegado a esta situación?

R: Su enfrentamiento tiene que ver con las diferencias ideológicas, pero que surgen de una anécdota infantil muy concreta. Bueno, creo que esos dos colores siguen existiendo a día de hoy y cada vez más polarizado. Yo tengo claro dónde tengo mis lealtades. No soy una persona equidistante en absoluto con esto, pero creo que una novela sirve para explorar este tipo de conflictos. Estos dos hermanos que crecen enfadados, que casi no se hablan... intento comprender de dónde vienen sus convicciones. El que sea una novela larga es porque intenta explicar muchos temas y sospecho que viene de una inquietud por estar un poco cansado de la proclama breve, de lo unívoco, y una novela te permite ver las contradicciones. Pero escribir desde la duda no es ser equidistante.

Estoy un poco cansado de la proclama breve, de lo unívoco, y una novela te permite ver las contradicciones. Pero escribir desde la duda no es ser equidistante

P: Pero parece un ejercicio que no se hace mucho.

R: Yo escribo siempre desde la duda. Lo explico con el dilema Zaplana y Acebes. Siempre me planteaba si prefería a un cínico o a un fanático. Es una pregunta tramposa porque a priori podrías preferir al fanático, ya que te viene de frente, pero por otro lado el fanático es irreformable. Al cínico puedes llegar a convencerlo porque no piensa lo que dice, pero también es más peligroso. Este tipo de dudas me sirve para escribir. El cínico y el fanático también están en los tipos de burguesía. Qué prefiero, una clase privilegiada clasista que muestre su dinero de forma ostentosa o una burguesía catalana aparentemente más comprensiva… pues me será más facil tratar con alguien que no sea abiertamente clasista, pero la otra también tiene sus trampas porque ocultar el dinero también es una forma de perpetuarlo. Desde estas preguntas empiezo a escribir.

P: Citas a Eduardo Mendoza cuando dices “en esta ciudad el ayuntamiento actúa del mismo modo como llueve: pocas veces, pero a lo bestia”. ¿Ahora también?

R: Es una frase totalmente cierta. Por eso en muchas novelas sobre Barcelona pasa. De repente le entran unas calenturas, unas fiebres que hace que crezca de una manera muy bestia y son como una borrachera que después deja una resaca. Esta frase también sirve para explicar cómo funciona la novela.

P: ¿Y ahora es la resaca de una borrachera? Cuando se ven esas calles vacías… ¿es la resaca del turismo? ¿De lo ocurrido en los últimos años?

R: Todo tipo de crisis, ya sea política, económica o sanitaria, como la de ahora, lo que creo es que es como el líqquido de contraste que inyectan en algunas pruebas médicas y que hacen que algo que hay malo en el organismo se manifieste de forma muy nítida. Una crisis lo que hace es evidenciar los problemas que estaban ahí. Y ahora evidentemente la ciudad esta como el país, como replegada después de determinados momentos de agitación política muy grande. Barcelona tiene un PIB turístico del 16% y cuando esto se desmonta hay que afrontar el problema de alguna manera, y la crisis procesista es otra de estas crisis. Y en la novela aparecen con los personajes como el padre y el tío o toda una reflexión sobre la fe. Cuando Simón es un niño yo la aplico a su fe en los libros, o en Rico o la fe olimpica, que según cómo se vehicule da pie a otras situaciones, Y en eso se reflexiona con el asunto del proces.

P: En la novela, Simón vive el 1 de octubre desde fuera, visitando colegios, pero más como observador. ¿Era una manera de tratar el 1O sin implicación?

R: Para mí una cosa es la actuación policial el 1 de octubre, que me parece injustificable, aunque Simón lo vea desde fuera… Lo ve desde fuera y está preocupado porque si deja de repartir le van a quitar las rutas y no va a tener pasta. Pero para mí una cosa es el 1 de octubre y otra cosa es una historia mucho más larga que es el Procés, y otra cosa es la cultura procesista, que fue una serie de trucos que jugó la clase política independentista en Cataluña. Para mí son cosas diferentes. En la novela Simón tiene un padre que es el charnego más adaptado, un tio que es todo lo contrario, una amiga íntima que se implica y se cree a tope todo ese momento mientras que él lo mira con una distancia absoluta. Hay un momento en el que a él le toca repartir en una fiesta el 3 de octubre. Es un after y hay una reflexión sobre el juego de la gallina de 'Rebelde sin causa' en el que el que gana es el último que se tira del coche, Los dos tienen mucho que perder, pero ¿por qué lo hacen? Pues porque algo hay que hacer. Yo esta reflexión la coloco en ese after donde están hasta las narices de seguir bebiendo y seguir drogándose, pero tiran para adelante, lo que me sirve como paralelismo de lo que ocurrió durante esos meses.

[El procés] es ese after donde están hasta las narices de seguir bebiendo y seguir drogándose, pero tiran para adelante

P: ¿También el hartazgo?

R: Desde fuera y de los propios protagonistas desde dentro, sospecho. Llegó un momento que era “seguimos tirando porque no podemos detener estos dos coches”. Y como pasa en el bar de Simón entre el padre y el tío las posiciones se fueron enrocando cada vez más. Yo en mis columnas y como catalán que vivo aquí tengo unas opiniones sobre la cultura del procés, es decir, tirar hacia adelante sin tener nada preparado. Pero tambien tengo una opinión bastante clara sobre cómo reaccionó en determinados episodios el Estado español, tarde y de una manera torpe. Y lo que me permite la novela es que una voz, que entonces no sería demasiado escuchada porque se decía que era equidistante, pues en la novela es la suya y puede explicarse con espacio.

P: La novela culmina en 2018. Ya han pasado tres años del 1 de octubre. ¿Ha bajado el suflé y se puede hablar del Procés ya de otra manera? ¿Incluso con humor?

R: Bueno, creo que desde los sectores más rupturistas se ha hecho humor con el Procés. Hay un vínculo raro entre el que hubiera sido más rupturista y el que hace humor con cómo se hicieron las cosas. Todas estas crisis son cíclicas. Tienen unos ciclos y luego vuelven a bajar, pero tambien creo que no hay ceniza sino brasa y eso todavía no se ha resuelto. En cuanto haya otro viento o alguien sople demasiado esas brasas van a volver a arder de alguna manera. Ahora quizá está en un momento en el que está menos encendido, pero cualquier ventolera puede volver a encender esta situación. Para empezar porque hay una cuestión demográfica. Hay un tanto por ciento de gente muy joven que se defeniría como independentista, por lo que decir que ese problema está resuelto es no conocer el problema. Tiene que haber una cultura de acercar posturas, porque por una vía meramente judicial y en algunos momentos policial tampoco se va a matar este conflicto. Va a seguir latente.

placeholder El escritor Miqui Otero (ELENA BLANCO)
El escritor Miqui Otero (ELENA BLANCO)

P: Hasta ahora hemos tenido ensayos de todo tipo, ¿pero hay ya distancia para que lo retrate la narrativa?

R: La novela necesita a veces un pelín de distancia y por eso yo la acabo en 2018. Le dedico el tramo final solo, 30 o 40 páginas. Pero escribir La Novela del Procés me parece que es un poco prematuro. Lo que pasa que hay algo que la novela hace bien y es explicar algo que ha sucedido recientemente, pero no hacerlo ambientado en esa época de forma realista sino yéndote un poco mas atrás para ver de donde vienen las causas. Yo le dedico treinta páginas a un tema ambientado en esa época pero según cómo leas la novela ves que hay una reflexión sobre el pasado reciente.

Hay un tanto por ciento de gente muy joven que se defeniría como independentista, por lo que decir que ese problema está resuelto es no conocer el problema

P: Desde luego desde el inicio, con las Olimpiadas y esa entrada de los reyes en el estadio, hasta ahora con una pandemia, una crisis de autoridad de los partidos y con un rey que no puede ir a Barcelona, da un vértigo tremendo.

R: Sí, también no solo por lo que ha pasado aquí. La visión de la monarquía que se tenía en 1992… era una monarquía absolutamente blindada. La visión también era muy buena porque se creaba todo el caldo cultural en medios etc etc etc para que fuera así. Esta no visita del rey no es solo por lo que ha pasado recientemente en Cataluña, que también, sino porque hace mes y medio dio ese comunicado y se fue. Impepinablemente a principios de los noventa todo estaba menos polarizado y se veía de otra forma. Y ahora las cosas se han enconado. Y son mucho más complejas y a veces por aplazar los problemas la situación está más polarizada y es más complicada. Lo cual no quiere decir que la Historia sea algo lineal. De repente podemos volver hacia atrás. Pero ha pasado con todo, con la postura independentista y con el nacionalismo español. La extrema derecha española no es la misma que en su día porque el entorno mundial tampoco es el mismo, porque todo está infectado por la idea de las verdades a medida, de los relatos mentirosos…

Cuando te empiezas a establecer como una persona independiente fue cuando empezó la crisis, que teníamos 27-28 años. Eso influye en tu manera de ver las cosas

P: Los personajes y nosotros mismos somos hijos de las manifestaciones antiglobalización, de Génova, de Porto Alegre. Ahora tenemos hasta un vicepresidente de nuestra edad. ¿La decepción de Simón es generacional? ¿Es por eso que ocurrió hace veinte años y luego la crisis económica y todo lo demás?

R: Claro que hay una decepción, pero que va por lo que ha pasado, pero también va con la edad. Llegan las rondas de desengaño de las que no se libra nadie y que te llevan a ver el mundo de otra manera. Y nosotros podemos decir que nos va bien, pero el hecho de que tú o yo viviéramos esa euforia con 12 años y que cuando te empiezas a establecer como una persona independiente fuera cuando empezó la crisis, que teníamos 27-28 años, pues eso influye en tu manera de ver las cosas. La generación Milenial ya irá por detrás, porque ni siquiera le hubieran comprado esa serie, pero a nosotros es como si nos hubieran comprado el piloto de una serie y luego esa serie se hubiera cancelado o la hubieran rodado con muchísimo menos presupuesto. Mucha gente con 25-26 ya tenía un curro y veía una estabilidad a la vista y volvió a caer en una precariedad post adolescente. Y ese daño de nuestra generación también tiene que ver con eso. También tiene que ver con que cuando se llega al poder, el que tenía unas ideas más solemnes tiene que confrontarlas con la realidad, con la política del día a día y tiene que templarlas.

Simón tiene ocho años cuando se celebra la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Su familia regenta un bar en Sant Antoni, ni pijo, ni chic ni de diseño. Era la Barcelona pre-todo. Y por allí irán pasando muchas cosas, toda la biografía de Simón, que es un poco la de su creador, el escritor Miqui Otero (Barcelona, 1980) y la de todos los nacidos a principios de los ochenta. Porque 'Simón' (Blackie Books) es un novelón de casi 450 páginas que abarca, como el propio Otero afirma, "la deriva de un país", contada por alguien que observa. Desde esa euforia de 1992 hasta el procés, el 1 de octubre y los atentados de las ramblas. Una historia, que resalta, está llena de trucos y astucias políticas. Y de ahí, según él, unas cuantas decepciones.

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