Hiroshima y Nagasaki: de la barbarie de la bomba atómica a las ciudades más pacifistas
El centro cultural La Térmica acoge 45 fotografías de Toñi Guerrero. Son retratos de supervivientes que reflejan cómo la cultura de paz es el emblema de ambas urbes
Hiroshima y Nagasaki están asociadas, de modo inevitable, con la barbarie de las bombas atómicas que el 6 y 9 de agosto de 1945 arrasaron estas dos ciudades japonesas. Pero Hiroshima y Nagasaki son mucho más que drama y tragedia. Se han convertido en las dos urbes más pacifistas del planeta y así lo reflejan no solo en cada ceremonia (este año se ha cumplido el 75 aniversario del lanzamiento de los dos artefactos nucleares), sino en su realidad cotidiana.
La fotógrafa Toñi Guerrero, colaboradora de El Confidencial, expone desde hoy y hasta el 8 de diciembre en La Térmica de Málaga 45 imágenes tomadas en agosto de 2019 en Hiroshima y Nagasaki que expresan cómo la cultura de paz se ha convertido en el emblema de estas dos ciudades vitalistas que han sido capaces de superar la destrucción, sin odio ni rencor. Tampoco olvidan lo que sufrieron en el epílogo de la Segunda Guerra Mundial.
“He intentado transmitir el dolor que he sentido, tanto por los que desaparecieron, como por los que, estando vivos aquí, han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la destrucción. He pretendido mostrar cómo es un país que ha perdonado, que ha aprendido el valor de la paz, que recuerda a sus muertos, que no quiere armas nucleares. Que, en definitiva, festeja todo lo que representa el pacifismo”, señala Guerrero en el catálogo de la exposición que cuenta con la colaboración de la obra social “la Caixa”.
Agustín Rivera, periodista de este diario y comisario de la muestra, fue corresponsal en Japón. Ha sido enviado especial a Hiroshima y Nagasaki para Diario 16, El Mundo y El Confidencial. “Toñi Guerrero ha logrado en estas fotografías adentrarse en el alma japonesa. Su ‘kokoro’ (corazón) conecta muy bien con el mundo nipón. Es una persona paciente que busca siempre la mejor instantánea y dedica el tiempo que sea necesario. Es respetuosa y atenta con el fotografiado. Le gustan los detalles”.
"Recordando siempre las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki pienso que algo así no volverá a suceder"
Guerrero tiene claro que no podemos olvidar la explosión nuclear, “porque si olvidamos corremos el riesgo de olvidar el error, aunque sea de otra forma y con otros medios, cometeríamos la misma equivocación. Al igual que el ‘Genbaku Domu’ (Monumento de la Paz de Hiroshima) está presente para recordarnos lo que pasó, hay que recordar lo que hicieron las bombas atómicas, que representan el deseo de aniquilamiento y destrucción del contrario en su máxima expresión, y así, recordándolo siempre, pienso que no volverá a suceder”.
Un presente alegre
“Me gusta mucho de Japón su educación, sus formas y su simpatía con el visitante; hasta tal punto que cada vez que vuelvo de un viaje a Japón siento una pequeña impresión por el contraste cuando regreso a Europa. Me siento cómoda en aquel país y creo que podemos aprender de ellos”, añade la fotógrafa.
La exposición arranca y culmina con un retrato de la señora Mori (Mori-san) . Su historia impactó a Guerrero. En la tarde del 6 de agosto, tras la explosión atómica, se encontró con una niña que tenía el cuerpo en carne viva. Le pidió agua y ella siguió su camino. Esa imagen le ha marcado su vida. Se siente culpable de no haberla ayudado. ”El retrato de Mori-san abre esta muestra de fotografías y representa el optimismo de la superación. Es una mujer culta que vivió una experiencia traumática y la ha superado”. Mori-san representa un pasado triste y un presente alegre. Su figura es atractiva por la relación simbólica que tiene con el sentido de la exposición.
Hiroshima y Nagasaki están asociadas, de modo inevitable, con la barbarie de las bombas atómicas que el 6 y 9 de agosto de 1945 arrasaron estas dos ciudades japonesas. Pero Hiroshima y Nagasaki son mucho más que drama y tragedia. Se han convertido en las dos urbes más pacifistas del planeta y así lo reflejan no solo en cada ceremonia (este año se ha cumplido el 75 aniversario del lanzamiento de los dos artefactos nucleares), sino en su realidad cotidiana.
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