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El manuscrito perdido de Juan Marsé: un viaje a la Andalucía franquista
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El manuscrito perdido de Juan Marsé: un viaje a la Andalucía franquista

La editorial Lumen recupera 'Viaje al sur' del escritor catalán fallecido este verano. Crónicas de un viaje por la Andalucía de 1962 que se hallaba en los archivos de Ruedo Ibérico en Holanda

Foto: Juan Marsé, a finales de 1960, en la casa familiar de la calle Martí durante una entrevista realizada por Vázquez Montalbán. Foto: Miguel Barceló (Familia Marsé Hoyas)
Juan Marsé, a finales de 1960, en la casa familiar de la calle Martí durante una entrevista realizada por Vázquez Montalbán. Foto: Miguel Barceló (Familia Marsé Hoyas)

Juan Marsé murió en Barcelona el pasado 18 de julio, dejándonos en apariencia una obra completa, sin muchas posibilidades de ser redondeada con testamentos póstumos. Había dos excepciones para romper la norma, ambas sedimentos de 1962. La primera era la novela 'Esta cara de la luna', desaparecida del catálogo editorial del escritor por voluntad propia, mientras la segunda era un misterioso 'Viaje al sur', de intrahistoria muy interesante tanto por su gestación como por los recientes entresijos de su redescubrimiento.

En ese año de gracia de 1962 Marsé era un joven autor con mucho futuro y una serie de cuentas a ajustar para poder volar libre, sin ataduras laborales, alejándose de su pasado hasta renunciar a su profesión de joyero en la villa de Gracia de la ciudad condal tras quince años enfrascado en esa profesión. En 1960 había publicado su ópera prima, 'Encerrados con un solo juguete', casi ganadora del Biblioteca Breve, digna de ser revisitada por su visión desoladora de los vencidos, un impresionismo topográfico algo miedoso a la hora de definir los lugares y la inclusión de muchos elementos más tarde desarrollados con mayor solvencia a nivel narrativo.

Esa ficción era la invitación a una carrera, y en el caso de nuestro protagonista esta se amparaba en magníficos anfitriones como Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferrater o el incomparable Carlos Barral, quien en 1961 movió hilos, consiguiéndole una beca del Congreso por la Libertad de la Cultura, una organización clave para la España antifranquista, como bien desarrolló Jordi Amat en su ensayo 'La primavera de Múnich' (Tusquets), centrado en la gestación del famoso contubernio en la capital bávara. Así fue como Marsé aterrizó en París. Su paso por la ciudad de la luz le sirvió para adentrarse en una serie de ambientes bien distintos a los de la gris España de principios de los sesenta.

Nuestro protagonista esta se amparaba en magníficos anfitriones como Jaime Gil de Biedma, Gabriel Ferrater o el incomparable Carlos Barral

Las dificultades para integrarse se disiparon al relacionarse con otros compatriotas, afiliándose al partido comunista sin recibir nunca el carné mientras se ganaba el estipendio con clases de conversación a unas burguesitas francesas, entre ellas Thèrese Casadesus, hija de un pianista de origen catalán, y como el nombre hace la cosa pueden intuir la inspiración para el personaje femenino de su novela más popular. Además de estas lecciones trabajó en el laboratorio de bioquímica del Instituto Pasteur y contactó con la incipiente editorial Ruedo Ibérico, proponiéndole su editor José Martínez un libro sobre Andalucía con clara intención de crítica social al estilo de 'Campos de Níjar', de Juan Goytisolo, o 'Caminando por las Hurdes', de Antonio Ferres y Armando López Salinas, ambos volúmenes ilustrados, respectivamente, con fotografías de Vicente Aranda y Oriol Maspons.

La azarosa travesía de un manuscrito

En 2015 la editorial Anagrama publicó 'Mientras llega la felicidad', de Josep María Cuenca. Esta primera biografía de Marsé tiene el poso de quien ambiciona ser definitivo sin poder serlo ante la novedad del proyecto, relevante por muchas investigaciones de calado, como la correspondiente a 'Viaje al Sur', hasta esa publicación un recuerdo remoto con el lamento de lo perdido. A partir de las pesquisas para precisar la existencia del autor de 'Si te dicen que caí' aparecieron sesenta y cuatro hojas de papel de medida holandesa, hoy en día obsoleta, y pudo reconstruirse la singladura de esa travesía andaluza, con el malogrado literato acompañado de Antonio Pérez y el fotógrafo Albert Ripoll Guspi, barcelonés en la onda del realismo social imperante por aquel entonces.

placeholder Retratos del viaje de Marsé a Andalucía en los 60 extraídos del libro 'Viaje al sur'
Retratos del viaje de Marsé a Andalucía en los 60 extraídos del libro 'Viaje al sur'


Pérez, más tarde puntal de la cultura conquense con su fundación y biblioteca, se había vinculado a Ruedo Ibérico desde el antifranquismo, peleándose con José Martínez poco antes del itinerario meridional con Marsé. Del mismo sólo sabíamos su cronología, de finales de septiembre a octubre de 1962, entre las riadas del Besós y la crisis de los misiles cubanos, y la desestimación de publicarlo al ser un texto poco comprometido desde las coordenadas de la época, donde uno debía ser comunista a ultranza sin tener un estilo propio como el de Marsé, siempre fantástico en sus críticas, inteligentes, sarcásticas y voraces desde el apego a la independencia del creador.

Andreu Jaume quiso remediar esta laguna hasta devenir un detective de primera categoría, con una serie de pistas iniciales localizadas en el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam, donde el archivo de Ruedo Ibérico se halla a buen recaudo. Antes otros intentaron la empresa de ubicar el manuscrito extraviado, entre ellos la mismísima Carmen Balcells. El editor mallorquín rescató muchas de las instantáneas de Albert Ripoll Guspi, sin dar con indicio alguno del gran tesoro de sus pesquisas, finalmente reaparecido por una carambola de la memoria de Marsé, quien décadas después de haber finiquitado esa aventura recordó la decisión de cambiar el título de 'Viaje al sur' por otro más socarrón: Andalucía mon amour.

Andreu Jaume volvió, sin mucha esperanza, a su ordenador para teclear esa gloriosa ocurrencia en la web del Instituto, y tras descender su ratón hasta las profundidades de la página abrió los ojos con estupor al leer 'Andalucía, amor perdido', manuscrito de Manolo Reyes.

Mucho más que el Pijoaparte

Manolo Reyes, sí, y esto demuestra cómo el Marsé de inicios de los sesenta vivía obsesionado con 'Últimas tardes con Teresa' hasta el punto de adoptar como nom de plume la identidad de su protagonista masculino para evitar comprometerse más aún, si bien en ese prodigioso 1962 había rubricado un manifiesto de intelectuales reclamando libertad informativa y la concesión del derecho a huelga tras la minera acaecida en Asturias durante esa turbulenta primavera, preludio de un verano aún más caliente.

placeholder Las playas andaluzas en los 60
Las playas andaluzas en los 60

Manolo Reyes tiene un solo padre y muchos partos. El primero tuvo como comadrona a Antonio Pérez, quien durante una estancia laboral en Ginebra vio, contándolo con mucha gracia Josep Maria Cuenca, a tres zánganos españoles. Uno de ellos cantaba con desparpajo, protegido por su idioma, “Si quieres que te la meta/ al estilo Cartagena/ pon el culo boca arriba/ y el vientre contra la arena.” Eran albañiles y el rapsoda se llamaba Manolo, aunque sus compinches lo denominaban Pijoaparte.

“Si quieres que te la meta/ al estilo Cartagena/ pon el culo boca arriba/ y el vientre contra la arena”

Bingo. Manolo Pérez fue el tercer hombre de ese 'Viaje al sur', y luego, sobre todo por sus desavenencias con José Martínez, se desentendió de su redacción, entregándosela a un Marsé con mucha hambre y ganas infinitas de comerse el mundo. Ambos, junto a Albert Ripoll, conocieron en Ronda al chato, jovencito introductor de los secretos del palacio del Marqués de Salvatierra, presente en 'Últimas tardes con Teresa' como espacio de abolengo marchitado y añorado por Manolo Reyes desde las alturas del Carmel; la ciudad malagueña irrumpe a su vez en la novela premiada, al fin, con el Biblioteca Breve de 1965 a través de la familia Moreau, consecuencia directa de haber conocido en esas andanzas andaluzas a la adolescente Ana María, pobre de solemnidad con estudios gracias a la mediación de unos veraneantes del Hexágono.

Dicho esto, no está de más ir, sin estropear el goce de la lectura, al meollo de la misma. Desde una posición crítica se llena un hueco para desmenuzar esos entresijos de 'Últimas tardes' y aprehender mejor su gestación, aunque si sólo nos quedáramos en esa superficie pecaríamos del mismo provincianismo diseccionado con tanta maestría por Marsé en su ruta de Sevilla a Málaga.

Andalucía y Cataluña, unidas

'Viaje al sur' es un documento de valor antropológico e histórico aumentado por una prosa de altos quilates y una estructura muy meditada que hilvana la vivencia personal con el contexto de 1962 al encabezar cada entrada con los titulares de la jornada. De este modo Marsé tiene muy presente la reciente tragedia de los aguaceros en Cataluña, excusa para unir ambas regiones en el desconsuelo de la inoperancia dictatorial, ambas juntas desde la pobreza de ser periferias, una de Barcelona, otra de todo el Estado, y compartir origen por el alud migratorio de los años cincuenta hacia el Principado, repleto de desheredados de la tierra, los otros catalanes de Candel, andaluces forzados a irse por la precariedad del terruño, entregado a los caciques de siempre y a nuevos explotadores desde el turismo y la colonización norteamericana aceptada por el régimen con el fin de salvarse.

placeholder Una familia andaluza en los 60.
Una familia andaluza en los 60.

Estos tres aspectos, más allá de la anécdota, resuenan en todo este 'Viaje al Sur', donde los forasteros son recibidos como extraterrestres al ser hispanos con curiosidad por saber más de sus compatriotas. Los señoritos de mierda, en esta ocasión andaluces, son retratados como cimas de la mediocridad humana entre su ignorancia, prepotencia cultural made in Pemán y la incontestada arrogancia de creer disponer incluso de las personas, en especial si son mujeres, algo sólo rebajado en Rota, con los marines estadounidenses como patético acicate de la sumisión entre carteles redactados en spanglish, prostitutas a granel para sobrevivir y fiestas con aroma triste.

Como si los habitantes residieran en una burbuja irreal, creyéndose los pobres más listos por interiorizar la picaresca cuando su condición, exprimida con enorme belleza en Barbate, era la de un tercer mundo dentro del primero tapado a la cámara, impublicable en las fronteras nacionales y exótico para los turistas primigenios de esa etapa, herederos de los pioneros franceses del siglo XIX a las puertas del Spain is different acuñado por Manuel Fraga. Marsé no tiene piedad con tanta indecencia y sus palabras de hace casi sesenta años mantienen demasiadas vigencias.

Juan Marsé murió en Barcelona el pasado 18 de julio, dejándonos en apariencia una obra completa, sin muchas posibilidades de ser redondeada con testamentos póstumos. Había dos excepciones para romper la norma, ambas sedimentos de 1962. La primera era la novela 'Esta cara de la luna', desaparecida del catálogo editorial del escritor por voluntad propia, mientras la segunda era un misterioso 'Viaje al sur', de intrahistoria muy interesante tanto por su gestación como por los recientes entresijos de su redescubrimiento.

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