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El otro Museo del Prado: sus sótanos custodian más de 2.500 obras de arte
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Sólo siete personas tienen acceso a ellas

El otro Museo del Prado: sus sótanos custodian más de 2.500 obras de arte

Cientos de dibujos de Goya que no ocupaban la colección permanente por motivos de conservación salen a la luz para formar parte de una exposición "única e irrepetible"

Foto: 'El año del hambre de Madrid', de José Aparicio (1818).
'El año del hambre de Madrid', de José Aparicio (1818).

Tal día como hoy, hace 200 años, abrió sus puertas la pinacoteca más importante de España. Entre los pasillos del Museo del Prado siguen intercambiando miradas los inmortales de El Greco, Velázquez o Rubens como rémora de un pasado de mecenas a este lado del Atlántico y de conquistas al otro, pero como en todo relato de la historia, hay una parte que queda fuera: concretamente, los sótanos del edificio Villanueva custodian más de 2.500 obras que el público general no ve, salvo en ocasiones excepcionales.

La clave para acceder a estos 6.000 metros cuadrados de almacenes únicamente está en manos de la 'brigada' —un equipo de apenas siete personas con la delicada labor de transportar y escoltar siglos de creación artística— y del personal de seguridad del museo. En sus estanterías precintadas descansan bustos anónimos del siglo II, y en sus armarios de 1.000 kilos y casi cuatro metros de altura pinturas de Luca Giordano y Carlos de Haes que sólo ven la luz en exposiciones temporales.

"No sé de dónde sale el mito de que hay tesoros en los almacenes del Prado. ¡Qué más quisiéramos nosotros!", argumenta Karina Marotta, coordinadora de Conservación del museo, para quien la idea de una galería moderna no es hacer "un recopilatorio de todas las obras", sino que se trata de ofrecer al visitante "un discurso". "En nuestra galería, como en cualquier otra, se siguen criterios artísticos, no históricos. Si hay obras que no están expuestas, se debe a que no cumplen los estándares de calidad de la sala".

placeholder 'El sueño de San José', de Vicente López (1805).
'El sueño de San José', de Vicente López (1805).

Entre los lienzos dormidos está 'El sueño de San José', uno de los cuadros religiosos del pintor valenciano Vicente López, con la curiosidad iconográfica de representar al Niño Jesús con el Sagrado Corazón en el Pecho. José Aparicio, otro de los grandes maestros del neoclasicismo, fue el autor de 'El año del hambre de Madrid', una de las pinturas más emblemáticas durante el reinado de Fernando VII, pues la representación de la dramática situación que hubieron de soportar los madrileños durante la ocupación napoleónica tenía una gran carga propagandística.

'La vida campesina' destaca como uno de los óleos más representativos del virtuosismo de Jan Brueghel el Viejo, hijo de Pieter Bruegel el Viejo. En sus pinturas se observa una evolución en el tratamiento espacial y técnico de los paisajes, rompiendo con la tradición representativa paisajística de líneas de horizonte superpuestas, con colores fríos en muchos casos, de gran verticalidad, para pasar a composiciones llenas de detalles en horizontal que llenan toda la composición.

"A mí me encanta una serie de paisajes de Carlos de Haes", expone Marotta. Se refiere a la generosa donación que los discípulos del pintor de origen belga realizaron tras su muerte, compuesta por decenas de cuadros de pequeño formato que conforman una antología plástica del autor sin la cual no habría sido posible trazar su evolución. Destaca, además, que cuando estas representaciones salieron de sus estancias habituales para ser presentadas en sociedad, se dotó a cada una de ellas de un marco similar. "Son especiales", detalla.

No sé de dónde sale el mito de que hay tesoros en los almacenes del Museo del Prado. ¡Qué más quisiéramos nosotros!

Asimismo, el depósito mantiene a buen recaudo 'Cabeza de viejo' y 'Cabeza de vieja', concebidas por Salvador Sánchez Barbudo en 1884. Incluso hay sitio para el retrato de Jacinto Felipe Picón, de Joaquín Sorolla, que con este tipo de obras reflejaba su entorno más cercano, probablemente próximo a su estudio en Madrid. "En él aparecen, como fondo del retrato, bastidores y lienzos esbozados colgados o apoyados en la pared donde se adivinan las pinceladas, las manchas luminosas y las tonalidades tan singulares del pintor, consagrado ya en estas fechas por sus múltiples triunfos", se explica en la web del Prado.

Una oportunidad única

Los grabados y fotografías no pueden incluirse en la colección permanente por razones de conservación. Para que los efectos de la luz no deterioren el papel, "sólo pueden estar expuestos durante un tiempo inferior a tres meses y con una iluminación de 50 lux como máximo", explica Marotta.

Desde este martes, los visitantes tienen la ocasión de contemplar cientos de dibujos de Goya que se expondrán junto con otros, procedentes de colecciones públicas y privadas, en una muestra "única e irrepetible" con motivo del bicentenario de la institución. "Son dibujos que podría haber sido pintados ayer, ante ayer o hace unos meses y tendrían todo el sentido", ha destacado el presidente del Patronato del museo, Javier Solana, con quien coincide el director, Miguel Falomir: "Pocos artistas son tan contemporáneos como Goya".

'Sólo la voluntad me sobra' recorre la crudeza bélica, la violencia machista y las pesadillas del hombre moderno. La exposición se distribuye en dos salas: mientras que la primera de ella se centra en los primeros dibujos del pintor aragonés, sus trazos en cartas a Martín Zapater y el primero de los ocho cuadernos de dibujos que firmó, la segunda expone 'Tópicos goyescos', 'Cuaderno de bordes negros' y 'Disaparates', además de una selección de grabados que reflejan las últimas expresiones de su vejez.

Tal día como hoy, hace 200 años, abrió sus puertas la pinacoteca más importante de España. Entre los pasillos del Museo del Prado siguen intercambiando miradas los inmortales de El Greco, Velázquez o Rubens como rémora de un pasado de mecenas a este lado del Atlántico y de conquistas al otro, pero como en todo relato de la historia, hay una parte que queda fuera: concretamente, los sótanos del edificio Villanueva custodian más de 2.500 obras que el público general no ve, salvo en ocasiones excepcionales.

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