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El último enigma político del siglo XX vive en un chalé a 17 kilómetros de Madrid
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isabelita perón y el rasputín de puerta de hierro

El último enigma político del siglo XX vive en un chalé a 17 kilómetros de Madrid

La viuda de Perón pasa sus últimos días encerrada tras una vida inverosímil: presidenta de Argentina con la ayuda de un siniestro mayordomo, crímenes sin resolver y meriendas esotéricas

Foto: Fachada del adosado de Isabelita Perón. (Enrique Villarino)
Fachada del adosado de Isabelita Perón. (Enrique Villarino)

Villafranca del Castillo es una de esas urbanizaciones confortables del noroeste de Madrid en las que uno puede pasear sin cruzarse con casi nadie, con los suficientes servicios para ser considerada ente autónomo, pero donde todo parece cocerse en la intimidad de los chalets. En uno de ellos pasa sus últimos días una de las figuras políticas más misteriosas -por incomprensible- del pasado siglo: María Estela Martínez (1931), popularmente conocida como Isabelita Perón, segunda esposa de Juan Domingo Perón, que pese a carecer del carisma de la primera, Evita Perón, llegó más lejos en el escalafón político: presidenta de Argentina entre julio de 1974 y marzo de 1976… con la inestimable ayuda del mayordomo más siniestro que haya pasado nunca por el Madrid burgués. Bienvenidos a una historia de presidencias por accidente, cadáveres en la cuneta, salones de te, esoterismo, brujos y la diferencia entre ser tonta y hacerse la tonta. Isabelita Perón, o el cardado más controvertido del siglo XX.

“Puta, puta, puta y la reputísima concha de su madre, ¿pero quién se cree que es la gringa esta?”. La gringa esa es Ava Gardner y la mujer que la increpa, Isabelita Perón, según una escena de ‘Arde Madrid’, exitosa serie de Paco León que fantasea con un hecho histórico: Ava Gardner fue vecina de los Perón -calle Doctor Arce- en el Madrid de los sesenta. La gringa díscola que perturbaba el sueño de sus sobrios vecinos argentinos. Lo que no sabía entonces la diva fiestera era que los Perón harían en su siguiente domicilio -mansión en el residencial de alto standing de Puerta de Hierro- cosas más raras y salvajes de las que ella nunca pudo imaginar… Los Perón sí que iban a quemar Madrid.

Evita Perón murió en 1952, cuando su marido era aún presidente de Argentina. Tres años después, el general fue derrocado por un golpe palaciego militar. Los golpistas secuestraron la momia de Evita para evitar cultos revolucionarios. El cadáver acabó en Italia. Perón la reclamó durante años desde su exilio madrileño. En septiembre de 1971, el cadáver de Evita llegó a la mansión de Puerta de Hierro -la quinta 17 de octubre- donde vivían los Perón junto a un ex policía reconvertido en chico para todo, José López Rega, conocido como ‘el Brujo’, mayordomo, secretario, asesor espiritual… e instigador de oscuras ceremonias con la momia de Evita…

1) “Isabelita ayudó a cambiarle la ropa al cadáver [de Evita] y a colocarla en una mesa cubierta con una sábana blanca ubicada en el primer piso… López Rega insistía a Isabel que la presencia del cadáver la ayudaría a afirmar su personalidad, para que pudiera valerse por sí sola cuando el general [Perón] no estuviera. Ésa era la misión que él se había impuesto desde que la conoció en 1965: lograr que Isabel tuviera una personalidad avasalladora, como la de Evita. Para que Isabel adquiriera el espíritu de Evita… debía desconectarse de la persona que era, dejar de ser ella misma, y ese vacío sería ocupado por el espíritu de Eva. Ella iba a apoderarse de su cuerpo, obraría a través suyo y guiaría sus acciones”.

Isabel se acostaba sobre una larga mesa, cabeza a cabeza con el cadáver de Evita, y el secretario iniciaba los pases mágicos

2) “López Rega comenzó a realizar los ejercicios de transferencia del espíritu. Subían a la habitación, Isabel se acostaba sobre una larga mesa, cabeza a cabeza con Eva, y el secretario iniciaba los pases mágicos... Uno de los primeros que difundió la noticia de la transferencia del espíritu de Evita a Isabel fue Jorge Paladino. Cuando volvió a Buenos Aires, dijo haber visto una sesión de magia negra una noche en que subió al primer piso. El espectáculo lo paralizó”.

Lo cuenta el periodista e historiador Marcelo Larraquy en un ensayo recién publicado en Argentina: ‘López Rega: el peronismo y la Triple A’, versión actualizada de su clásica biografía del ‘Brujo’ Rega.

placeholder Portada del libro
Portada del libro

Para completar el trampantojo, ‘el Brujo’ pidió a Isabelita que imitara el peinado de Evita. Por aquel entonces, Perón aún trataba a Rega como un simple sirviente, un secretario cargante de su esposa, pero al ‘Brujo’ le guiaba ya una gran seguridad en sí mismo como figura carismática. “Yo soy Mahoma, Buda, Cristo. Un ser excepcional… Por eso Perón va a hacer lo que yo quiera”, dijo esos años al empresario peronista Carlos Spadone. ¿Se le iba la cabeza a López Rega? Spadone pensaba que sí, pero la profecía del ‘Brujo’ -acabaré moviendo los hilos del peronismo- iba a acabar quedándose corta…

Para empezar, Isabelita creía en López Rega. “Isabel podía encontrar en su secretario a un mago que, con el dominio de las fuerzas ocultas y su inspiración divina, podría protegerla espiritualmente y ayudarla a controlar todo lo que para ella resultaba incontrolable: su ansiedad, su inseguridad y, sobre todo, al hombre que tenía a su lado. Advertida de que el conductor [Perón] estaba perdiendo magia en sus actos y se desecaba como un árbol viejo en el exilio, comenzó a creer que López Rega, como el profeta Daniel, con sus poderes extraordinarios, lo ayudaría a corregir el rumbo y permitiría al matrimonio retomar la senda de su propio destino frente al pueblo argentino”, escribe Larraquy.

La segunda como farsa

Karl Marx no era un profeta, pero cuando dijo que la Historia se repite dos veces, primero como tragedia, y luego como farsa, parecía estar pensando en Juan Domingo Perón, cuyo segundo ciclo presidencial en los años setenta -tras los logros sociales de su presidencia a finales de los cuarenta- iba a acabar como el rosario de la aurora...

El 11 de marzo de 1973, Héctor José Cámpora, candidato de Perón, ganó las primeras elecciones generales en Argentina tras un oscuro periodo dictatorial. Perón regresó al poco del exilio. Horas después de su llegada, el frente ideológico amplio que había batallado por su vuelta saltó por los aires. La lucha entre facciones peronistas por monopolizar la escenografía del regreso acabó en masacre, al menos 13 izquierdistas muertos en una encerrona del ala derecha del movimiento, en un anticipo de la sangría que estaba por venir. Era el primer gran escarceo de la guerra civil entre la derecha y la izquierda peronista. Tantos años esperando al Mesías, y en cuanto pisó suelo patrio, se armó la madre de todos los quilombos. ¿Qué estaba pasado?

La capacidad del peronismo para aglutinar ideologías e intereses dispares es asombrosa. Eso sí, cuando las contradicciones internas revientan, lo hacen a lo bestia. El Perón del exilio había ido acumulando fuerzas antagónicas en base a su enorme legitimidad política pasada, diciendo a todo el mundo lo que quería oír, sin resolver los conflictos que podían presentarse cuando volviera al poder.

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Cartel electoral

“Las contradicciones ideológicas en el seno del Movimiento ya no tenían retorno. La ilusión de la unidad ante el regreso de Perón había estallado en pedazos… Después de tantos años de exilio, en los que pudo conducir al Movimiento con cartas y grabaciones, cuando Perón bajó a la tierra -y aterrizó en la Argentina- fue perdiendo su condición de Padre Eterno. Sus fieles, que peleaban entre sí, ahora que lo tenían a mano empezaban a presionarlo para que los bendijera. El Gran Conductor ya no podía armonizar las disidencias internas. Tampoco le restaba tiempo ni salud para hacerlo… Desde el mismo día de la asunción, el General vivió agobiado por las presiones. Había contraído muchos compromisos, algunos de ellos contrapuestos, para volver a la Argentina. Y había perdido el control de las fuerzas de izquierda y derecha del Movimiento, que empezaban a imponer a tiros sus opiniones”, asegura Larraquy.

Para colmo, Perón llegó enfermo de Madrid, lo que no le impidió ganar las nuevas elecciones (62% del voto) al frente del Partido Justicialista y asumir como presidente el 12 de octubre de 1973. Con Isabelita de vicepresidenta y López Rega de ministro de Bienestar Social, fontanero para todo y habitación en la residencia oficial. El triunfo del ticket Perón/Perón fue recibido al grito de: “Perón, Evita, ahora Isabelita”.

El general tomó partido por el ala derecha del movimiento. El contexto no era el más propicio para la izquierda peronista (Montoneros y compañía) que reclamaba un giro hacia el socialismo: Pinochet acababa de tumbar a Allende (11 de septiembre de 1973), la izquierda revolucionaria estaba en repliegue en todo el continente, las dictaduras militares eran tendencia y el neoliberalismo enseñaba la patita.

La izquierda peronista empezó a revolverse contra Perón: “Evita hay una sola”. “¿Qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”, gritaban los montoneros en la Plaza de Mayo mientras Perón se dirigía a las masas desde el balcón de la Casa Rosada.

Perón murió el 1 de julio de 1974. Lo último que presenció en vida fue, ¡ay!, una performance ‘médica’ de López Rega:

“Cuando la muerte clínica ya era un hecho, intercedió López Rega. Despejó a los médicos de alrededor de la cama. Era su momento. ‘El general ya murió en una ocasión y yo lo resucité’- advirtió. Lo tomó de los tobillos. Entrecerró los ojos y, con pronunciación monótona y ritmo constante, balbuceó unos mantras, en su intento de alcanzar armonía con lo divino. Hasta que gritó: ‘¡No te vayas, Faraón!’ -al mismo tiempo que sacudía las piernas muertas del general. Al cabo de febriles intentos por volverlo a la vida, se resignó: ‘El Gran Faraón no responde a mis esfuerzos por retenerlo acá en la Tierra. Debo desistir’”, se lee en el libro.

Perón dejó su sucesión en manos de, ejem, Isabelita. Pudo más el verticalismo justicialista y los equilibrios internos que las dudas sobre su idoneidad para el cargo. López Rega era el nuevo hombre fuerte del país. Ya era oficial: el mayordomo de Puerta de Hierro se había convertido en el Rasputín argentino.

La triple A

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Isabelita investida presidenta

Cuando murió Perón, ‘el Brujo’ se instaló en el dormitorio del general, entre rumores de una relación sentimental con la presidenta, que Isabelita desmintió ante la plana mayor de su gobierno. López Rega iba cuesta abajo y sin frenos: “Inició una nueva escalada por la concentración del poder. Su objetivo fue apuntalar la personalidad de Isabel, ayudarla a que se aferrara al poder, ahora en su rol de presidenta y, por último, a través de ella, dominar la Argentina… Para hacer más efectivo -e ilustrativo- su dominio sobre la presidenta, López Rega instaló su escritorio en el hall que conducía al despacho presidencial… Se plantó ahí como si fuese un recepcionista que autorizaba o negaba el ingreso de las personas que deseaban ver a Isabel… Estaba convencido de que el espíritu del general se había encarnado en su persona… Se sentía espiritualmente reconfortado: todas sus predicciones se habían cumplido. Al cabo de nueve años de intensa y paciente labor, atendiendo el tránsito planetario y el ordenamiento cósmico, había convertido a Isabelita en presidenta. Y ahora le competía salvar a la Argentina… Creía que el obstáculo para la realización de su misión seguía siendo ‘la infiltración marxista’, apunta Larraquy.

‘El Brujo’ instigó la creación de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), escuadrones de extrema derecha dedicados a atentar contra Montoneros y subversivos. El Estado dentro del Estado. Los primeros atentados de la Triple A llegaron en vida de Perón. Lo que empezó siendo un operativo paraestatal para eliminar guerrilleros, se acabó extendiendo sin ton ni son a todo lo que oliera a izquierdista. La represión se recrudeció tanto esos meses -se habla de 2.000 muertos en dos años- que varias personalidades se exiliaron por las amenazas de la Triple A, como Hector Alterio, Mario Benedetti o Tomás Eloy Martínez.

La respuesta de los Montoneros fue pasar a la clandestinidad e intentar vengar las muertes de la Triple A, en una dinámica acción/reacción que acabaría con el Estado profundo pasando por encima de la izquierda peronista. “Una fuerza oscura, superior a la comprensión humana... aplastaba la realidad de cada día y dejaba un cuerpo carbonizado como símbolo de un país que no encontraba formas de acuerdo. Ésa fue la respuesta de la Triple A, con el amparo del Estado, a los que habían soñado tomar el cielo por asalto. El precio a pagar por colocarse ante las puertas de la historia”, resume Larraquy.

Isabelita acabó dejando caer a López Rega, con muchos enemigos internos por su poder omnívoro. El principio del fin llegó cuando Rega trató de controlar la economía, dio un giro neoliberal y desafió al sindicalismo. Una protesta multitudinaria tomó la Plaza de Mayo pidiendo la cabeza del ‘Brujo’. “Ese mediodía, en un clima de tensión, rumores e incertidumbre, bajo el incesante tronar de los bombos y de los gritos -‘Isabel, coraje, al brujo dale el raje’-, López Rega pidió a la presidenta que saliera al balcón y frenara aquello. Ella no quiso. Se puso terca, el rostro pálido, los ojos virados, hasta que López Rega, quizá para que saliera de ese estado, quizá para que reaccionara, entendiera o lo que fuera, le pegó una cachetada a la jefa de Estado, delante de todos, en la Casa Rosada. Enseguida el ministro sintió el frío caño de una pistola apoyándose en su cabeza. Isabel volvió a la racionalidad. ‘Por favor, déjelo’ -dijo-. Lo hace para devolverme a la realidad. Es para ayudarme. Yo a veces me confundo'. La presidenta tomó fuerzas y salió al balcón”.

placeholder Isabelita Perón
Isabelita Perón

La suerte estaba echada para ‘el Brujo’, que se atrincheró en la residencia presidencial. "Reagrupó a toda su custodia -sumaban casi cincuenta hombres [algunos de ellos vinculados a la Triple A]- y se dispuso a dar combate desde allí... Su mejor arma era Isabel y se recluyó con ella. La presidenta, por su parte, anunció que no iba a recibir a nadie. La explicación oficial era que padecía una gripe... y López Rega no se movería de su lado porque ‘se tenía que ocupar de cuidar la salud de la señora’. La imagen mostraba a una presidenta secuestrada, tomada como rehén por su secretario privado, que libraba su última batalla para aferrarse al poder. Isabel era su instrumento de presión o de negociación... Con el cerco impuesto por López Rega a la presidenta, el país marchaba del vacío de poder hacia la debacle institucional”, escribe Larraquy.

Finalmente rodó la cabeza del ‘Brujo’. Esa noche "Isabel no paró de llorar. Se dio cuenta de que se había quedado definitivamente sola con el control de la Argentina. ‘Él entendía mucho de todo esto. Sabía gobernar diez veces mejor que yo’ -le confió a su mucama. Isabel sentía que algo negro la cercaba. Podía ser el futuro de su gobierno. O los brazos de Massera”, cuenta el libro.

‘El Brujo’ voló a Madrid el 22 de julio de 1975 y se encerró en Puerta de Hierro. Tapió la mansión con chapas de acero y alambrada de púas. Tras cambiar de residencia varias veces -Princesa 3, Orense 26- alquiló una casa en Paracuellos del Jarama, en la loma de una calle sin salida. En abril de 1976, un juez argentino pidió su detención a Interpol. Las autoridades españolas miraron hacia otro lado -Rega tenía buenos contactos en el espionaje y en el entorno de Manuel Fraga. ‘El Brujo’ abandonó España sin problemas e inició un periplo clandestino de varios años por Suiza y EEUU. Semanas antes de que Rega dejara España, Argentina había sufrido un golpe de Estado.

Mario Roberto Santucho, líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), guerrilla marxista no peronista, vaticinó el golpe meses antes. “Con la autorización de López Rega para aplicar su política represiva sin participación militar, los mandos de las Fuerzas Armadas contrarrevolucionarias han puesto en marcha un plan golpista dirigido a apropiarse del gobierno en los primeros meses del año próximo…Ellos piensan dejar a López Rega que se ‘queme’, que el gobierno se desprestigie totalmente para justificar el golpe, que pueden llegar a realizar presentándose como herederos de Perón, como que vienen a ‘reencauzar el proceso’, corrigiendo los abusos y errores de López Rega e Isabel”, escribió el guerrillero. La Junta Militar, de hecho, se autodenominaría Proceso de Reorganización Nacional. Santucho lo había clavado.

La noche más oscura

El sangriento caos generado durante los 632 días del Gobierno de Isabelita Perón abrió la puerta a la asonada militar de marzo de 1976. La enfermiza lógica política era la siguiente: si la cosa va de pegar tiros, mejor que se encarguen los profesionales. Entre el original y la copia, siempre el original. Lo que ocurrió los siguientes años -más de 20.000 muertos o desaparecidos- es de sobra conocido. Para acabar con el quilombo sangriento... más quilombo sangriento.

Isabelita fue detenida por los golpistas y permaneció cinco años en arresto domiciliario. “Un general le informó que las Fuerzas Armadas habían decidido tomar el control político del país, y que ella quedaba arrestada… Isabel pidió que la comunicaran con su mucama española, y le encomendó que le llevara ropa de invierno y a los dos caniches. Un avión la trasladó a la residencia presidencial de El Messidor. Quedó incomunicada, sin teléfono, sin revistas. Pasaba las horas rezando rosarios a todos los santos”, escribe Larraquy.

Isabelita no lo pasó bien esos años, tuvo múltiples achaques físicos y un día intentó suicidarse.

En 1986, ‘el Brujo’ fue detenido por EEUU para tratar su extradición. López Rega se dirigió así a las autoridades estadounidenses: “Ustedes no entienden. Yo puedo hablar con Dios. Soy esa clase de hombres para los que no existen las cárceles ni las fronteras. Ustedes creen que yo estoy preso aquí. No es cierto. Sólo tienen mi cuerpo. Mi mente flota libre… Con Perón teníamos una relación muy especial. Había energía entre nosotros. Cuando él empezó a morirse, lo agarré de las manos y se recompuso un poco. Pero no sé quién me llamó, lo solté, y el general se murió”. El Rasputín de Isabelita fue extraditado (1986) y procesado por asociación ilícita, secuestro y homicidio. Falleció en 1989. “José López Rega no murió inocente. Murió sin ser juzgado. Quizá porque, si se horadaba un poco en su memoria, o si se tocaba una cuerda más profunda de aquellos años, se hubiera llegado a la conclusión de que la Triple A fue algo más que su criatura siniestra. Fue un aparato de represión ilegal, conformado por distintos sectores, que tuvo su origen y su base de apoyo y de ejecución en el Estado peronista de los setenta”, concluye el libro.

placeholder Los Perón y los Ceaucescu
Los Perón y los Ceaucescu


Entrevista a Larraquy

Marcelo Larraquy, autor de varios ensayos imprescindibles para entender la época, nos contesta a unas preguntas sobre las relaciones entre Isabelita, Rega y la Triple A.

PREGUNTA. Al principio, Perón trataba despectivamente a López Rega y nada apuntaba a que pudiera llegar donde llegó. ¿Qué hizo cambiar de opinión a Perón? ¿Le engatusó López Rega? ¿Era ‘el Brujo’ un hombre carismático?

Le prometió a Isabel Perón que le transferiría el espíritu de Evita, afirmaría su personalidad, daría apoyatura cósmica a sus discursos, le daría respaldo divino

RESPUESTA. Perón no le daba ninguna importancia apenas Isabel lo trajo a su casa de Puerta de Hierro en 1966. Pero López se fue volviendo más necesario a partir de que Perón le fue delegando su agenda de trabajo. Esto sucedió en 1970 cuando la guerrilla peronista Montoneros mató al general Aramburu [dictador de Argentina entre 1955 y 1958] y se entrevió que Perón podía regresar al país. Perón comenzó a delegarle algunas tareas y López se fue apropiando de otras. En 1973, Perón le pidió a Cámpora que lo designara ministro de Bienestar Social para equilibrar ideológicamente el gabinete y que la izquierda no ganara demasiado espacio en el poder. Rega terminó aliándose con la ultraderecha del peronismo. Era carismático y persuasivo para su grupo esotérico original, pero no para Perón.

P. ¿Podría describir brevemente el credo místico de Rega? ¿En qué creía exactamente cuando se afincó en Madrid?

R. López decía que había intentado absorber el mal que devoró el cuerpo de Evita, cuando era policía y estaba de guardia de la residencia presidencial, en 1953. Y que no había podido salvarla porque sus poderes no estaban tan desarrollados entonces. Le prometió a Isabel Perón que le transferiría el espíritu de Evita, afirmaría su personalidad, daría apoyatura cósmica a sus discursos, le daría respaldo divino y de ese modo llegaría a la vicepresidencia. Aunque pesaron las circunstancias políticas, en el objetivo final, se puede decir que no le mintió.

P. Las ceremonias espirituales de Rega con el cadáver de Evita en Puerta de Hierro... ¿no le parecían extrañas a Perón?

Después, en la vorágine de la violencia, en el poder, Perón ya no pudo controlar a López Rega. No sé si quiso

R. Esas ceremonias ocurrieron desde que llegó el cadáver a Madrid y lo colocaron en el primer piso. Perón las conocía y las dejaba hacer. Incluso lo sinceraba con algunos visitantes. “Lo sé hace mucho tiempo”. Perón sabía a quién tenía en su casa, pero la presencia de López Rega era inescindible con la de Isabel. Una vez intentó echarlo y lo mantuvo tres meses alejado de su casa, pero por sugerencia de Isabel, López volvió a Puerta de Hierro. Después, en la vorágine de la violencia, en el poder, Perón ya no lo pudo controlar. No sé si quiso.

P. ¿Qué papel jugó Rega en la creación de la Triple A?

R. Es el primero que arma una organización de represión ilegal paraestatal. Luego se sumaron muchos otros del justicialismo. No fue el único. Fue el primero. Pero la Triple A luego eran bandas armadas con aval estatal sobre las que López no tenía dominio. Sólo existía comunión de intereses y de objetivos.

P. Cuando llegó la hora de revisar el pasado, ¿utilizó el peronismo a Rega de chivo expiatorio -era un loco que iba por libre- para exculpar a Isabelita de la creación de la Triple A?

R. Para exculpar a Isabel y a Perón del funcionamiento de la Triple A. España negó la extradición de Isabel. Iba a ser juzgada por delitos de lesa humanidad. Y el peronismo presentó a López Rega como un accidente en la historia, un fantasma que atravesó el peronismo, justamente para salvar a Perón. Pero el partido justicialista, el sindicalismo, todo el gobierno sabía lo que hacía López Rega.

El efecto Pitita

Por hacer una analogía histórica descabellada: lo de Isabelita Perón fue un poco como si España hubiera nombrado presidenta del Gobierno a Pitita Ridruejo en lugar de Adolfo Suárez en 1976 y la Transición se hubiera ahogado en un baño de sangre. La comparación con Pitita es algo más que un chiste: Isabelita volvió al exilio madrileño en los años ochenta y frecuentó el circuito de señoras bien con cardados de orfebrería e intereses astrológicos: apariciones en el rastrillo solidario navideño, meriendas en el centro comercial de Pozuelo, partidas de cartas y sesiones esotéricas en su chalet de Villafranca del Castillo con, entre otros, Octavio Aceves, popular vidente hispano/argentino.

El agregado de la CIA tenía contacto directo con López Rega y la Triple A

El retiro dorado de Isabelita se quebró en 2007, cuando un juez argentino solicitó a España su extradición por delitos de lesa humanidad/los crímenes de la Triple A. Desde entonces, cuando fue fotografiada entrando y saliendo de la Audiencia Nacional, apenas se la ha vuelto a ver, más allá de escapadas a la peluquería o a la iglesia cercana su chalet, cuyo párroco, persona cercana a la ex presidenta argentina, no ha querido hablar para este reportaje.

Muy frágil de salud, Isabelita permanece enclaustrada y ayudada por el servicio. En una de sus raras declaraciones a la prensa, hace más de dos décadas, negó que su relación con López Rega fuera tan estrecha. Según ella, ‘el Brujo’ solo era uno de los muchos colaboradores que pululaban por ahí. Una simple nota a pie de página.

El abogado

Atilio Neira, abogado de Isabel Perón, le libró de la extradición y está en contacto permanente con la ex presidenta. Hablamos con él vía telefónica desde Buenos Aires para conocer las últimas novedades de la situación personal y judicial de Isabelita. Resumimos la conversación en cuatro píldoras:

1) “Las causas siguen abiertas acá, pero no pueden hacer nada porque el tribunal superior de Madrid denegó absolutamente la extradición con argumentos muy fuertes en contra de los jueces argentinos”.

2) “Sale muy poco de casa. Tiene 87 años y ha llevado una vida difícil. Está retirada de todo quehacer político desde hace muchos años. No hace declaraciones públicas desde hace más de veinte años”

3) “Por supuesto que estaba al tanto de lo que pasaba cuando era presidenta, tenía información general sobre las luchas que había en el país, que eran muy visibles, de lo que no tenía conocimiento alguno era de los grupos clandestinos que operaban. Si hablamos de la autoría de esos hechos, ella no tuvo ningún conocimiento y ninguna relación seria con esa gente. Te diría más: grupos como la Triple A, con López Rega y compañía, fueron muy manejados por la CIA. El agregado de la CIA tenía contacto directo con López Rega y la Triple A”.

4) “López Rega no manejaba la represión por su cuenta, lo hacía por cuenta de aparatos extranjeros. Los militares detuvieron a Isabel durante cinco años. López Rega, por contra, vivió durante años en Suiza y en EEUU pese a la orden de captura internacional. Con todo el dinero del mundo”.

Una figura incomprensible

El director argentino Julián Troksberg ultima estos días el montaje de un documental sobre Isabel Perón: ‘Una casa sin cortinas’. Troksberg pasó hace unos meses por Madrid para seguir las huellas de la ex presidenta, habló con su entorno y entrevistó a decenas de personas en Argentina... pero la figura de Isabelita sigue siendo un misterio para él. “Cuanto más investigo, más lejos estoy de entenderla, cuanto más me acerco a Isabel, más difusa la veo, las contradicciones nunca acaban de resolverse”, cuenta Troksberg vía telefónica desde Nueva York, como si Isabelita fuera el último gran enigma político de un siglo (XX) analizado hasta la saciedad.

Tras hablar con Troksberg, de hecho, Isabelita aparece como una muñeca rusa de misterios.

Isabel ha sido borrada de la historia de Argentina. No aparece

1) Está el misterio biográfico de la bailarina que se conviertió en la esposa de un estadista en el exilio, que podía haber sido simplemente una señora bien con cardado -de las que juegan a las cartas, beben té y lanzan chismorreos al merendar como toda actividad política- pero acabó de presidenta por accidente, sin estar preparada (a simple vista) para liderar un país en deriva conflictiva (en algunos momentos de su presidencia, Isabelita parece descompuesta, superada y con la mirada de las mil yardas), pero con la suficiente voluntad de poder como para amarrarse al cargo, sin que quede claro si se dejó arrastrar por las circunstancias o le cogió el gusto al poder, si se enteraba de lo que firmaba o era un títere de López Rega, si era corta o se hacía la despistada con astucia.

2) El segundo enigma es saber por qué nadie reivindica su legado político. “Isabel ha sido borrada de la historia de Argentina. No aparece. Su busto no está en la Casa Rosada, donde están todos los bustos de los presidentes antiguos (faltan los más recientes), pero el suyo no está, y no es solo que no esté, sino que lo mandaran hacer… y nadie sabe dónde está el busto. ¿Pero no hay nadie que reivindique a esta mujer?”, se pregunta Troksberg.

Posible explicación: “Hablar mal de Isabel exige hablar mal de Perón”, según Troksberg, y hasta ahí podíamos llegar. “Perón estaba enfermo, tuvo un infarto antes de asumir como presidente, y sin embargo, eligió a su esposa como sucesora. Y además: ¿Quién empezó la represión? ¿Fue Isabel o el propio Perón?”, se pregunta el director.

Lo extraño de Isabel es que no hay nadie que hable bien de ella en público

Revisar el legado de Isabelita podría ensuciar al líder máximo, que tuvo la última palabra sobre su sucesión, en unos años de extrema violencia. No es fácil, en definitiva, reivindicar a Isabelita sin salir chamuscado de un modo u otro. “Isabel es una figura incómoda, bien es verdad que Argentina está llena de personajes incómodos, pero hasta los políticos más oscuros encuentran siempre un grupúsculo que los reivindique. Lo extraño de Isabel es que no hay nadie que hable bien de ella en público. La izquierda peronista no la quiere porque activó la ola represiva e hizo ajustes económicos, pero lo increíble es que tampoco la quieren ni la derecha ni los militares: Isabelita abrió la puerta a los mismos militares que luego la hicieron presa. Y para colmo sigue viva”, cuenta Troksberg.

O Isabelita Perón como figura antiperonista definitiva: si Perón era (y es aún hoy) capaz de aglutinar corrientes políticas antagónicas, todo el mundo huye como la peste de Isabelita.

placeholder Parte trasera del adosado (derecha) de Isabelita Perón. (Enrique Villarino)
Parte trasera del adosado (derecha) de Isabelita Perón. (Enrique Villarino)

“Lo que busco es tratar de entender el significado de la ex presidenta en la memoria popular argentina”, dice el director, cuya idea es comprender a Isabel Perón. “A ver, yo no reivindico a Isabel: mi padre está desaparecido -por la dictadura militar- y mi madre era peronista de izquierdas. Para mi madre el proceso que llevó a la desaparición de mi padre empezó durante el Gobierno de Isabel, mentar a Isabel en mi casa es como meter los dedos en el enchufe”, resume el director.

Un clásico en Argentina es ver a Isabel como un títere de López Rega. No es tanto que yo no lo crea, como que quería alejarme de ese lugar común para intentar comprender mejor las acciones de Isabel. Se tiende a olvidar, por ejemplo, que en los últimos meses de su Gobierno, se quitó de encima a López Rega y se quedó completamente sola, aunque la cosa siguió siendo un desastre”, afirma Troksberg.

López Rega es el malo perfecto, lo tiene todo, Isabel, por contra, no tiene nada: es aburrida, no parece tener demasiadas luces, ni ser demasiado malvada

O López Rega como chivo expiatorio perfecto de una época terrible: el brujo loco, la manzana podrida, una explicación individualizada y tranquilizadora al horror. “López Rega es el malo perfecto, lo tiene todo, Isabel, por contra, no tiene nada: es un personaje aburrido, va a la iglesia, no parece tener demasiadas luces, ni ser demasiado malvada, tan complejo de retratar como poco atractivo: dos años y treinta entrevistas después nos hemos dado cuenta de que no hay mucho que decir sobre Isabel… aparentemente… pero resulta que llegó a presidenta, para llegar ahí, algo de hambre de poder y ego tenía que tener, por más que Isabel lo ocultara, así que igual sí hay bastante que contar sobre ella”, zanja un Troksberg paradójico.

3) El tercer misterio quizá sea el más inquietante de todos: descifrar el significado profundo de la relación entre Isabelita y López Rega, una de las parejas políticas más extrañas de todos los tiempos.

Con Isabelita expira uno de los últimos enigmas políticos del siglo XX. ¿Presidenta por accidente o por voluntad de poder? ¿Encantadora señora despistada o dirigente maquiavélica? ¿Era tonta o se hacía la tonta? ¿Triple A o merienda y partidita de cartas?

Villafranca del Castillo es una de esas urbanizaciones confortables del noroeste de Madrid en las que uno puede pasear sin cruzarse con casi nadie, con los suficientes servicios para ser considerada ente autónomo, pero donde todo parece cocerse en la intimidad de los chalets. En uno de ellos pasa sus últimos días una de las figuras políticas más misteriosas -por incomprensible- del pasado siglo: María Estela Martínez (1931), popularmente conocida como Isabelita Perón, segunda esposa de Juan Domingo Perón, que pese a carecer del carisma de la primera, Evita Perón, llegó más lejos en el escalafón político: presidenta de Argentina entre julio de 1974 y marzo de 1976… con la inestimable ayuda del mayordomo más siniestro que haya pasado nunca por el Madrid burgués. Bienvenidos a una historia de presidencias por accidente, cadáveres en la cuneta, salones de te, esoterismo, brujos y la diferencia entre ser tonta y hacerse la tonta. Isabelita Perón, o el cardado más controvertido del siglo XX.

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