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'La balada de Buster Scruggs': seis historias de los Coen para Netflix, un wéstern colosal
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pero no es una serie

'La balada de Buster Scruggs': seis historias de los Coen para Netflix, un wéstern colosal

La nueva obra de Ethan y Joel Coen es una gran cinta del Oeste con algún altibajo que demuestra que el cine no depende de la duración, ni tampoco del formato

Foto: Fotograma de 'La Balada de Buster Scruggs'
Fotograma de 'La Balada de Buster Scruggs'

Lo más discutible de la carrera de los hermanos Coen no fue la injustamente vilipendiada 'El gran salto' (1994), una fábula moderna sobre la invención de Hula Hoop que versaba sobre la sociedad capitalista y las grandes empresas, sino la adaptación a la pequeña pantalla de su aclamada 'Fargo' (1996). Lo más aprovechable de la serie inspirada en el memorable neo noir que les lanzó al estrellato se quedó en el paisaje nevado. Mientras la trama se estiraba sin necesidad maltratando la película original, un insufrible Billy Bob Thornton parodiaba a otra de las grandes creaciones de los cineastas, el asesino Anton Chigurh de ‘No es país para viejos’ (2007), papel que le sirvió a Javier Bardem para ganar un Oscar.

A pesar de todo la serie tuvo éxito y una legión de admiradores -que probablemente no hayan visto nunca 'Barton Fink' (1991)- como para que la cadena FX hiciera dos temporadas más. Era cuestión de tiempo que Ethan y Joel Coen no sólo produjeran una adaptación de su propio universo, sino que acabaran dirigiendo para la televisión.

Su última creación, ‘La Balada de Buster Scruggs’ (2018), estrenada en Netflix hace unos días, estaba pensada originalmente como una miniserie de seis capítulos, pero finalmente se ha quedado en un western de dos horas y media que narra historias aparentemente independientes: la mejor decisión que han tomado en los últimos años.

Sin concesiones

Se podría pensar que es una cuestión de formato: se separan en seis capítulos y se deja al público que tome la decisión de ver dos, todos o ninguno. No lo es. Los personajes no tiene relación ni las tramas tampoco y los Coen incluso han privado al espectador de unos marcadores para ir de una historia a otra. Te sientas y ves la película. Así es el cine aunque la pantalla esté en el salón de tu casa, otro de los debates incendiarios desde que algunos de los directores más reconocidos de Hollywood se dejaran seducir por la televisión de pago para estrenar sus películas. Aún tiene fumando en pipa a los organizadores de festivales como Cannes y a los puristas que luego ven la versión doblada al castellano en una pantalla grande.

placeholder Tom Waits, el buscador de oro.
Tom Waits, el buscador de oro.

'La Balada de Buster Scruggs' es un western rotundo, con algún pequeño altibajo, que funciona como si estuvieras una noche frente a un hoguera con una lata de judías enlatadas mal calentadas mientras un cuenta cuentos te sumerge en la canción homérica americana que es la epopeya del viejo oeste. La presentación a partir de un libro encuadernado e ilustrado con bellas láminas que comienzan con las primeras líneas del relato en las hojas y los maravillosos pies de la ilustración, que brindan el título a cada parte, recuerda a una de las mayores virtudes de ‘La princesa prometida' (1984)’ de Rob Reiner.

Los hermanos Cohen hilan una sucesión de pequeñas historias, la canción homérica americana que es la epopeya del viejo Oeste

Concretamente, a la reprimenda que recibe el niño enfermo que no puede jugar con un videojuego y al que su abuelo le obliga a escuchar un libro mientras éste se impacienta al comienzo. Los Coen piden lo mismo: no, no puedes saltar de capítulos: hay que ver la película entera. Nos hemos acostumbrado demasiado a la inmediatez y nuestros cerebros empequeñecen con dosis rápidas, tanto que ni siquiera seis ágiles historias de entre 15 y 25 minutos cada una es suficiente.

El valor de los clásicos

La duración no tiene nada que ver con el ritmo: un duelo a pleno sol puede ser muy largo y no por ello menos trepidante, tal y como enseñó el maestro del Spaguetti Western Sergio Leone, guante que recogió el gran amigo de los Coen, Sam Raimi, en aquella disparatada y genial ‘Rápida y mortal’ (1995). En ‘La Balada de Buster Scruggs’ hay relatos fugaces que nunca se atropellan y que incluso gozan de la virtud del desarrollo pausado.

placeholder Fotograma de La Diligencia (1938) de John Ford
Fotograma de La Diligencia (1938) de John Ford

No son aburridos: se paladea la comicidad del absurdo de la historia del duelo, el drama del circo ambulante, la épica del buscador de oro, el inevitable y tragicómico destino del hombre frente a la horca, el suspense inquietante de los pasajeros de la diligencia, y la epopeya colosal de las caravanas de colonos. No gustarán todas por igual, pero son en cierta medida indivisibles. Cuando se termina hay un impulso de volver a verla desde el principio para atar no se sabe muy bien qué cabos.

Billy Knapp

Como a lo largo de toda su carrera, los Coen trituran y escupen a sus clásicos, no sólo al gigante John Ford -'La Diligencia' (1938)-, sino a westerns modernos como 'Las aventuras de Jeremiah Jonhson' (1972) de Sydney Pollack, que el tiempo no les ha quitado el color, pero sí les ha guardado un lugar en el olimpo de los paisajes en blanco y negro del Monument Valley en Arizona del maestro Ford.

Con el remake de 'Valor de Ley' (2011), un magnífico western, hicieron olvidar al público que Jeff Bridges fue ‘El nota’ en 'El Gran Lebowski' (1998), e incluso que John Wayne ya interpretó al viejo caza recompensas antes: un listón muy alto. Cuando las tapas del libro se cierren con la última página seguirán pensando que diablos le dirá el viejo pistolero al señor Knapp desde lo alto de la colina, con el perro a sus pies y la caravana deambulando a lo lejos en el infinito desierto.

Lo más discutible de la carrera de los hermanos Coen no fue la injustamente vilipendiada 'El gran salto' (1994), una fábula moderna sobre la invención de Hula Hoop que versaba sobre la sociedad capitalista y las grandes empresas, sino la adaptación a la pequeña pantalla de su aclamada 'Fargo' (1996). Lo más aprovechable de la serie inspirada en el memorable neo noir que les lanzó al estrellato se quedó en el paisaje nevado. Mientras la trama se estiraba sin necesidad maltratando la película original, un insufrible Billy Bob Thornton parodiaba a otra de las grandes creaciones de los cineastas, el asesino Anton Chigurh de ‘No es país para viejos’ (2007), papel que le sirvió a Javier Bardem para ganar un Oscar.

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