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De Adolf a Hitler: por qué es falsa la teoría sobre cómo se convirtió en un fanático nazi
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el 7 de junio en librerías

De Adolf a Hitler: por qué es falsa la teoría sobre cómo se convirtió en un fanático nazi

La desmitificadora biografía sobre los años de juventud del dictador escrita por el historiador alemán Thomas Weber ofrece una nueva y sorprendente explicación sobre su conversión

Foto: Hitler, en un mitin de su partido en enero de 1923.
Hitler, en un mitin de su partido en enero de 1923.

El 20 de noviembre de 1918, Adolf Hitler asistió a una inmensa manifestación socialista en Berlín. Tenía 29 años y se encontraba de paso en la ciudad tras su convalecencia en el hospital militar de Passewalk justo antes de partir hacia Múnich, donde se le había ordenado comparecer ante la unidad de desmovilización. Alemania acababa de perder la Primera Guerra Mundial y la revolución incendiaba sus ciudades y amenazaba con repetir allí los recientes y dramáticos acontecimientos ocurridos en Rusia. Pero, si como años después narró en 'Mi lucha', su radicalización política había tenido lugar durante la semana anterior en Passewalk, mientras curaba una ceguera causada por el gas mostaza de las trincheras y escuchaba indignado las noticias sobre la revolución... ¿qué pintaba Hitler en aquella manifestación? Según advierte el historiador alemán Thomas Weber en 'De Adolf a Hitler: la construcción de un líder' (Taurus): "El comportamiento de Hitler en Berlín, en efecto, no es el de un individuo marcado por una reciente conversión al nacionalsocialismo y profundamente hostil a los socialistas revolucionarios".

Foto: El doctor Theodor Morell (a la izquierda, detrás de su paciente, Adolf Hitler)

Según defiende con solvencia y exhibición narrativa Weber en el desacralizador libro que esta semana llega a las librerías españolas, la teoría usualmente esgrimida para dar cuenta de la forja del líder nazi no se sostiene. Es falso que Hitler se radicalizara como resultado de sus experiencias en la Gran Guerra y los sucesos revolucionarios que le siguieron en la nueva república alemana. También es falso que fuera un nihilista mediocre y vulgar que durante los primeros años veinte actuara como 'escudero' de otros. Pero si la guerra no forjó al Hitler que conocemos, se pregunta el historiador, "¿cómo fue posible que, en tan solo unos pocos años desde su regreso a Múnich, ese soldado del montón —ese tipo raro y solitario con unas ideas políticas volubles— se convirtiese en un demagogo nacionalsocialista profundamente antisemita?".

placeholder 'De Adolf a Hitler'. (Taurus)
'De Adolf a Hitler'. (Taurus)

En su investigación a ras de tierra, a la caza de todo tipo de documentos que nos permitan asomarnos al cerebro juvenil del futuro genocida, Weber recupera una ilustrativa carta que Hitler envió en 1915 a un viejo conocido donde expresaba su deseo de "que aquellos de nosotros que tengamos la suerte de regresar a la patria encontremos un lugar más puro, menos infestado de influencias extranjeras; de que los sacrificios cotidianos y las penurias de cientos de miles de nosotros y los ríos de sangre que fluyen sin descanso día tras día contra un mundo internacionalista enemigo no solo ayuden a aplastar a los adversarios externos de Alemania, sino que hagan caer también al internacionalismo que habita entre nosotros".

Si bien la misiva exhala ese odio contra el globalismo que hiede en los populismos de ayer, de hoy y de siempre, el autor del libro matiza: eso es tan de derechas como de izquierdas. "Sus ideas imprecisas de los tiempos de la guerra sobre una Alemania unida y libre de internacionalismos no apuntaban a ningún futuro político concreto". ¿Y entonces?

'El factor Múnich'

'De Adolf a Hitler' ilumina dos historias entrelazadas, la conversión nazi de Hitler y el relato ficticio que él mismo ofreció de aquel proceso. Y en ambas tramas juega un papel esencial el 'fáctor Múnich'. ¿Qué ocurrió en aquella ciudad a la que llegó el soldado Adolf a finales de 1918 y de la que emergió en 1923 el líder nacionalsocialista Hitler del 'punch' de la cervecería? Una ciudad, por cierto, célebre por su cultura liberal y nada favorable 'a priori' al fanatismo político. ¿Fue allí, como precisan los investigadores modernos, donde el excabo de ideas políticas imprecisas se radicalizó al empaparse como una esponja del clima de revanchismo nacionalista imperante? No exactamente.

placeholder Hitler, tras salir en libertad de la fortaleza de Landsberg en diciembre de 1924.
Hitler, tras salir en libertad de la fortaleza de Landsberg en diciembre de 1924.

Lo primero que hizo Hitler fue lo más inesperado: apoyar la revolución socialista, apuntarse a un ejército que luchaba por el comunismo y... ¡defender a los judíos de las persecuciones! Lo hizo por puro oportunismo, escribe Weber, pero esa diferencia altera dramáticamente la versión común que lo pinta como un vengativo faccioso. Fue en la milicia marxista donde explotó como un líder admirado y temido que, cuando en el invierno de 1918 Múnich mutó a república soviética, apoyó la alianza con Moscú. Pero cuando Berlín envió tropas a la ciudad rebelde, el 'oportunista' vio peligrar su futuro. "El 9 de julio", concluye Weber, "todo cambió para Hitler tras comprender con retraso que Alemania, efectivamente, había perdido la guerra. Aquella experiencia fue su camino de Damasco, lo que desencadenó su dramática conversión política. No le ocurrió, tal como afirma en 'Mi lucha', durante la época de Viena, ni durante la guerra, ni durante el periodo revolucionario; no fue el producto de la suma de las experiencias vividas durante la guerra y la revolución, sino el resultado de su tardía toma de conciencia de la derrota alemana en el Múnich posrevolucionario. En aquel instante empezó la transformación y la radicalización de Hitler".

Lo primero que hizo Hitler fue lo más inesperado: apoyar la revolución socialista, luchar por el comunismo y... ¡defender a los judíos!

El 23 de septiembre de 1923, el 'Washington Post' informaba en sus páginas sobre el "joven líder bávaro de los nacionalistas". Un tal "Adolph Hittler" (sic) habría declarado su intención de "marchar sobre Berlín" desde Múnich al modo de Benito Mussolini en la exitosa marcha sobre Roma que sirvió a los fascistas para tomar el poder en Italia. Unos días después, el antiguo cabo y frustrado pintor, ya por lo visto conocido al otro lado del charco, asaltó acompañado de un grupo de compinches nacionalsocialistas la cervecería Bürgerbräukeller, donde se reunían los partidarios del conservador Gobierno bávaro. Allí disparó al techo, llamó a dirigirse a "esa Sodoma y Gomorra que es Berlín" y dejó marchar después a sus rehenes tras pedirles su "palabra de honor" de que lo apoyarían. En cuanto salieron de allí la rompieron, organizaron la resistencia y al día siguiente derrotaron a los golpistas en una escaramuza que dejó 18 muertos. Hitler huyó, valoró suicidarse y finalmente fue atrapado. En el presidio de Landsberg comenzó a escribir 'Mi lucha'.

Y a reescribir su propia historia.

El 20 de noviembre de 1918, Adolf Hitler asistió a una inmensa manifestación socialista en Berlín. Tenía 29 años y se encontraba de paso en la ciudad tras su convalecencia en el hospital militar de Passewalk justo antes de partir hacia Múnich, donde se le había ordenado comparecer ante la unidad de desmovilización. Alemania acababa de perder la Primera Guerra Mundial y la revolución incendiaba sus ciudades y amenazaba con repetir allí los recientes y dramáticos acontecimientos ocurridos en Rusia. Pero, si como años después narró en 'Mi lucha', su radicalización política había tenido lugar durante la semana anterior en Passewalk, mientras curaba una ceguera causada por el gas mostaza de las trincheras y escuchaba indignado las noticias sobre la revolución... ¿qué pintaba Hitler en aquella manifestación? Según advierte el historiador alemán Thomas Weber en 'De Adolf a Hitler: la construcción de un líder' (Taurus): "El comportamiento de Hitler en Berlín, en efecto, no es el de un individuo marcado por una reciente conversión al nacionalsocialismo y profundamente hostil a los socialistas revolucionarios".

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