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Pablo Carbonell (Los Toreros Muertos): "Soy fascista, como Sabina y Serrat"
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Pablo Carbonell (Los Toreros Muertos): "Soy fascista, como Sabina y Serrat"

El grupo presenta disco y gira de homenaje a Javier Krahe

Foto: Pablo Carbonell y Los Toreros Muertos. (EFE)
Pablo Carbonell y Los Toreros Muertos. (EFE)

Cuando debutaron, a mediados de los ochenta, todo el mundo los tomó como una broma. Treinta y pico años después presentan ‘Colegio público Javier Krahe’, un disco y gira de homenaje al cantautor madrileño, independiente en el sentido más estricto de la palabra. Aunque nunca tuvo una canción de éxito, Krahe fue una gran influencia en nuestra música popular, cosechando admiradores de primera como Joaquín Sabina, Alejandro Sanz, Enrique Morente, Albert Pla y Joan Manuel Serrat. Para anunciar el proyecto, radios, televisiones y diarios desfilan por un piano-bar del centro, donde estos cincuentones reparten alegría contagiosa. Pablo Carbonell confirma que es el bohemio más trabajador de España: ha dormido una hora y media, entre actuaciones que acaban tarde y 'castings' que arrancan temprano. “Me he tenido que aprender treinta páginas del tirón”, presume. Parece disfrutar de un perpetuo buen humor, aunque tuerce el gesto al hablar de Cataluña. “Yo soy republicano, siempre lo he sido, pero no a costa de enfrentar a media población con la otra mitad”, afirma. Al final de la charla se extenderá sobre el conflicto. La nueva gira arranca el dos de noviembre en la sala But de Madrid.

Lenguaje vulgar y culto

¿Por qué un disco de versiones de Javier Krahe? “Nos parece una figura que debe ser rehabilitada. Bueno, rehabilitada no, pero sí difundida. Este hombre supo extraer al lenguaje su máxima riqueza utilizando el habla más vulgar y los latinajos más cultos o culteranos, como se diga”, afirma. Carbonell hace una pausa para coger aire: “Estamos muy necesitados de lenguaje. Las canciones han perdido el mensaje social, incluso político, en el sentido de encontrar entendimientos. Hoy se hacen letras superficiales, incomprensibles. Tengo la sensación de que cantar cosas con sentido espanta a la audiencia”, lamenta.

Yo soy republicano, siempre lo he sido, pero no a costa de enfrentar a media población con la otra mitad

Quién lo iba a decir, Pablo Carbonell contra la superficialidad. “La carrera de Krahe estuvo repleta de problemas. Sufrió la censura del felipismo por 'Cuervo ingenuo', la pieza donde denunciaba la traición de Felipe González con la entrada en la OTAN”. Ya que lo menciona, ¿qué opina de que Pablo Iglesias hiciese una versión con el autor? “A Krahe todo se la refanfinflaba. Si pasaba un político por ahí y le pedía cantarla, no ponía problemas. Lo de Iglesias fue una cosa absurda, otro gesto oportunista. Además bastante anacrónico, ya que de la OTAN no vamos a salir en varios milenios, hasta que caiga del todo el imperio estadounidense. Lo que puedo decir es que Iglesias hace tiempo que perdió mi voto”, señala.

Anacoreta y modelo

También recuerda los problemas judiciales de Krahe por sus instrucciones para hervir un crucifijo, pero aclara que “no me gusta recordar estos dos episodios, ya que son anécdotas en su carrera. Además lo del cristo ocurrió cuando Javier era un adolescente. Prefiero no quedarme solo con los choques con la autoridad. Lo que celebra este disco es el poder de las canciones”, subraya. ¿Cómo definiría el discurso musical de Krahe? “Propuso una forma nueva de vivir, un camino que tenía algo de anacoreta y algo de exprimir la vida como la misma intensidad con la que exprimía el diccionario. Para mí, el mensaje político que pueda ofrecer un músico encima de un escenario no es algo importante. Muchas veces hablamos de oídas o repetimos cualquier cosa que acabamos de escuchar hace quince minutos. Por suerte, hay algunos como Krahe que van más allá y proponen modelos de vida que pueden servir a los oyentes, no necesariamente para seguirlos, pero sí para situarse un poco mejor”, explica.

Salir del reguetón

La hoja de promoción menciona que Javier Krahe tiene mucho público que ganar en América Latina. “Estamos recibiendo llamadas de países que nunca se habían interesado en nosotros. Por ejemplo, Ecuador y Chile. En diciembre tenemos dos fechas en Colombia y también tocamos en México. Supongo que necesitan nuestra ayuda y la de Krahe para salir del reguetón”, bromea. ¿Tan malo les parece perrear? ¿No estarán sintiendo algo parecido a lo que sintieron sus madres cuando escuchaban el punk-pop de la Movida? ¿Nos hemos convertido ya en nuestros abuelos? “Supongo que sí. Musicalmente, el reguetón no me molesta. Tiene letras que no son rechazables, pero algunas que pone mi hija las encuentro demasiado macarras. Cuando mi padre escuchó 'Mi agüita amarilla' también me preguntó si no había encontrado nada más elevado sobre lo que escribir. No supe qué contestarle, pero aparte del 'egotrip' del personaje que narra la acción me parece una letra donde algunos oyentes ha encontrado reflexiones sobre los procesos creativos y que otros la sienten como un himno ecologista”, apunta.

El momento punk del PSOE

Insisto con la censura del felipismo a Krahe. ¿Fueron los ochenta tan guays como los pintan? También hay que recordar el abrupto cierre de 'La bola de cristal', aquel programa juvenil de TVE en el que se dieron a conocer Los Toreros Muertos. “Fueron unos años en los que la calle era nuestra, de los jóvenes. Teníamos necesidad de muchas cosas y tener un grupo de rock era una buena forma de divertirse. Componías una canción, la presentabas en 'La bola' y ellos te hacía gratis el videoclip. Además lo emitían en un canal con audiencia millonaria. Ahora eso sería imposible. Honestamente, no sé si 'La bola' terminó por motivos políticos o porque Alaska tenía demasiadas actuaciones. Costaba volver de tanto bolo y ponerse a hacer 'La bola'. En esos años, Los Toreros Muertos dábamos unos veinte conciertos al mes”, recuerda.

No se puede forzar una polarización social por tus santos cojones

En realidad, no existen datos, pero sí indicios de que llegó un momento en el que el “tolerante” PSOE dejó de apoyar cualquier cosa que pudiese oler a juventud revoltosa. Por ejemplo, Eduardo Sotillos, director de Radio Nacional de España, llegó a decir que había que cambiar la programación de Radio 3 (emisora juvenil) porque solo la escuchaban “presos, putas y maricones”. La parrilla se dulcificó notablemente. Carbonell para y se lo piensa. “Hubo un momento eufórico donde aquello parecía un concurso de a ver quién decía la mayor burrada. Nos felicitábamos unos a otros por cada ocurrencia. Lo más probable es que algún lunes de los ochenta alguien de arriba se levantase con resaca y pensase que había que poner un filtro a todo aquello”. ¿Cómo definiría la efervescencia cultural de la época? “Éramos los hijos del 'baby boom'. Nuestros padres querían criar a una Marisol o un Joselito. No les molestaba que nos dedicáramos a la música”, apunta.

“Estoy hasta la polla”

Carbonell solo pierde la sonrisa al hablar sobre Cataluña. “Estoy hasta la polla. Vengo leyendo el libro de Trevor Noah, la estrella de televisión de Estados Unidos. Cuenta que 'apartheid' no solo significa ‘separación’ , sino ‘separar por el odio’. No se puede forzar una polarización social por tus santos cojones. El 'procés' tiene algo de 'apartheid', un cabrón blanco que viene a separar a los catalanes, vete tú a saber con qué fantasías. Van a tener que pagarlo con cárcel. ¿Y sabes qué? La gente se va a cansar de manifestarse porque muy pronto empezará a llover. No habrá toma de la Bastilla, sino sofá y mantitas. Como todos sabemos, estas declaraciones me colocan junto a fascistas recalcitrantes como Sabina, Serrat y Eduardo Mendoza. Lo admito: soy fascista como ellos”, proclama.

Cuando debutaron, a mediados de los ochenta, todo el mundo los tomó como una broma. Treinta y pico años después presentan ‘Colegio público Javier Krahe’, un disco y gira de homenaje al cantautor madrileño, independiente en el sentido más estricto de la palabra. Aunque nunca tuvo una canción de éxito, Krahe fue una gran influencia en nuestra música popular, cosechando admiradores de primera como Joaquín Sabina, Alejandro Sanz, Enrique Morente, Albert Pla y Joan Manuel Serrat. Para anunciar el proyecto, radios, televisiones y diarios desfilan por un piano-bar del centro, donde estos cincuentones reparten alegría contagiosa. Pablo Carbonell confirma que es el bohemio más trabajador de España: ha dormido una hora y media, entre actuaciones que acaban tarde y 'castings' que arrancan temprano. “Me he tenido que aprender treinta páginas del tirón”, presume. Parece disfrutar de un perpetuo buen humor, aunque tuerce el gesto al hablar de Cataluña. “Yo soy republicano, siempre lo he sido, pero no a costa de enfrentar a media población con la otra mitad”, afirma. Al final de la charla se extenderá sobre el conflicto. La nueva gira arranca el dos de noviembre en la sala But de Madrid.

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