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'Loving Pablo': el Escobar de Bardem y Penélope Cruz es un desastre
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'Loving Pablo': el Escobar de Bardem y Penélope Cruz es un desastre

El biopic de Fernando León solo tiene sentido en la Mostra porque garantiza el paseo de los actores por la alfombra roja

Foto: Penélope Cruz y Javier Bardem presentan 'Loving Pablo' en el Festival de Cine de Venecia
Penélope Cruz y Javier Bardem presentan 'Loving Pablo' en el Festival de Cine de Venecia

'Loving Pablo' llega a la Mostra tarde. Han pasado ya siete días de festival. Buena parte de los periodistas acreditados o bien ya se han marchado -algunos al festival de Toronto, los más afortunados a casa- o bien están demasiado cansados para prestar más que una atención residual a una película cuya presencia en el certamen -fuera de competición- solo tiene sentido en tanto que garantiza el paseo de Javier Bardem y Penélope Cruz por la alfombra roja. Y la falta de interés juega a su favor. Lo que más le conviene a una película así es hacer el viaje previo a su estreno en cines con sigilo, de tapadillo. Que la menor cantidad de gente posible sepa de antemano cómo es.

Que Javier Bardem tuviera desde hace años un gran interés en dar vida a Pablo Escobar -el actor es uno de los productores de la película- es algo que se entiende perfectamente. Es un personaje gigantesco en todos los sentidos y, al menos sobre el papel, dotado de una capacidad única tanto para seducir como para repeler y aterrorizar. Sin embargo, contemplándolo en 'Loving Pablo' lo único en lo que uno es capaz de fijarse es la barriga que Bardem exhibe con insolencia, casi siempre desnuda, durante buena parte de la película. Y no por su tamaño -aunque también-, sino porque está claro que es un rudimentario postizo. Y cuando en la segunda mitad de la película el actor empieza a lucir también papada, resulta inevitable preguntarse si comparte maquillador con Joaquín Reyes. El problema es que esas piezas protésicas están lejos de ser lo único que luce falso en 'Loving Pablo'.

Foto: Pedro Pascal, protagonista de 'Narcos, en una imagen de la tercera temporada de la serie Opinión

La historia que el director Fernando León de Aranoa cuenta obviamente no es nueva: la del ascenso y caída del señor de la droga más famoso de la historia, que surgió de la miseria para llegar a amasar una fortuna de 30.000 millones de dólares gracias a la introducción de cocaína a Estados Unidos, y que en el proceso sembró el terror en Colombia. Todos los 'highlights' de su trayectoria están en la película: la fundación del cártel de Medellín y su coronación como rey de la organización, su entrada en política a golpe de soborno, sus maniobras para tumbar la ley de extradición aprobada para permitir que la DEA, el FBI y la CIA acabaran con él, las matanzas sistemáticas de políticos y policías que orquestó tras ser expulsado del Congreso, su estancia y posterior huida en una prisión de lujo construida por él mismo y, finalmente, su muerte en 1993 mientras trataba de escapar del cerco policial.

La amante del narco

En otras palabras, que la historia esté contada desde la perspectiva de la que fuera amante del narco, Virginia Vallejo -está basada de su libro de memorias, 'Loving Pablo, Hating Escobar'- no dota al relato de la menor originalidad a pesar de que la machacona narración de Penélope Cruz ilustra incluso capítulos de la vida de Escobar en los que Vallejo ni siquiera participó. Al margen de aportar esa voz en off para explicar escenas que se explican por sí solas -“Pablo me presenta a sus socios del cártel”, nos cuenta justo antes de que veamos a Escobar presentándole a sus socios del cártel-, Vallejo es una presencia en la película tan accesoria como la de todo el resto de personajes que no son Escobar. No se nos arroja ninguna luz sobre las realidades más íntimas de su relación amorosa, y por tanto la química que Cruz y Bardem obviamente comparten se pierde por completo.

Los diálogos son incoherentes, las interpretaciones, de telenovela, la tensión dramática es inexistente, y las escenas de acción carecen de impacto

Esa falta de convicción, decíamos, se extiende a la película en su conjunto. Los diálogos puestos en boca de los personajes son una mezcla de inglés y español totalmente incoherente -en Colombia u otro lugar del mundo, nadie habla así-, y las interpretaciones son material de telenovela; varios actores secundarios parecen literalmente de plástico, y algunas líneas narrativas son trazadas de forma poco convincente y luego repentinamente abandonadas; la tensión dramática es inexistente, y las escenas de acción carecen de impacto.

Es cierto que León de Aranoa no tiene experiencia previa en el género, pero nada hace suponer que 'Loving Pablo' sería mejor película de haberse encargado otro de dirigirla. En realidad, lo más sensato habría sido que no se hubiera encargado nadie de hacerlo. Después de todo, sería más fácil pasar por alto el exceso de pelucas y prótesis si 'Loving Pablo' contara algo de interés que no haya sido abordado con más detalle y pericia durante las dos temporadas de 'Narcos'. O por 'Escobar: Paraíso perdido' (2014), en la que Benicio Del Toro resultaba mucho más amenazador que Bardem sin necesidad de gritar “¡Malparíos!” trescientas veces, y bastante más creíble. Al menos su barriga no era de goma.

'Loving Pablo' llega a la Mostra tarde. Han pasado ya siete días de festival. Buena parte de los periodistas acreditados o bien ya se han marchado -algunos al festival de Toronto, los más afortunados a casa- o bien están demasiado cansados para prestar más que una atención residual a una película cuya presencia en el certamen -fuera de competición- solo tiene sentido en tanto que garantiza el paseo de Javier Bardem y Penélope Cruz por la alfombra roja. Y la falta de interés juega a su favor. Lo que más le conviene a una película así es hacer el viaje previo a su estreno en cines con sigilo, de tapadillo. Que la menor cantidad de gente posible sepa de antemano cómo es.

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