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La gloriosa guerra civil del pop
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Reseña de 'yeah! yeah! yeah!'

La gloriosa guerra civil del pop

El músico y crítico Bob Stanley repasa la historia del pop moderno en un ensayo de referencia

Foto: Los Rolling Stones en un concierto en Suecia en 2014 (Gtres)
Los Rolling Stones en un concierto en Suecia en 2014 (Gtres)

Pop. He aquí una de esas palabras que todo el mundo usa… pero muy pocos pueden definir con precisión. Bob Stanley (Sussex, 1964) es uno de esos pocos: teclista del grupo Saint Etienne, crítico musical en medios como 'The Guardian' y 'The Times' y autor de 'Yeah! Yeah! Yeah!', monumental historia del pop moderno que publica ahora Turner.

El pop según Stanley: “¿Qué es exactamente el pop? Para mí, el pop engloba el rock, el rhythm and blues, el soul, el hip hop, el house, el techno, el heavy metal y el country. Si uno graba discos, sean sencillos o álbumes, y los promociona actuando en televisión o saliendo de gira, es que se dedica al pop. El pop requiere de un público al que el artista no conozca en persona. En dos palabras, todo lo que entra en las listas de éxitos es pop”.

Una definición a la que se puede poner más de un pero -¿el underground que conspira contra las listas de éxito no es pop?- pero cuyos límites juegan a favor de 'Yeah! Yeah! Yeah!': Stanley tiene un campo de estudio cerrado, tiene tesis, tiene visión global y tiene un estilo euforizante, así que se le perdonan sus manías fetichistas y sus carencias sociológicas (la música como experiencia estética placentera tiene aquí más peso que el contexto social que la hace posible). El tipo, desde luego, no engaña a nadie: el pop por el pop. La burbuja del pop como montaña rusa de sentimientos a flor de piel.

“La música de Brian Wilson (Beach Boys) era al mismo tiempo inmadura y universal. Era un niño grande, un alma cándida que hacía un alto en su labor compositora para ver la serie 'Flipper', en cuyos episodios Sandy, el amiguito del delfín, siempre recibía una valiosa enseñanza moral que arrancaba las lágrimas de Brian. En 'In the Back of My Mind', hermosa canción incluida en Today!' (1965), el compositor confesaba estar 'tan feliz que a veces [rompía] a llorar'. Era como si sus sentimientos, reales o no, saliesen a la luz sin la menor consideración por criterios de decoro, prestigio o incluso idoneidad musical, de ahí que, desde el punto de vista emocional, la obra de los Beach Boys sea la más satisfactoria de todo el pop moderno”.

Palabras de Stanley que reflejan tanto la música de los Beach Boys como los propios gustos del autor. Como esta encendida defensa del glorioso sonido sesentero de la Motown de Detroit, cadena de montaje de pop negro más pendiente de incendiar las pistas que las calles (segregadas) de EEUU. “Motown es sinónimo de música festiva y divertida, recuerdos de una época más simple en que la razón de ser del pop era hacer bailar a la joven América, no poner a prueba al público. En este sentido, nadie lo hizo mejor”, defiende Stanley.

Pelea de barro

Una de las tesis más interesantes del libro es la de la traumática escisión del pop en la década de los sesenta: o cuando el pop y el rock tomaron caminos diferentes de por vida. ¿El ejemplo cultural más claro del divorcio? La batalla entre los fans de los Beatles y los Rolling Stones, que resumimos en tres extractos

1) “Los Rolling Stones fueron el primer grupo que hizo del esnobismo seña de identidad y adoptó con orgullo una postura marginal, enajenándose del público más convencional y anticuado y sin la menor intención de infiltrarse en el sistema para dinamitarlo desde dentro (como en un principio pretendieran los Beatles)”.

Los Rolling Stones fueron el primer grupo que hizo del esnobismo seña de identidad

2) “Los partidarios de los Stones consideraban que los Beatles eran tibios, blandengues, cómplices del sistema, pesos pluma, y en cambio se tenían a sí mismos por aventureros, afines a las clases marginadas, espíritus rebeldes e independientes, pesos pesados. En dos palabras, consideraban que los Beatles eran pop y los Stones rock. Fue la primera fisura de importancia que se abrió en el pop moderno, fisura que no tardaría en convertirse en abismo”.

3) "Los Stones fueron los Bartleby del pop moderno y en ellos cabe ver desde unos contestatarios a unos revolucionarios callejeros o –cuarenta años después– unos liberales libertarios y avatares de la nueva derecha. Fuese cual fuese su verdadera esencia, lo que no pensaban hacer era airearla y descubrir el pastel. En este sentido fueron responsables indirectos de algunos de los peores aspectos del pop moderno: en los últimos cuarenta años centenares de bandas, desde los Doors en adelante, han adoptado el pasotismo displicente de los Stones como pretexto para justificar la apatía, el tedio y la puerilidad en lo que ha constituido un abuso sistemático del término rock’n’roll". ¡Zasca!

Centenares de bandas, desde los Doors, han adoptado el pasotismo displicente de los Stones para justificar la apatía, el tedio y la puerilidad

Los frenéticos pioneros

Cuando a Stanley le gusta un grupo o un estilo, da gusto. Ejemplo: El tremendo arranque del libro, centrado en los loquísimos orígenes del rock 'n' roll. “En el rock’n’roll de primera hora no había reglas que dictasen quién cantaba, cómo se cantaba, cómo se grababan los temas ni cómo se distribuían los discos. Era la anarquía, la piedra arrojada en mitad del estanque, y tras desvanecerse la última onda concéntrica nada volvió a ser igual ni jamás volvió a surgir algo tan novedoso ni tan libre… El sonido salvaje de Little Richard –piano martilleante, ritmo de rock vertiginoso, berridos demenciales, letras de indefectible contenido sexual– no es fácil de tararear ni silbar. Cuesta un mundo oír más de dos sencillos suyos seguidos sin ponerse de los nervios. Prácticamente carecen de melodía”. Oh, yeah.

Gloriosas son, en efecto, sus vibrantes descripciones de los hits de los pioneros del pop moderno. Atentos...

“Lo más incendiario de su repertorio era “Fujiyama Mama”, pieza bailonga de factura elegante en la que Wanda Jackson se dejaba la garganta en versos de esta índole: 'Estuve en Hiroshima y en Nagasaki también. Lo mismo que les hice a ellos, nene, a ti te lo puedo hacer”. La canción fue todo un éxito en Japón, lo cual dice bastante del sentido del humor de los nipones”.

Johnny Burnette era un boxeador de peso ligero y peso wélter que llegó a ganar un título amateur en Memphis, su hermano Dorsey era campeón de boxeo profesional en los estados del sur, y en 1949, en un torneo celebrado en Memphis, los dos conocieron al guitarrista Paul Burlison. Con estos antecedentes, nadie se planteó llevar la contraria a los tres púgiles cuando se mudaron a Nueva York y, en un rasgo de austero pragmatismo, le pusieron a su grupo el nombre de Rock’n’Roll Trio. Máxime cuando basta una escucha de 'The Train Kept A-Rollin’ para convencerse de que bien podían haber sido el único trío de rock’n’roll. Más que una canción, es un aullido prolongado de obsesión y tormento sexual, primario y estruendoso. Impulsado por unos alaridos que parecen navajazos y una línea de guitarra de dos notas, distorsionada y lacerante, el tema va mucho más allá de lo meramente agresivo: 'Train Kept A-Rollin’ asusta de verdad".

Vince Taylor era un showman de verdad, pero demasiado desenfrenado para triunfar en la Gran Bretaña de los 50. Salía al escenario con todas las luces apagadas y lo único que se veía eran los destellos de la cadena de moto que agitaba en el aire. Entonces se encendían los focos y aparecía vestido de cuero negro de la cabeza a los pies. Su canción más recordada es 'Brand New Cadillac', que años después versionarían los Clash, pero su imagen y el mito fraguado en torno a su persona van mucho más lejos. En 1961 se hizo famoso en Francia y se afincó en París, pero tomó más LSD de la cuenta y en 1965, rebautizado con el nombre de Mateus, se paseaba por las orillas del Sena vestido de blanco y proclamando a los pocos fans que le quedaban que era el hijo de Dios”.

He aquí, por tanto, un libro de 756 páginas en el que el autor no se permite un respiro: encadena párrafos y párrafos con el cuchillo entre los dientes y con una asombrosa capacidad para contar muchas cosas en poco tiempo en un estilo entre pedagógico y apasionado. Resumiendo: Stanley es uno de esos divulgadores anglosajones de tomo y lomo.

Moraleja de toda esta historia: 'Yeah! Yeah! Yeah!' es algo más que un libro: es un acontecimiento editorial. Consejo: imprescindible leer junto a un ordenador para poder añadir melodía a las palabras de Stanley. Prepárense a gozar… y a reír:

“En 1970 David Bowie acudió a la Factory de Andy Warhol para conocer a sus ídolos. Cuando avisaron a Warhol de que en la puerta había una estrella de rock inglesa en ciernes, el artista mandó que lo dejaran pasar. En lugar de saludar con un prosaico 'hola', Bowie se puso a hacer mimo. Warhol, perplejo, se volvió a su asistente y le preguntó: '¿Tenemos que reírnos?'”. Sombreros fuera.

Pop. He aquí una de esas palabras que todo el mundo usa… pero muy pocos pueden definir con precisión. Bob Stanley (Sussex, 1964) es uno de esos pocos: teclista del grupo Saint Etienne, crítico musical en medios como 'The Guardian' y 'The Times' y autor de 'Yeah! Yeah! Yeah!', monumental historia del pop moderno que publica ahora Turner.

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