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La semilla de Chirbes
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¿quiénes son los herederos de su obra?

La semilla de Chirbes

Marta Sanz, Isaac Rosa, Javier Mestre, Pablo Gutiérrez, Sara Mesa o Coradino Vega son algunos de los novelistas que mantienen las pautas narrativas que adelantó el autor de 'Crematorio' y 'En la orilla'

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Chirbes se ha ido, se queda su obra. Son las novelas que durante casi treinta años fueron acusadas de realismo garbancero. Ignoradas por los de su generación por su apego a temas que había que olvidar, menospreciadas por los nuevos escritores por insistir en algo pasado de moda, Chirbes ha padecido el reconocimiento -broma macabra- cuando la televisión lo ha leído. Acumulaba siete novelas impecables y parecía un nuevo autor de sesenta años. Se mantuvo fiel al retrato de un país en Transición y ahora toca quitarle el sambenito de “novelista de la crisis”. Y empezar a leer marcha atrás, capítulo a capítulo, hasta llegar a la posguerra.

Es posible que los lectores reconozcan la aportación narrativa de un autor esencial de finales del XX y principios del XXI, pero dónde se encuentra la semilla creativa de un escritor que fue descubierto tarde y se murió demasiado pronto. Sólo unos pocos novelistas de una generación posterior, los nacidos con la instauración de la democracia, tuvieron los reflejos de leer sus novelas en el momento en que las lecturas prenden: la adolescencia. Mimoun (1988), En la lucha final (1991) y La buena letra (1992) pasaron desapercibidas.

En su generación ha sido el que ha picado piedra contra los consensos de la Transición, eso le ha convertido en un autor muy incómodo

Chirbes tenía una estrecha relación con esa generación, con la que se mostró generoso, leyó sus novelas y compartió sus puntos de vista. Esperaba de ellos un ajuste de cuentas sin usar la Transición como excusa y parapeto para no mirar sus problemas a la cara. Javier Mestre (Madrid, 1967) es uno de los discípulos más evidentes del escritor valenciano. En su última novela, Made in Spain (Caballo de Troya), Chirbes y Crematorio hacen incluso cameo. Mestre comparte con su maestro el escozor del mismo látigo que les culpa de maniqueos, costumbristas y tópicos.

placeholder Marta Sanz es una de las escritoras que reivindican a Rafael Chirbes. (Daniel Muñoz)
Marta Sanz es una de las escritoras que reivindican a Rafael Chirbes. (Daniel Muñoz)

“La novela social es considerada infranovela”, explica a este periódico. “En su generación fue quien picó piedra contra los consensos de la Transición, eso le ha convertido en un autor muy incómodo: sus lectores son clase media, pero él trata una realidad mucho más cruda y molesta para los acomodados. Para los escritores de izquierda también, porque no bucean en las realidades sociales que bucea Chirbes”. Cuenta que Chirbes le agradeció explicar el mundo en el que vivimos. “He tratado de aprender de él a ser fiel al principio de realidad”.

Otro de los llamados a sintonizar con la frecuencia de Chirbes es Isaac Rosa (Sevilla, 1974). ¿Cree que forma parte de sus influencias? “Sí, pero diría más una influencia cívica que literaria. Me explico: cuando escribí El vano ayer (Seix Barral, 2004) no me sentía próximo a sus planteamientos formales, pero su crónica de la gran derrota que fue la Transición (en sus novelas de los noventa) fue para mí decisiva para enfrentar el tardofranquismo y la Transición. Y por supuesto su reivindicación y actualización del realismo como una interpretación crítica de su tiempo”.

Silencio en la sala

Otra de las voces que reconoce beber de su capacidad para ese monólogo que genera la realidad social de los personajes es Marta Sanz (Madrid, 1967). “Es el escritor más influyente de su generación. Recuerdo la primera vez que lo vi, en la Escuela de letras, a principios de los noventa. Lo invitó Constantino Bértolo -su mayor valedor- para hablar de La buena letra”, dice la autora de La lección de anatomía y Black, black, black.

Miguel Serrano (Zaragoza, 1977) tuvo muy buena acogida con su novela Autopsia (Candaya), pero reconoce el problema para que la semilla de Chirbes prenda: llegó a él con Crematorio, cuando su formación lectora ya se había consumado. A pesar de ello cree que es un novelista moderno tratando temas que nos conciernen. Sin embargo, su olvido arrastra un silencio que ha cegado varias generaciones. Quién sabe si los nacidos en los noventa quieran rescatarle.

placeholder Una imagen de la serie 'Crematorio', inspirada en la novela de Chirbes.
Una imagen de la serie 'Crematorio', inspirada en la novela de Chirbes.

Crematorio puso a Chirbes en el centro del escenario, que remató cinco años después con En la orilla. El lector había cambiado, quería saber, todavía estaba indignado y aquella novela atizaba en el corazón de las miserias que pincharon la burbuja española. “El libro no tiene la culpa”, se cuidó mucho de explicar en las entrevistas. “Ha encontrado un público favorable, uno que cree que hemos entrado en un punto de no retorno. Un público harto de la gran farsa”, contó a este periódico.

“No tenía sentido que la literatura siguiera mirando a otro lado. Y Chirbes lo vio“, dice Pablo Gutiérrez

A Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978) le han relacionado con el Chirbes de En la orilla por Democracia (Seix Barral, 2012). Pero ésta es anterior que la primera. “Mantengo con él un vínculo más temático que de estilo. Él no profundiza en los personajes, prefiere montar novelas corales. Pero sí reconozco en común las intenciones”, cuenta.

Gutiérrez explica que hay más una coincidencia de conciencia que de influencia: “Era ridículo que no hubiese novelas sobre lo que pasaba en este país desde 2008, ha sido una guerra social. No tenía sentido que la literatura siguiera mirando a otro lado. Y Chirbes lo vio y no se conformó con seguir escribiendo sobre el pasado”. Añade que el autor creció hasta colocarse en contra de lo que sus lectores esperaban de sus novelas. Un escritor que se resistió a la autoridad, a la novedad y a la comodidad.

placeholder Sara Mesa, autora de 'Cicatriz'. (EFE)
Sara Mesa, autora de 'Cicatriz'. (EFE)

La escritora Pilar Adón (Madrid, 1971) no está en la línea de fuego de nuestro protagonista, pero reconoce en sus libros una “prosa envolvente, excepcional y arrebatadora, con temas demoledores”. Indica que la dureza de lo que cuenta puede tener relación con Sara Mesa (Madrid, 1976), de quien Chirbes dijo que tanto Cicatriz (Anagrama) como Cuatro por cuatro (Anagrama) “levantan una literatura de alto voltaje trabajada con precisión de orfebre”. Mesa asegura que lo ha leído, pero no bebe directamente de él. Se identifica con el anclaje en la realidad para transgredirla.

Es una escritura poco complaciente, no quiere agradar, ni es panfletista

“La capacidad de lo real no está al alcance de todo el mundo. Era un gran observador, con un dibujo muy detallado y muy realista, no tanto en los personajes”, cuenta la escritora para destacar un realismo de paisaje y de costumbre “sin ser costumbrista”. “Es una escritura poco complaciente, no quiere agradar, ni es panfletista”.

Autor sin ombligo

Mesa piensa en otro escritor que sí ha bebido del autor de La larga marcha: Coradino Vega (Riotinto, 1976), quien en Escarnio (Caballo de Troya) indagaba sobre la desazón de la moralidad. De nuevo, el relato de la generosidad del maestro que lee la primera novela y contesta por carta sobre su lectura. “A mí Chirbes siempre me importó mucho. Lo que más, su tenacidad para no caer en modas. Cuando no tocaba hablar de memoria histórica él lo hizo”.

Mantuvo un camino propio tan personal “que no deja seguidores, discípulos ni imitadores“, dice Isaac Rosa

Su honestidad ante la literatura, siempre fiel a sí mismo. “Jamás escribió desde un yo ensimismado y ombliguista, siempre escribió desde la pluralidad de voces. La tercera persona, decía, es modificable y la primera totalitaria”, recuerda Vega. Insiste en que él no era el protagonista de las novelas. “El héroe actual de la literatura parece que es el escritor y él miraba a la sociedad, a los otros. Le llamaban galdosiano y lo llevaba a mucha honra”.

placeholder Isaac Rosa, autor de 'La habitación oscura'. (EFE)
Isaac Rosa, autor de 'La habitación oscura'. (EFE)

Demasiado verdadero para la literatura contemporánea y sus creadores. “Mi generación es de declarada ruptura con los que empezaron a publicar en los ochenta. He escuchado sobre Chirbes: “Me interesa su punto de vista político, pero literariamente está más que pasado de moda”. Prejuicios, siempre pasó de etiquetas”, cierra Vega.

Chirbes ha generado un modelo al que es difícil acercarse, porque mantuvo un camino propio tan personal “que no deja seguidores, discípulos ni imitadores”, dice Isaac Rosa. “Su mirada moral sobre nuestro tiempo es de una lucidez amarga y una creciente desesperanza sobre la condición humana”.

Chirbes se ha ido, se queda su obra. Son las novelas que durante casi treinta años fueron acusadas de realismo garbancero. Ignoradas por los de su generación por su apego a temas que había que olvidar, menospreciadas por los nuevos escritores por insistir en algo pasado de moda, Chirbes ha padecido el reconocimiento -broma macabra- cuando la televisión lo ha leído. Acumulaba siete novelas impecables y parecía un nuevo autor de sesenta años. Se mantuvo fiel al retrato de un país en Transición y ahora toca quitarle el sambenito de “novelista de la crisis”. Y empezar a leer marcha atrás, capítulo a capítulo, hasta llegar a la posguerra.

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