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El gabinete de los horrores de Damien Hirst
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una exposición desvela su colección

El gabinete de los horrores de Damien Hirst

Para cualquiera que esté familiarizado con la taxidermia, meter un tiburón en formol y mostrárselo al mundo no debe de resultar excesivamente original. Al fin y

Foto: Parte de la colección personal del artista Damien Hirst, en el Barbican de Londres.
Parte de la colección personal del artista Damien Hirst, en el Barbican de Londres.

Para cualquiera que esté familiarizado con la taxidermia, meter un tiburón en formol y mostrárselo al mundo no debe de resultar excesivamente original. Al fin y al cabo, hace ya siglos que se disecan cerdos con dos cabezas, peces-sirena y conejos con cuernos y se exhiben en museos de aire gótico cargados de oscuras curiosidades. La diferencia es que Damien Hirst sacó al bicho de contexto, le puso un título, La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo y lo mostró en una exposición de arte contemporáneo, allá por 1992, provocando convulsiones en el mundo del arte de una violencia tal que el enfant terrible del arte británico se convirtió de inmediato en súper estrella.

Ese estatus le ha permitido ampliar su propia colección de obsesiones, detrás de las que se esconde el origen de muchas de sus obras. Porque los artistas, como el resto de los mortales, también tienen debilidades y, además de coleccionar arte (casi todos lo hacen), acumulan otras cosas que a menudo tienen relación con su producción, como en el caso de Hirst.

La muestra Magníficas obsesiones. El artista como coleccionista, que ha inaugurado el Barbican de Londres, lanza una mirada, no siempre reveladora, sobre esas colecciones personales de una docena de creadores, entre los que la colección de Hirst es una de las más llamativas.

Buitres y calaveras

Un espectacular león disecado somalí de finales del siglo XIX, un cordero de siete patas y dos cuerpos de principios del siglo XX, un buitre gigante, y múltiples calaveras humanas se exhiben junto a una de sus obras, Last Kingdom (2012), un cuadro donde especímenes disecados de escarabajos y mariposas llenan un lienzo de 2x2.

Parece claro de dónde le viene a Hirst la inspiración. Sólo necesita darse un paseo por Murderme, nombre con el que ha bautizado su propia colección, valorada en más de 120 millones de euros y en la que además de objetos relacionados con la muerte como los que aquí se exhiben hay incontables obras arte (también de temática mortuoria), que van de Picasso a Jeff Koons, pasando por Francis Bacon o Richard Prince.

De esas obras no hay rastro en el Barbican: lógico, Hirst, fabuloso comerciante, las exhibirá casi al completo desde finales de año en un museo propio, que está construyendo al sur de Londres.

Obsesiones y detergente

La elección de los artistas realizada por la comisaria Lydia Yee para la muestra del Barbican es sorprendente: algunos son archifamosos como Andy Warhol o Martin Parr y otros apenas conocidos como el Dr Lakra. Esto crea situaciones complejas ante el posible desconocimiento de la obra y lo poco que se nos muestra de ella.

De Warhol ya conocíamos su predilección por el kitsch y por tanto poco puede añadir a la comprensión de su obra el ver una colección de contenedores de galletas de cerámica estridentemente feos, junto a sus célebres cajas de detergente. El Dr Lakra, en cambio, es un dibujante/tatuador mexicano del que se muestra su colección de discos, muchos de ellos coloridos como sus tatuajes pero con los que cuesta empatizar sin conocer a fondo su producción.

“He buscado creadores que sé que tenían importantes colecciones de algún tipo. Quería mostrarcómo su producción está relacionada con sus obsesionesy creo que acceder a sus colecciones personales te permite entender mejor su trabajo”, aseguró aEl Confidencialla comisaria. El problema es que si no se conoce a fondo el trabajo del artista representado es difícil dilucidar con una sola obra esta relación. “Pero he buscadocolecciones que se sostienen por sí mismas, que no haga falta leer las etiquetas”, se defiende Yee.

En algunos casos el objetivo se consigue mejor que en otros: el francés Arman, conocido por obras en las que acumulaba objetos idénticos, como la que se muestra en la exposición,Home Sweet Home(1960), un lienzo del quecuelgan docenas de máscaras de gas, coleccionaba bellísimas máscaras africanas. Es fácil encontrar la relación.

Una sociedad de postal

Algunas de las colecciones son interesantes, más allá de su vínculo con la producción propia del artista.Martin Parr, uno de los grandes nombres de la fotografía, influyente comisarioe impulsor del renacimiento del fotolibro, es unávido coleccionista de postales turísticas. Las que se muestran en esta exposición ofrecen un interesante recorrido por la historia de Gran Bretaña y, sin duda, retratan la a veces cómica evolución de una sociedad que antaño convirtió en postal una segadora de césped o un secador de manos.

Otras colecciones, en cambio resultan totalmente carentes de interés, como los innumerables cachivaches que llenan la sala dedicada a Hanne Darboven, algo parecido al baúl de los recuerdos del abuelo pero en tamaño XL, aunque eso sí, resulta chocante porque Darboven fue una artista conceptual y uno no se espera que acumulara en su casa desde un water con una tapa azul eléctrico a una máquina de pin-ball.

En el caso de Sol Lewitt, otro grande del minimalismo, resulta curioso descubrir su debilidad por los grabados japoneses y la fotografía modernista, que en cierto modo se refleja en los encuadres de su fotolibro Autobiografía (1980), que aquí se exhibe al completo.

Hay una sala dedicada a la colección de objetos de Martin Wong y Dahn Vo, dos creadores no muy conocidos fuera de los círculos del arte. Wong acumuló en vida miles de pequeñas figuritas estilo lladró, pero en versión barata. Vo las adquirió tras su muerte, las colocó “de forma precisa y concreta” según la comisaria, y aquí se muestran como su propia obra de arte, una oda al kitsch más extremo solo apta para los amantes del género.

Vo es un artista de origen vietnamita que trabaja temas relacionados con la apropiación de obra y cuyo nombre está subiendo como la espuma entre coleccionistas de arte contemporáneo. Sin embargo, el interés concreto de esta pieza/colección titulada IMUUR2013 es, para esta periodista, difícil de encontrar.

Para cualquiera que esté familiarizado con la taxidermia, meter un tiburón en formol y mostrárselo al mundo no debe de resultar excesivamente original. Al fin y al cabo, hace ya siglos que se disecan cerdos con dos cabezas, peces-sirena y conejos con cuernos y se exhiben en museos de aire gótico cargados de oscuras curiosidades. La diferencia es que Damien Hirst sacó al bicho de contexto, le puso un título, La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo y lo mostró en una exposición de arte contemporáneo, allá por 1992, provocando convulsiones en el mundo del arte de una violencia tal que el enfant terrible del arte británico se convirtió de inmediato en súper estrella.

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