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Lassalle se queda sin voz en el Congreso
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reconoce la presión de los lobbies

Lassalle se queda sin voz en el Congreso

Ha pasado un año y en un año han pasado muchas cosas. Un año que ha durado dos semanas escasas, desde que el Tribunal Supremo cuestionara

Foto: El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, durante su comparecencia ante la Comisión de Presupuestos del Congreso. (EFE)
El secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, durante su comparecencia ante la Comisión de Presupuestos del Congreso. (EFE)

Ha pasado un año y en un año han pasado muchas cosas. Un año que ha durado dos semanas escasas, desde que el Tribunal Supremo cuestionara su ley y la dejara vista para sentencia europea. Dos semanas en las que su otro proyecto vital, la Ley de Mecenazgo, una reforma que abanderaba desde sus años en la oposición, quedaba convertida en morralla por su propio partido. En dos semanas, su versión verso libre, cómplice de la cultura y defensor de sus intereses frente a Hacienda y otros ministerios, era desenmascarada y aparecía como un enemigo mucho peor que Montoro o Nadal. Y la cultura montaba una plataforma con su nombre para acabar con sus intenciones: “No a la Ley Lassalle”.

Un año después ahí le tenemos, José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura o lo que queda de él, presentando sus cuartos presupuestos generales, tan abatido que hasta las taquígrafas le pidieron que alzase la voz. La afonía era la metáfora, el desgaste la evidencia. Le ha abandonado hasta la oposición, sólo Izquierda Plural y PSOE han acudido a tratar de enmendarle la plana en la Comisión de Cultura en el Congreso de los Diputados.

Nunca nadie con tanta voluntad triunfalista se presentaba tan derrotado: “La sombra de la inestabilidad presupuestaria que se proyectaba sobre la política cultural se ha alejado”, porque la partida presupuestaria aumenta poco más del 4% y supone un 0,2% del total de las inversiones que aplicará el Ejecutivo. Cuatro cuentas en las que se han perdido casi 200 millones por el camino.

Los Presupuestos Generales son un manifiesto de la voluntad política, una declaración de intenciones de quién se quiere ser durante 365 días. A año vencido, los Presupuestos se convierten en un testimonio de quién has sido:

UNO / “NO TENGO ENEMIGOS EN EL GOBIERNO”. El portavoz del grupo parlamentario socialista, Eduardo Torres Mora, sacó a relucir las palabras de la crónica publicada por este periódico hace un año, cuando el responsable de cultura era otro: “José María Lassalle tiene una dura batalla por delante, como él mismo anunció. El enemigo es duro. Y desde luego, ante lo visto en el Congreso, no está entre la oposición”. Hoy somos testigos de la derrota y la recapitulación. Lassalle ya no tiene enemigos en casa, como no los tienen quienes deponen las armas.

Hace un año se presentó bravío y temeroso y aseguraba que daría guerra a los chicos de negro: “La batalla seguirá y trataremos de convencer al Ministerio de Hacienda a que respalde las políticas de fiscalidad que defendemos para el cine”. También: “A la espera de conseguir, y esa es una batalla que estamos dando [a Hacienda], introducir las enmiendas al proyecto de ley en materia de fiscalidad, como una serie de mejoras que implicarían un crecimiento de la deducción del 18% al 24%”. Montoro guardó un año esta declaración en el fondo de su corazoncito de hojalata y anunció hace escasos meses una reforma fiscal que dejaba las mejoras en un18%. Zasca.

DOS / “OBLIGADO A HACER ENCAJE DE INTERESES”. Del creador de “he tenido que gestionar el peor de los mundos posibles”, llega “el conflicto obliga a hacer un encaje entre intereses”. Este año es el redentor de todos los intereses en la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual. No se ha mostrado como el defensor de los del sector al que representa. Ha reconocido ser el conciliador o lo que es peor el incapaz de representar a los suyos en una dura negociación: “Los intereses en presencia son muy complejos y obligan a encajes y ajustes complicados”.

Políticamente es muy útil hablar de algo que nadie comprende: “intereses en presencia” son lobbies. Y se refería a las empresas de la electrónica, las tecnologías de la información y las telecomunicaciones. Las que han dejado de pagar el Canon Digital, más de 100 millones de euros al año. Las que, según las ocho entidades de gestión de derechos de autor, salen beneficiadas en esta reforma a pesar de que no son los titulares de la ley.

“Las dificultades de conciliación entre intereses son propias en un marco como el de la Ley de Propiedad Intelectual”, ha añadido Lassalle. Torres Mora le ha recordado, muy hábil, que “a veces esos intereses no son simétricos y que encontramos fuerzas muy poderosas contra otras mucho más débiles”. Le recordó que la política debería servir para equilibrar esas fuerzas. “Todavía puede llegar a un acuerdo con la cultura”, añadió el portavoz del PSOE.

TRES / "OPERAMOS PROFUTURO". El futuro ya está aquí y el autor analógico ya no vale lo mismo que antes. Lassalle trató de explicar que hay que legislar con visión de futuro y teniendo en cuenta el cambio tecnológico. Por eso no encuentra sentido al Canon Digital: “La copia analógica es susceptible de un tratamiento transitorio. Por la propia evolución del consumo tiende a ser progresivamente marginal. La reclamación de las entidades [más de 100 millones de euros por año por compensación por copia privada] no se corresponde con la actualidad”, explicó el secretario de Estado de Cultura para dejar claro que en esto no defendería a su sector.

Lo que cuenta son las licencias, no las copias analógicas y hay que legislar para la explotación de los derechos en la red… “Operamos profuturo”, adelantó on una de sus nuevas palabras favoritas. Sin embargo, reconoció que quizá sea demasiado pronto, porque “la incertidumbre que se plantea en el seno de la Unión Europea” sobre este asunto es notable. “Por eso la reforma de la LPI es tremendamente novedosa”.

Precisamente, por la mañana las gestoras se reunieron para pedir una recapitulación de la Ley antes de su aprobación. “No queremos cabezas, queremos soluciones”, dijo Antonio Guisasola, presidente de Adepi y de Promusicae. “Los lobbies tecnológicos y hoteleros vuelven tan contentos de la protección de sus intereses que han hecho sus ministerios. Cosa que el sector cultural no está recibiendo de su Ministerio, que claudica con las pretensiones del sector tecnológico, que no deberían ser amparadas por el Ministerio de Cultura. No ha cumplido con su objetivo: proteger la cultura”, dijo, a su lado se encontraba Enrique Cerezo, presidente de Egeda.

CUATRO / “NO SOBRA EL DINERO. HAY QUE ADMINISTRARLO CON PUNTILLOSIDAD”. El secretario desglosó el reparto en cada programa y quedó claro el criterio político de los escasos incrementos que se han aplicado: grandes centros, grandes nombres. Museo del Prado, Museo Reina Sofía, Museo Thyssen, Festival de San Sebastián, Teatro Liceo y Fundación Donostia / San Sebastián. Más dinero para los que más rendimiento político (portadas) generan; del resto, los más débiles y necesitados, que vuelvan el año que viene.

Añadió que ha puesto interés en salvaguardar “un sector estratégico como el del libro aplicando un tipo de IVA superreducido del 4%”. Pero este logro, precisamente, es de Hacienda y de hace dos años. También adelantó una victoria sobre una amenaza desconocida: “Hemos salvaguardado el precio fijo del libro”. Lo cierto es que el sector del libro es el único que parece darle cariño a estas alturas de lo que queda de legislatura. Buena estrategia, aunque con cuestionables resultados porque la mano dura y recursos contra la piratería no parece que vaya a concretarse: “Las medidas legales no tienen un efecto inmediato, pero sí veremos mejoras a un corto o medio plazo”, dijo Lassalle que para rematar el asunto se justificó con una dosis de la herencia recibida.

Le quedan unos pocos meses y cada vez menos apoyos, a pesar de la mayoría absoluta de su partido. El último año de gobierno de Lassalle ha sido para olvidar y para el que viene se ha quedado, después de tantas batallas perdidas, sin voz.

Ha pasado un año y en un año han pasado muchas cosas. Un año que ha durado dos semanas escasas, desde que el Tribunal Supremo cuestionara su ley y la dejara vista para sentencia europea. Dos semanas en las que su otro proyecto vital, la Ley de Mecenazgo, una reforma que abanderaba desde sus años en la oposición, quedaba convertida en morralla por su propio partido. En dos semanas, su versión verso libre, cómplice de la cultura y defensor de sus intereses frente a Hacienda y otros ministerios, era desenmascarada y aparecía como un enemigo mucho peor que Montoro o Nadal. Y la cultura montaba una plataforma con su nombre para acabar con sus intenciones: “No a la Ley Lassalle”.

José María Lassalle Presupuestos Generales del Estado
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