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La revolución empieza por la barba
  1. Cultura
una fábula contra el cutis impecable de la sociedad de consumo

La revolución empieza por la barba

La barbarie, el bárbaro y la barba. Los orígenes del miedo se pierden en la etimología  que trata de resumir a los que son de Allí,

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La barbarie, el bárbaro y la barba. Los orígenes del miedo se pierden en la etimología que trata de resumir a los que son de Allí, lejos de Aquí, y pueden venir, en el peor de los casos, a conquistarnos o, en el mejor, a alterar nuestra repugnante vida pulcra, ordenada, impecable y remilgada. La barba es el origen del mal, la representación de la barbaridad, la imagen del arrebato revolucionario capaz de transformar el orden prescrito.

Por ejemplo, los ciudadanos de Aquí, la isla. Simplemente, son perfectos. Como también lo era cada árbol, cada calle y hasta la propia forma de la isla de Aquí. Todo era perfecto hasta que llegaron los bárbaros. Mejor dicho, la barba. La de Dave, inesperada, incontrolable, una erupción revolucionaria que lo desmorona todo.

Antes de que ese insignificante pelo fuera de lugar asomara, Dave disfrutaba de las mañanas: “Porque las mañanas significaban trabajo y el trabajo era tan lejos de Allí como era posible. En el mismo centro de Aquí. En el trabajo se sentía tranquilo. Identificable. Le gustaba el orden de los números y los gráficos y las rutinas diarias, porque le permitían huir de los pensamientos de Allí (al menos, la mayor parte del tiempo)”.

Es la voz del narrador que guía la historia de La gigantesca barba que era el mal (La Cúpula), una fábula sobre las apariencias, el control y el miedo a la diferencia. El autor inglés Stephen Collins ha montado en su primera novela gráfica un inquietante y satírico trabajo contra las mejillas limpias y el cutis impecable. Es decir, contra la perfección y el reconocimiento. “Bajo la superficie de las cosas existe algo que no se puede apreciar. La función de la piel es mantenerlo todo oculto sin mostrar nunca nada”. De nuevo, el narrador, apuntando las claves del camino que el lector acaba de inaugurar.

“Me emocionan las historias que en la superficie se muestran simples, pero que al mirar de cerca son más oscuras de lo que parecen. Así que, en cierto sentido, sí tiene algo de común con una fábula de Roald Dahl”, contesta el dibujante gráfico del periódico The Guardiana El Confidencial sobre los vínculos entre su obra y la del maestro norteamericano. “Quería imaginar lo que llegaría a pensar ese pequeño mundo cerrado de mente sobre esta fuerza inexplicable de desorden y caos, que se entromete en sus vidas sin razón aparente”.

Bárbarostodos

También se destila entre sus viñetas una clara crítica a la cultura del consumo y a la sumisión de la población a una vida alienada, alimentada por la paranoia y el miedo al diferente, a lo desconocido. La barba en un mundo de hombres bien afeitados y planchados es la prueba de que la utopía no es más que la peor de las distopías. “Creo que la homogeneidad de la isla Aquí está formada sobre el miedo a la muerte. Creo que esa sociedad, como nosotros, no tiene más objetivo que mirar para otro lado e ignorar”, dice el autor a este periódico.

La barba que se resiste a desaparecer de Dave alteró el mundo. Digamos que lo volvió natural. Los acontecimientos animaron a sus habitantes a aceptar el cambio, eso sí, después de haberse deshecho del hombre barbado, el bárbaro al que acusaban de terrorista. Reflejos y más reflejos de nuestros días absurdos. Al menos, entendieron que los bárbaros eran ellos. Por eso esto es una obra de ficción y no real.

La soledad y el silencio del protagonista, del diferente, casan a la perfección con la expresión suave del lápiz con el que Collins ha decidido construir el relato. Y que, inevitablemente, recuerdan en tantos aspectos a otro maestro: Shaun Tan, en Emigrantes (Barbara Fiore). “Quería mantener una mirada agradable sobre la historia”, esa es la razón para el tratamiento de lapicero. Además, reconoce que quería recrear la luz del alumbrado público de la periferia de los suburbios de Londres donde él creció y para lograr ese tratamiento “espeluznante y oscuro” el lápiz era ideal. “Si lo hubiese entintado, el libro se habría convertido en una gigantesca masa de negro… ¡demasiada barba!”. Larga vida a la barba.

La barbarie, el bárbaro y la barba. Los orígenes del miedo se pierden en la etimología que trata de resumir a los que son de Allí, lejos de Aquí, y pueden venir, en el peor de los casos, a conquistarnos o, en el mejor, a alterar nuestra repugnante vida pulcra, ordenada, impecable y remilgada. La barba es el origen del mal, la representación de la barbaridad, la imagen del arrebato revolucionario capaz de transformar el orden prescrito.

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