Es noticia
El sueño del Thyssen se hace realidad
  1. Cultura
continúa la racha surrealista

El sueño del Thyssen se hace realidad

Con la muestra 'El Surrealismo y el sueño', el Museo Thyssen regresa al rigor científico y divulgativo que protagonizó sus exposiciones hace muchos años

“¿Cuándo llegará, señores lógicos, la hora de los filósofos durmientes?”, se preguntaba André Breton en el Manifiesto Surrealista, en octubre de 1924, para anunciar el inicio de la era del automatismo psíquico, la escritura automática y el sueño. Hoy, al hilo del tirón popular que han hallado en los museos, podríamos decir que aquellos filósofos fueron despertados para no volver a hibernar nunca más.

Querían que empleáramos el sueño para resolver los problemas fundamentales de la vida, reivindicaban la sorpresa, lo maravilloso, la imaginación y la libertad, pero no aprendimos más que a mitificarles. Los surrealistas, lejos de convertirse en una referencia en nuestros quehaceres, se transformaron en una leyenda a la que adorar y coleccionar; una divertida tendencia que fulminaba el orden de la lógica, de la moral y del gusto.

Los surrealistas pidieron a sus contemporáneos que pusieran punto final al “buen tono” moral, porque era la peor de las convenciones que habían asumido. Por supuesto, no lo lograron y acabaron convirtiéndose en el apartado más chocante e ingenioso de los cajones de la Historia del Arte, en los que se guardan aquellas obras que ahora selecciona el historiador José Jiménez para la exposición Surrealismo y el sueño, en el Museo Thyssen-Bornemisza.

André Breton, Salvador Dalí, Paul Delvaux, Yves Tanguy, Joan Miró, René Magritte, Óscar Domínguez, Matta, Ángeles Santos, Dora Maar, Brassaï, Leonor Fini, Dorothea Tanning, Meret Oppenheim, Leonora Carrington, Max Ernst, André Masson, Jean Arp, Man Ray, Karel Reige, Joseph Cornell o Jindrich Styrsky son algunos de los maestros que aparecen en este amplio recorrido por las fronteras surrealistas, con más de 160 pinturas, esculturas, fotomontajes, collages, vídeos, fotografías, etc.

Un espejismo de rigor

La nueva propuesta es un viaje de regreso a las exposiciones de tesis y de digna investigación, que el museo abandonó hace años por una fórmula “más obvia y diáfana”, “muy previsibles como la de Camille Pissarro”, tal y como reconoció en rueda de prensa el director artístico de la pinacoteca, Guillermo Solana. Una exhibición con menos ruido y más nueces, pero también con menos dinero. La salida de Caja Madrid de la colaboración de patrocinio ha rebajado, tal y como reconoció Solana, las pretensiones en las temporales y de 1.000.000 de euros (para transportes y seguros) se pasa a los 750.000 euros por exposición.

placeholder

“Esta muestra es otra cosa, exige mucho más al espectador, porque no lo tiene todo masticado y digerido”, añadió. No podíamos estar más de acuerdo con el director artístico, que agradeció a Carmen Cervera su presencia en la rueda de prensa: “Es un ornamento extraordinario”, dijo en referencia a Tita.

Tanto por recorrido y selección, como por planteamiento, Surrealismo y el sueño es un espejismo en la línea museográfica en la que se ha especializado esta institución desde que se propuso subir visitas a costa de interés. La muestra comisariada por José Jiménez es un discurso impecable y valiente, que evita la construcción cronológica para organizar el trayecto de casi un siglo de arte en ocho tramos tan líricos como la materia que pretende organizar: “Lo importante es que uno pueda salir soñando”, repetía Jiménez una y otra vez durante la presentación de la muestra. Sólo queda ver si la precisión también es motivo de taquillazo.

Se mostraba pletórico el antiguo Director General de Bellas Artes, durante la era César Antonio Molina como ministro de Cultura, que ha vuelto al mundo de la museografía, su mundo, después de pelear con inconvenientes como la prórroga de la cesión de la colección de Carmen Cervera al Museo Thyssen. Ahora todo es Fair Play y buenos alimentos.

Todo por la libertad

La definición que Jiménez da del Surrealismo aflora en los subtítulos de las ocho secciones: la identidad es una y múltiple, el sueño es una lengua común, un mundo donde no hay moral ni razón, donde todo es posible, donde el erotismo no tiene tabúes, forma parte de lo existente y también es motivo de zozobra e inestabilidad.

placeholder André Masson. 'En la torre del sueño', 1938.

El investigador habla de un gran rompecabezas donde todas las piezas encajan sin conducir ni obligar al espectador. Es una exploración surreal y surrealista del sueño. Es un sueño hecho museo. Siete salas habilitadas para la proyección de películas, combinación de grandes nombres y grandes obras con artistas con poco tirón comercial pero con carga de profundidad (como Jindrich Styrsky, Toyen o Karel Teige), y todo dispuesto de manera muy didáctica para demostrar que se trata del “primer movimiento artístico que podemos definir como multimedia”. Se refiere el comisario a que no pusieron límites en los medios, porque importaba la expresión.

“El surrealismo transmite una afirmación intensa de la libertad, la esperanza de una vida humana de plenitud, la utopía de una mente dueña de todas sus posibilidades”, escribe Jiménez en el catálogo de la muestra para condensar la utopía del sueño. “En ese sentido, la invocación surrealista del sueño debe entenderse, ante todo, como la manifestación de una revuelta contra la aceptación “realista” de un mundo “mal hecho”, contra una actitud de aceptación resignada del dolor y el sufrimiento. La invocación surrealista del sueño transmite una utopía de liberación plena de la mente, el sueño de la libertad sin límites”.

placeholder Salvador Dalí. 'Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar'

Estos soñadores impenitentes arrancan con Henri Rousseau, Giorgio de Chirico y Odilon Redon (con la delicada serie En el sueño de 10 litografías) como precursores. Destacan Paul Delvaux, Salvador Dalí, Óscar Domínguez, Man Ray, Max Ernst o Dora Maar por las referencias seleccionadas, pero Jiménez ha mantenido la cautela de no someter ni resumir el movimiento en los apellidos más atractivos. El neón queda en segundo plano, a favor de la propuesta; el contenido en detrimento del titular.

Y en la navegación surrealista, Ángeles Santos. Alma que huye de un sueño, de 1930, de la colección de la familia de la pintora recién fallecida, una muestra sorprendente del arte extremo de una mujer que quiso ser libre, que creyó en el sueño y que se dejó arrastrar hasta que la despertaron. José Jiménez ha acertado también en ensalzar el protagonismo de las mujeres en este movimiento. Como declaró Leonora Carrington en una entrevista de 1983: “No tuve tiempo para ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”.

“¿Cuándo llegará, señores lógicos, la hora de los filósofos durmientes?”, se preguntaba André Breton en el Manifiesto Surrealista, en octubre de 1924, para anunciar el inicio de la era del automatismo psíquico, la escritura automática y el sueño. Hoy, al hilo del tirón popular que han hallado en los museos, podríamos decir que aquellos filósofos fueron despertados para no volver a hibernar nunca más.

El redactor recomienda