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El árbol genealógico de los surrealistas
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Fundación Juan March revisa los orígenes del grupo

El árbol genealógico de los surrealistas

La exposición 'Surrealistas antes del surrealismo. La fantasía y lo fantástico en la estampa, el dibujo y la fotografía' desvela el pasado medieval del círculo

Borges tenía razón: cada vez que el presente revisa su pasado y descubre un genio ignorado, inmediatamente crea discípulos, pero también antecedentes. Kafka nace años después de muerto, reivindicado por sus herederos, y una larga lista de predecesores se imprime en ese mismo momento. El rastro que antes no existía se vuelve evidente, aflorando otros tantos talentos al calor del nuevo dios. Así es como los encargados de crear el nuevo relato de la historia imaginan al pintor renacentista alemán Alberto Durero comiendo en la misma mesa que el fotógrafo surrealista Man Ray. Una cita que ocurre en la imaginación de los apoderados del pasado y que desde ese momento queda patentada como la narración natural de los hechos.

Es así como se establece desde nuestros días el árbol genealógico de los surrealistas, así es como el movimiento de vanguardia que se alimentó de los sueños tiene en Hieronymus Bosch, Giuseppe Arcimboldo, Piranesi o Goya a algunos de sus directos familiares. Cuando nacieron en 1924 André Breton, Louis Aragon, Buñuel, Dalí, Paul Éluard, Max Ernst, Yves Tanguy, Tristan Tzara eran parte de un grupo huérfano que forzaban los límites de las artes plásticas desde la orfandad. Todo grupo de vanguardia cuando nace es una pequeña colonia caníbal, que devora y rechaza a sus precedentes.

Y sin embargo, tarde o temprano, la afirmación del parentesco atrapa a los más atrevidos y la senda de la disidencia contracultural palidece en un farragoso manual de historia del arte. Ni los artistas quedan invalidados, ni los historiadores abolidos. Porque todo relato necesita una explicación, una respuesta a la aparición espontánea de un grupo de artistas unidos por romper las fronteras entre mundo exterior e interior, y fundir lo cotidiano con lo inconcebible.

Inventario surrealista

"El carácterenigmático, la negación de las leyes de la lógica formal,la ruptura con las convenciones morales burguesas y el reconocimientode las contradicciones eran las condiciones previas a partirde las cuales los surrealistas pretendían despertar las fuerzasde la poesía y la fantasía, sumidas en las profundidades del subconsciente", cuenta la comisaria Yasmin Dorrsry en el catálogo dela exposición que la Fundación Juan March inaugurará el próximo 4 de octubre. YDurero no está más “atado” que el propioMan Ray, porque él es un prototipo de artista del Renacimiento, que deja de ser artesano para convertirse en un inventor colmado de imaginación. Es el inicio de la modernidad, cuando el espectador se ve cuestionado por la creatividad del creador.

El surrealismo, como la publicidad, transforma el producto en tesoro y convierte lo que ya existía en descubrimiento

Allí veremos cómo sus investigadoresbuscan el rastro surreal desde el medievo hasta nuestros días, se desvelará que los artistas comparten miedos y deseos. Unos temían al infierno de la oscura Edad Media cristiana, y para los otros el infierno era la riqueza formal del arte ornamental. Su afinidad por lo insólito y lo singular, los surrealistas fijaron su mirada sobre una larga tradición de arte inconformista y subjetivo. Ya lo hemos avisado con anterioridad: todo lo que no es tradición es plagio, incluso los más rebeldes e irredentos cuentan en su ADN, a ojos del historiador, con el gen de la repetición.

Manuel Fontán, el director de exposiciones de la Fundación Juan March, asegura que el surrealismo no es exclusivo, que “incorpora todo lo que le viene bien, por lo que todo puede interpretarse como protosurrealista”. Insiste en acabar con la idea de ver una exposición como esta como una elaboración arqueológica, porque es más una interpretación “desde el ahora de cuatro siglos de arte, un festín”.

La exposición Surrealistas antes del surrealismo. La fantasía y lo fantástico en la estampa, el dibujo y la fotografía recupera las intenciones del grupo en el diseño del espacio. No querían cualquier cosa. No les servía un espacio neutral del que colgar. No al espacio limpio y luminoso. Duchamp pensó en un techo de sacos colgando del techo de la exposición internacional surrealista de 1938. Aquí no habrá sacos, pero sí sorpresa. “Una instalación fantástica y mágica”, adelanta Fontán el diseño que en estos momentos están preparando.

No a la casualidad

“Escenificaban lo maravilloso para convertirlo en algo surreal, en un estado intermedio de la conciencia. Aquello era un primer paso hacia lo que ahora llamamos instalación, la obra ya no es un objeto es un ambiente”, explica. La muestra es producto de una estrecha colaboración entre el Germanisches Nationalmuseum de Núermberg, que cuenta con un fondo de obra gráfica medieval de primera línea, en la que se encuentran los vínculos telúricos, mágicos, siniestros y de humor negro con el grupo de Breton.

Esta visión nobiliaria de los surrealistas le sirve a Fontán para desmontar uno de los tópicos más extendidos con los artistas surrealistas: no trabajaban con la casualidad, a pesar de su apariencia de espontaneidad. “Están condicionados por la reflexión, por el conocimiento del pasado. Ni los medievales eran tan realistas, ni los surrealistas fueron tan fantásticos”. En este sentidoJuan José Lahuerta, matiza que "el surrealismo, como la publicidad,transforma el producto en tesoro y convierte lo queya existía en descubrimiento".

En busca de un mundo más allá de lo visible, los artistas cuestionan una y otra vez normas y límites

Según Lahuerta el pintor PaoloUccello merece la primera posición en solitario en la lista de antepasados delsurrealismo. Artaud escribe del pintor loco, misántropo, obsesionado: "Uccello, mi amigo, mi quimera".El artista cuatrocentista “no se fiaba de la realidad de las cosas, sinode su multiplicidad y del infinito de las líneas”. Para unos Uccello, para otros, comoSalvador Dalí, El Bosco yLas tentaciones de San Antonio o Brueghel y El triunfo de la muerte. Resortes naturales de la fantasía, separados por unos cuantos siglos.

Surrealistas antes del surrealismoreclama la atención sobre el rico inventario de fuentes que arranca en el arte del pasado remoto, investigado hasta llegar aesta inusualcontraposición sugerente y atractiva, con obrasdesde mediadosdel siglo XV al año 1945. "En busca de un mundo más alláde lo visible, los artistas cuestionan una y otra vez normas ylímites. Utilizan como estrategias artísticas y modelos retóricosla multiplicidad de perspectivas, el extrañamiento delmundo de los objetos conocidos, el principio de la sorpresa,el juego con disonancias y la coincidencia de lo incompatible.Crean mundos plásticossubversivos y controvertidos: imágenesrepletas de enigmas y melancolía y también desueños, miedos y ansias reprimidos", cuentaYasmin Dorrsry.

Entre las piezas de lujo, un préstamo de la Fundación Gala Dalí, un boceto de Goya del Prado, una sanguina del modo de volar también del pintor de Fuendetodos... “Es un acercamiento indirecto y matizado sobre artistas que podrían ser considerados surrealistas antes del surrealismo”, cuenta con honestidad el director. La muestra se concibió hace cuatro años y ha primado la investigación y la mirada arriesgada y original -en los once apartados propuestos- al pelotazo taquillero más fácil. Ya habrá momento de hablar de próximaspropuestas surrealistas enclavadas en esta línea, deseando repetir el fenómeno Dalí del Museo Reina Sofía.

Borges tenía razón: cada vez que el presente revisa su pasado y descubre un genio ignorado, inmediatamente crea discípulos, pero también antecedentes. Kafka nace años después de muerto, reivindicado por sus herederos, y una larga lista de predecesores se imprime en ese mismo momento. El rastro que antes no existía se vuelve evidente, aflorando otros tantos talentos al calor del nuevo dios. Así es como los encargados de crear el nuevo relato de la historia imaginan al pintor renacentista alemán Alberto Durero comiendo en la misma mesa que el fotógrafo surrealista Man Ray. Una cita que ocurre en la imaginación de los apoderados del pasado y que desde ese momento queda patentada como la narración natural de los hechos.

Salvador Dalí
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