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El legado intelectual de Sampedro está vivo
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ECONOMISTA, ESCRITOR Y POETA, LAS CLAVES DE SU PENSAMIENTO REVIVEN CON CADA INJUSTICIA

El legado intelectual de Sampedro está vivo

“Me sobra ya mi cuerpo como un vestido viejo. Piadosamente habrás de recogerlo. Como recogerás estas palabras y esos papeles donde escribí tu historia, que vives

Foto: El legado intelectual de Sampedro está vivo
El legado intelectual de Sampedro está vivo

“Me sobra ya mi cuerpo como un vestido viejo. Piadosamente habrás de recogerlo. Como recogerás estas palabras y esos papeles donde escribí tu historia, que vives sin saberla, heredada de mí”. José Luis Sampedro escribía estas palabras en boca de su protagonista en la novela Octubre, octubre, que nos anunciaba con humildad cómo debíamos recoger su legado. Su categoría moral e intelectual es poliédrica, desde la novela a la poesía, los cuentos, y el ensayo. Nunca jugó a evitar la responsabilidad de sus palabras porque quería ver el ardor del compromiso en sus lectores y a ellos les reclamó la conciencia de la educación. Mejor dicho, de la reeducación. Los valores por encima del dinero, el ser por encima del tener y el final del mito del dinero. Su obra se mantiene viva en nuestras librerías y bibliotecas, es el momento de reconocer a un intelectual, que él mismo definía como aquel que estaba "en contra de las autoridades": 

La injusticia es el enemigo / La literatura de Sampedro es la de la indignación y la protesta contra la injusticia que marcan el rumbo de la Historia. Con el cambio de siglo coincide un cambio de actitud de Sampedro, que ve cómo sus novelas se vuelven más estáticas y menos estéticas. Se inflan de contenido y de pensamiento, pero pierden la acción dramática que le había caracterizado en libros como El río que nos lleva (1961), Octubre, octubre (1981) y La sonrisa etrusca (1985). Las últimas novelas se agrían para devenir en la panorámica apocalíptica de un mundo degradado por el funcionamiento global de sus políticas económicas y sociales injustas. Con la publicación de El mercado y la globalización (2002) entra con fuerza en la divulgación de la economía política, con la prioridad de analizar la gravedad de los desajustes. La literatura como vehículo para la libertad y la rebeldía daba paso al ensayo del compromiso. 

La autenticidad es lo primero / Octubre, octubre es una de las obras que culminan la carrera literaria de José Luis Sampedro, en el que creó en dos líneas narrativas que se van cruzando mientras tratan el amor, el erotismo y la mística. El escritor trataba de hacer una historia corta, una novela de amor sin más, “con una cama, dos personajes y un barrio”. Pero el relato se le desbordó y apareció el bien y el mal en plena batalla, completándose como una unidad entre contrarios. Como el amor y el desamor. Y la historia siguió creciendo y aspiró a la totalidad, a las señas de identidad a través de la literatura y, sobre todo, a la búsqueda de la verdad. En su discurso de entrada en la Academia, Sampedro señala como rasgo fundamental en su obra la autenticidad: “Quizás esta marginalidad me haya hecho el favor de dar a mi obra por lo menos alguna autenticidad, valor que siempre ambicioné sobre todos”.

La denuncia es el testimonio/ En El río que nos lleva el mundo del hombre primitivo y elemental se enfrenta al civilizado y le da a éste lecciones de autenticidad y de libertad. La novela contiene destellos de detalles testimoniales propios que se refieren a la injusticia de una sociedad sumida en la oscuridad de la posguerra. Son los primeros pasos del autor contra el atropello social, económico y político. Ni él ni ningún compañero de generación ha escrito sobre la Guerra Civil, pero en la de todos es un punto de referencia. El propósito es denunciar el estado indeseable que abate una nación dividida en dos por una guerra civil, aislada entre sí pobres a un lado, ricos a otro; naturaleza y cultura, trabajo y capital, pueblo y Estado, campo y ciudad. Sampedro reconocía que él era un inmigrante que pertenecía a un país que ya ha desaparecido: España, año 1935.   

Las fronteras se doblegan / Hay un símbolo en las novelas de Sampedro del que se sirve para transgredir el orden establecido, para alterar lo sabido, para superar los prejuicios y, a fin de cuentas, para defender la diversidad cultural en nuestros días: las puertas. Los personajes en sus novelas encuentran puertas para atravesar muros, para cruzar realidades y superar barreras. El abrir una puerta es un acto de curiosidad, deseo y esperanza. Es un atrevimiento a tumbar una prohibición, a preguntarse por qué. Abrir una puerta es quebrantar una realidad impuesta. “Vulnerar el secreto orden del mundo acarrea la aniquilación del culpable”, explicaba ante los académicos en su discurso de ingreso.

La diferencia es la alternativa / Para introducirnos en su obra Los mongoles en Bagdad (2003) Sampedro recurre a Martin Luther King con la cita de una frase que le impresionó y repitió con frecuencia: “Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas”. Contra el silencio de la indiferencia se ha pronunciado continuamente, pero ha reclamado a la educación que asuma el papel de una formación en la diferencia para crear un pensamiento propio en los ciudadanos y, en consecuencia, los argumentos de una libertad de expresión madura. “Lo primero es que la gente razone y piense por su cuenta. Nos están educando al revés, para producir y consumir. Nadie nos prepara para ser más humanos”, demandaba. No en vano, Sampedro inició su carrera docente en 1947, plena dictadura franquista, y su labor como de economista, tanto en la universidad como en las instituciones y organismos internacionales, se desarrolla bajo mandato dictatorial. Su lucha fue contra el silencio de las conciencias.

El progreso no es la salvación / El progreso señala un objetivo, el final del trayecto de un viaje y en el suyo, el beneficio a costa de quien sea no era la parada. El progreso económico no era su meta y lo replicó en El mercado y la globalización (2002). Por esas razones se definía como un economista fallido, porque no sirvió para los intereses, “me he educado en los valores”. El progreso esgrime en este ensayo no es la salvación, porque la creencia capitalista es que, gracias a la competencia privada, “cuanto más egoístamente se comporte cada individuo, tanto más contribuirá al progreso colectivo”. Así se desprestigian todas las actitudes cuyos móviles no sean los económicos, es decir, que lo que no se cotiza en el mercado no tiene valor. Todavía resuena el trueno de su magisterio en esta frase: “El PIB no es la medida del bienestar”. 

“Me sobra ya mi cuerpo como un vestido viejo. Piadosamente habrás de recogerlo. Como recogerás estas palabras y esos papeles donde escribí tu historia, que vives sin saberla, heredada de mí”. José Luis Sampedro escribía estas palabras en boca de su protagonista en la novela Octubre, octubre, que nos anunciaba con humildad cómo debíamos recoger su legado. Su categoría moral e intelectual es poliédrica, desde la novela a la poesía, los cuentos, y el ensayo. Nunca jugó a evitar la responsabilidad de sus palabras porque quería ver el ardor del compromiso en sus lectores y a ellos les reclamó la conciencia de la educación. Mejor dicho, de la reeducación. Los valores por encima del dinero, el ser por encima del tener y el final del mito del dinero. Su obra se mantiene viva en nuestras librerías y bibliotecas, es el momento de reconocer a un intelectual, que él mismo definía como aquel que estaba "en contra de las autoridades":