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Están por todas partes: el imperialismo yanqui desde dentro
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Están por todas partes: el imperialismo yanqui desde dentro

Un buen amigo, entendido en cuestiones de geoestrategia y fuerzas armadas, me recomendó a este autor, Robert D. Kaplan y este libro, Por tierra, mar y

Un buen amigo, entendido en cuestiones de geoestrategia y fuerzas armadas, me recomendó a este autor, Robert D. Kaplan y este libro, Por tierra, mar y aire, que salió al mercado hace ya un año. Todos esos avioncitos que decoran la cubierta, refinadas máquinas de matar, pueden aparecer por el horizonte en cualquier momento; eso es lo que nos viene a decir este periodista conservador y militarista. Es una afirmación realizada con cinismo desenfadado. Aunque en nuestra vida cotidiana el 11-S tenga la misma contextura que un vídeo de primera o una noche de impacto, para los estadounidenses no es así ni mucho menos. Y menos aún para sus Fuerzas Armadas. Desde aquella fatídica mañana, el ejército yanqui está en pie de guerra, de manera permanente, en todos los rincones del mundo. No dudarán en presentarse donde lo crean necesario, pero no lo harán -más- de la manera apabullante de Irak y Afganistán. Ejecutarán su misión, sin advertencias y sin que nadie se entere. Ya lo están haciendo.

 

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Durante dos años, el periodista Robert D. Kaplan dio la vuelta al mundo al lado de todas las ramas del poderosísimo ejército de los Estados Unidos de América, la nueva fuerza imperial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Que Estados Unidos es el “imperio” es algo repetido hasta la saciedad, especialmente por algunos dirigentes más o menos bananeros de hispanoamérica. Cabría imaginar que a los norteamericanos les desagradaría tal acusación, del mismo modo que los españoles de los siglos dorados ponían todo su empeño en referirse a sí mismos como “la Monarquía”, rechazando -sólo en el nombre- toda asignación imperial. Pero no es así. El discurso de Kaplan, que podemos asimilar al discurso del Pentágono -que no facilita permisos de convivencia con sus muchachos alegremente-, reconoce la posición imperial de Estados Unidos de manera explícita. Los yanquis lo reconocen y actúan en consecuencia, algo que no va a cambiar mucho a pesar de la elección de Barack Obama -Kaplan sugiere, aunque el libro lo escribió antes del ascenso a la Casa Blanca del primer afroamericano, que con líderes “pacifistas” lo único que cambia es la presencia mediática de sus actividades, más silenciosas-.

Este libro recoge esas consecuencias, de Níger a Tailandia, pasando por el Pacífico en submarino, y por supuesto por Irak. Sin embargo, descubrimos que Irak no importa. Que es poco más que un dramático entrenamiento, o un atolladero que distrae -como una espada de doble filo- de la verdadera preocupación del Pentágono: el Pacífico. Este inmenso océano significa para ellos lo mismo que el Mediterráneo para los romanos, es el Mare Nostrum, cuyo dominio absoluto ven ahora amenazado por el ascenso de una nueva superpotencia, China. La gran estrategia global del Pentágono está encaminada a garantizar el mantenimiento del Pacífico como un océano americano. Allí, inspirándose en la estrategia diplomática de Otto von Bismarck, están tratando de trazar una intrincada red de alianzas y dependencias, siempre con el apoyo de la Séptima Flota, que disuada a China de intentar acciones agresivas. Esta red se apoya en una especie de Camino Americano que, a través de islas propias y estados aliados, permita el rápido despliegue de sus fuerzas; una idea que recuerda al Camino Español, aún en sus debilidades.

Pero la insistencia de Kaplan se centra en los hombres que van a ejecutar estos ambiciosos planes. El periodista no ahorra elogios a estos soldados con tan mala prensa, por encima de políticos, generales y material tecnológico. En ello sigue la gran tradición empirista anglosajona; tomando sus propias palabras, que dedica a un compañero, hace “gala de una garra sincera de clase obrera en sus solidarias narraciones sobre soldados estadounidenses” (p. 70). Es la psicología del soldado, especialmente del suboficial, lo que realmente admira de todo este agresivo despliegue. Es un discurso que también hemos escuchado con anterioridad: algunas de las principales películas bélicas actuales ponderan la imagen del suboficial narrando los hechos desde su perspectiva, como es el caso del sargento Matt Eversmann (Josh Harnett) en Black Hawk derribado. Este libro -que se debería acompañar de Gruñidos imperiales, del mismo autor- nos permite conocer la mentalidad de los hombres que van a ejecutar la gran estrategia imperial de Estados Unidos en el siglo XXI.

 Por tierra, mar y aire. Ediciones B. 640 págs. 19 €. Comprar libro.

Un buen amigo, entendido en cuestiones de geoestrategia y fuerzas armadas, me recomendó a este autor, Robert D. Kaplan y este libro, Por tierra, mar y aire, que salió al mercado hace ya un año. Todos esos avioncitos que decoran la cubierta, refinadas máquinas de matar, pueden aparecer por el horizonte en cualquier momento; eso es lo que nos viene a decir este periodista conservador y militarista. Es una afirmación realizada con cinismo desenfadado. Aunque en nuestra vida cotidiana el 11-S tenga la misma contextura que un vídeo de primera o una noche de impacto, para los estadounidenses no es así ni mucho menos. Y menos aún para sus Fuerzas Armadas. Desde aquella fatídica mañana, el ejército yanqui está en pie de guerra, de manera permanente, en todos los rincones del mundo. No dudarán en presentarse donde lo crean necesario, pero no lo harán -más- de la manera apabullante de Irak y Afganistán. Ejecutarán su misión, sin advertencias y sin que nadie se entere. Ya lo están haciendo.