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Hombres solubles en un mundo licuante
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Hombres solubles en un mundo licuante

Más vale tarde que nunca a veces significa llegar cuando los demás están ya de vuelta y es que el libropésico tiene muchas veces que deglutir

Foto: Hombres solubles en un mundo licuante
Hombres solubles en un mundo licuante

Más vale tarde que nunca a veces significa llegar cuando los demás están ya de vuelta y es que el libropésico tiene muchas veces que deglutir textos con sentido de urgencia mientras otros, más delicados y sabrosos piden paso con tímida voz. Es su perseverancia la que, finalmente, hace que el murmullo termine por escucharse y quede el enfermo temporalmente saciado. El libropésico se ha retrasado, pero como dicen en televisión, lo importante es llegar.

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Con razón esta novela ha maravillado a todos los que han tenido la paciencia de acabársela. Esto merece un comentario. Primero: la crítica española ha rendido inhabitual honor unánime a la séptima novela del escritor asturiano -aunque nacido en Uruguay- Manuel García Rubio. Segundo: es una obra redonda, repleta de matices, de ingenio, de ironía dulce y finalmente melancólica, con una absorbente y juguetona estructura y unos personajes tan entrañables como humanos. Tercero: su lectura requiere paciencia -generosamente recompensada-, pues hasta bien avanzado el libro, de más de quinientas páginas, el rumbo narrativo es errático -y no por descuido- y sólo la voz del narrador, su voz peculiar y plagada de errores de escritura, ata al lector al texto con un raro encantamiento. Y es que, bajo la mirada descuidada de los lectores y críticos vulgares, Sal es un compendio de todo lo que no debe ser una novela, una actitud superficial encarnada en “la Simondebovuá”, la amargada profesora de taller de escritura creativa que no consigue el puesto en la universidad que cree merecer.

Urbano, nuestro narrador, asiste a sus clases porque, fracasado su empeño como guionista, el sueño de su vida, quiere probar suerte con la literatura, con este libro, precisamente. Sin embargo, su vida está irremisiblemente ligada al cine, mucho más de lo que se imagina, y ello le costará buenas riñas con su profesora. La novela que escribe está tan influenciada por el cine que los diálogos entran con el pie de un guión, las estancias se describen con un lacónico “interior, día”. La literatura con la que tantos escritores aderezan, y a veces rellenan, sus textos, Urbano la sustituye con referencias cinematográficas. Lo cual no quiere decir que a la novela le falte el ingrediente metaliterario, tan caro a la creación narrativa contemporánea, sino más bien al contrario: toda ella es un ejercicio de metaliteratura, si bien desde la ironía. El humor es otro de los ingredientes que dan sabor, un humor inteligente y delicado, sal fina.

El familiar compuesto que da título a la novela es el ingrediente poético y filosófico -a veces van de la mano, como demostró Heráclito, aunque molestara a Platón- que da sentido a esta trama de personajes perdidos, que tratan de encontrar un camino que quisieran llamar propio, cada uno a su manera: “Urbano es quien quisiera estar seguro de querer lo que quiere y, por tanto, no sabe quién es, Faustino Costales, alias Tino, es quien quiere lo que quiere” y la tercera pata de este inseguro banco es el hermano de Urbano, Selmo, que sólo quiere que lo quieran. Mucho deseo de definición, aunque sea a través de otros, es ése. Como le ocurre a la sal, que según Avellaneda, el traidor, es la sustancia primera del hombre y del universo, su empeño por mantenerse sólidos se ve truncado por la constante humedad, en forma de glamurosas Mrs. Robinson -por seguir recurriendo a iconos del celuloide, aunque aquí este personaje es la sra. Gladstone, que protagoniza con Urbano la escena clave, “Madrid, Secuencia 1, habitación del hotel Ritz, interior, noche”-, en forma de novias más prácticas que enamoradas o de primos rencorosos. En el mundo líquido -como se ha definido alguna vez al presente-, la sal está condenada.

 Sal. Ed. Lengua de trapo. 516 págs. 24,95 €. Comprar libro.

Más vale tarde que nunca a veces significa llegar cuando los demás están ya de vuelta y es que el libropésico tiene muchas veces que deglutir textos con sentido de urgencia mientras otros, más delicados y sabrosos piden paso con tímida voz. Es su perseverancia la que, finalmente, hace que el murmullo termine por escucharse y quede el enfermo temporalmente saciado. El libropésico se ha retrasado, pero como dicen en televisión, lo importante es llegar.