Es noticia
El número con letra entra
  1. Cultura

El número con letra entra

Letra y número, espartanos rebanando atenienses, comunistas envenenando con isótopos a capitalistas. Enemigos naturales. O quizá no tanto, al menos en el caso de letras y

Letra y número, espartanos rebanando atenienses, comunistas envenenando con isótopos a capitalistas. Enemigos naturales. O quizá no tanto, al menos en el caso de letras y números, de literatura y matemáticas. Contra la separación aparentemente natural entre “ciencias” y “letras”, esa dispersión que todos hemos sufrido en algún momento de nuestra vida educativa, resulta que es artificial y hasta dañiña. Últimamente el maridaje entre literatura y matemáticas vive un momento editorial dulce, tanto en publicaciones como en lectores. Y no nos referimos sólo al ensayo, a la divulgación científica de las matemáticas, que también, sino a la sustancia misma de la ciencia de los números que impregna y nutre abundantes creaciones literarias contemporáneas, muchas veces realizadas por científicos, como es el caso de Agustín Fernández Mallo, que con su Proyecto Nocilla se ha inscrito, con nombre insigne, en la corriente renovadora de la narrativa española actual.

Claro que esto no es nuevo, en literatura nada lo es, al menos de manera brusca. Por ser el día que es, citaremos las palabras que Miguel de Cervantes puso en boca de Don Quijote, que enumeraba los conocimientos que debía poseer un caballero andante, otorgando a las matemáticas un lugar más que destacado, siguiendo el pensamiento de Juan Luis Vives: “La [ciencia] de la caballería andante que es tan buena como la de la poesía, y aun dos deditos más. Es una ciencia que encierra en sí todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente, adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico y principalmente herbolario […]; ha de ser astrólogo, para conocer por las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le ofrecerá tener necesidad dellas”. Conociendo el estado de las matemáticas en la España de esa época, es notable que Cervantes las ponga al lado de saberes más reconocidos como la teología o la medicina.

 

No fue Cervantes el único gran escritor que manifestó gran respeto por el número. Edgar Allan Poe era gran aficionado a ellos, y en La carta robada reconoce a la razón matemática como la más excelente de todas. No obstante, es en El escarabajo de oro donde hace un uso más narrativo de aquéllos, al esconderse la clave del pergamino en un criptograma numérico que Legrand descifra con poco esfuerzo. Luego, en el siglo XX, toda una pléyade de conocidos autores como Jorge Luis Borges emplearon las matemáticas y sus conceptos –como el aleph– en sus obras, hasta llegar a los poemas de Jacques Roubaud. Y no olvidemos a nuestro premio Nobel de 1904, José de Echegaray, que además de mediano dramaturgo fue un gran matemático, que devolvió a España a la actualidad matemática, de la que se había salido mediado el siglo XVI.

El corazón de los números. Pasiones, piojos, dioses… y matemáticas. Antonio J. Durán.

Entre las mejores obras de divulgación matemática de este año está sin duda esta de Antonio J. Durán, catedrático de Análisis Matemático y ejemplo de hombre de ciencias volcado en las letras (es autor, además, de dos novelas, y también ha escrito sobre las matemáticas en tiempos de Cervantes). En este entretenido ensayo, en el que realiza una buena gestión del misterio y del interés, pretende “alumbrar las más recónditas profundidades de la naturaleza humana” mediante la “la confrontación del mundo abstracto de las matemáticas y el mundo emocional donde moran quienes las descubren”. Una luz no sólo brillante, también mortecina, pues el resplandor de la bomba atómica sólo pudo existir gracias a las matemáticas (las matemáticas explicaban las trayectorias de los proyectiles, pero no crearon los cañones).

Es indudable que las matemáticas son uno de los productos intelectuales más genuinos del ser humano y uno de los que brotan de lo más profundo de su espíritu. Pero este hecho evidente se olvida, y con ello se pierde también que “las matemáticas han sido afectadas por los mismos avatares históricos que han  actuado sobre el resto de realizaciones intelectuales”. Se suele achacar a las matemáticas una progresiva abstracción, proceso ilustrado por Richard Feynman del siguiente modo: “La Física es a las Matemáticas lo que el sexo es a la masturbación”; pero este proceso es paralelo al vivido por las artes desde el siglo XIX. La matemática, cada vez más, parece hablar de “objetos y conceptos que sólo parecen existir en la cabeza de los matemáticos”. Pero, al tiempo que se acerca con ello al arte, a poco que se repase su historia, encontramos que su abstracción no tiene que alejarla necesariamente de la realidad. Las matemáticas han ofrecido tantas muestras de lo que Durán llama una “irracional eficacia” que merecen un voto de confianza.

Ya desde Grecia, con los pitagóricos, quedó establecido que los números son la mejor herramienta para la comprensión (o quizá la descripción) del mundo. Los pitagóricos pretendían controlar la realidad a través del control de los números, algo que se hace evidente, por ejemplo, cuando nos subimos a un avión. Consideraban que los números contaban con propiedades místicas y adivinatorias, lo que es cierto en muchos casos. Así, los números predecían los eclipses, algo que ayudó a Tintín para salvarse de una muerte segura, y los números predijeron la existencia de Neptuno, antes de que pudiera ser avistado. No podemos sino coincidir con los pitagóricos en que en el número hay algo mucho más profundo y significativo que su mero dibujo o las cuentas que con él se pueden hacer. Claramente lo dijo Galileo: “las matemáticas son el alfabeto con el cual Dios ha escrito el Universo”. ¿Son entonces los matemáticos los verdaderos profetas?

Mientras resolvemos esta sesuda cuestión, podemos gozar del estímulo que supone un libro que, con su variada coctelería cultural, muestra que las matemáticas son un producto intelectual –con su parte artística– plenamente intrincado en el edificio cultural occidental, al lado de la historia, de la física, de la música, de la astronomía o de la poesía. No es difícil perderse en alguna explicación matemática, especialmente para aquellos que somos de “letras”, pero ello no obstaculiza la comprensión ni el disfrute ni del libro ni de ninguna de sus partes.

 Pasiones, piojos, dioses… y matemáticas. Ed. Destino. 480 págs. 22 €. Comprar libro

Las matemáticas como inspiración poética. La soledad de los números primos. Paolo Giordano.

El debutante Paolo Giordano es otro de esos científicos –es físico– metidos a hacer literatura, y no hay que pasar muchas páginas de su exitosa novela para darse cuenta de que lo hace más que bien. En él, la ciencia no aparece en la forma de citas eruditas, sino como sustancia poética del relato. Para ello ha elegido el caso de los primos gemelos, números primos adyacentes pero no contiguos, pues entre ellos se ubica un número par. Este caso matemático obra como excelente metáfora de la soledad entre los seres humanos, y en el caso concreto del relato, entre dos seres humanos separados por las cicatrices que cubren sus cuerpos y sus almas –sus taras físicas son sólo reflejo de sus taras emocionales, y los personajes “normales” se encuentran igualmente descoyuntados–. Alice y Mattia “estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo podía existir, entre dos personas como ellos: dos soledades que se reconocían”.

Con tan buen principio, Giordano construye una novela notable, desnuda y severa, aunque por momentos cálida –una calidez que sólo acentúa lo frío– y poética, que evita caer en la tan habitual ñoñería italiana, en la que destaca la hondura psicológica de los personajes. Los pocos errores de principiante que comete sólo se advierten por oposición a la deslumbrante sustancia narrativa de un escritor con maneras de grandeza.

 La soledad de los números primos. Ed. Salamandra. 288 págs. 16 €. Comprar libro.

Letra y número, espartanos rebanando atenienses, comunistas envenenando con isótopos a capitalistas. Enemigos naturales. O quizá no tanto, al menos en el caso de letras y números, de literatura y matemáticas. Contra la separación aparentemente natural entre “ciencias” y “letras”, esa dispersión que todos hemos sufrido en algún momento de nuestra vida educativa, resulta que es artificial y hasta dañiña. Últimamente el maridaje entre literatura y matemáticas vive un momento editorial dulce, tanto en publicaciones como en lectores. Y no nos referimos sólo al ensayo, a la divulgación científica de las matemáticas, que también, sino a la sustancia misma de la ciencia de los números que impregna y nutre abundantes creaciones literarias contemporáneas, muchas veces realizadas por científicos, como es el caso de Agustín Fernández Mallo, que con su Proyecto Nocilla se ha inscrito, con nombre insigne, en la corriente renovadora de la narrativa española actual.