Es noticia
La Benemérita: del amor al odio
  1. Cultura

La Benemérita: del amor al odio

Del amor al odio: La Guardia civil, Miguel López Corral. El subtítulo de este libro, Claves para entender a la Benemérita y a sus hombres (1844–1975), declara

Del amor al odio: La Guardia civil, Miguel López Corral.

 

El subtítulo de este libro, Claves para entender a la Benemérita y a sus hombres (1844–1975), declara el propósito del mismo, así como el periodo histórico que abarca. La Guardia Civil, una institución nacida para acabar con el bandolerismo, se ha convertido en una institución clave en la España contemporánea y, además, en un icono popular. Resulta casi imposible concebir España, especialmente el ámbito rural, sin la pareja de guardiaciviles, con todo lo que tienen de campechano y cómico, pero también intimidante.

 

Uno de los aciertos del ensayo es trazar la historia de la Guardia Civil como una lucha entre civiles y militares, casi identificable con los buenos y los malos de toda historia, y una Institución con el corazón dividido entre la servidumbre debida al Estado y la fidelidad, de índole filial, al Ejército. La institución nació como un cuerpo híbrido, dependiente de las autoridades civiles y de naturaleza militar. La idiosincrasia de la Benemérita es claramente militar, pero en cuanto a la dependencia orgánica, la historia del cuerpo es un constante tira y afloja entre un civilismo impuesto por su función pública y un militarismo insoslayable por el espíritu de sus integrantes.

El proyecto inicial del duque de Ahumada, que gozó de un éxito arrollador y que resulta de todo punto admirable, fue pervertido a lo largo de los años hasta degenerar en el cuerpo tan poco amigable –aunque siempre eficaz y cumplidor– del franquismo. Como suele ocurrir, los poderes públicos tienden a arrimarse a todo lo que brilla, y terminan por empañar su gracia. Así le ocurrió a la Guardia Civil, un cuerpo policial querido por el pueblo español de manera unánime –el aprecio popular es algo en lo que incide constantemente el autor–, y que venteado por las luchas políticas y el ya referido conflicto de control fue mudando su faz en hosco ademán. Y todo ello sin perjuicio de los grandes servicios prestados a la sociedad española y la fidelidad al Estado incluso en épocas tan difíciles como la República  –ambas– o los primeros años de Franco, quien quiso disolverla por haberse mantenido el cuerpo, en su mayor parte, fiel al Gobierno republicano.

Este ensayo sólo toma parte por los guardias civiles, que se erigen como héroes de una historia épica. Pero un héroe que no puede disimular sus sombras, el gesto adusto bajo el bigote, al “ley de fugas”, la mano muchas veces demasiado dura, aunque ayuda a comprender todo este reverso tenebroso de una institución nacida para servir. En todas las páginas puede sentirse la soledad, la inmensa soledad del agente, que apenas puede confiar en su compañero –y López Corral no oculta el muchas veces irrespirable ambiente cuertelero, de odios y envidias– y que siente cómo el pueblo le respeta, pero también le teme y que perdió su favor, que siente al propio oficial como familiar cruel y al responsable público como desinteresado enemigo –sólo muy recientemente han tenido los guardias civiles acceso a algunos derechos fundamentales, al alcance de cualquier otro ciudadano mucho tiempo antes–.

 

La Guardia civil. Ed. La esfera de los libros. 550 págs. 30 €. Comprar libro.

Tan distintos, tan parecidos: Taxi, Khaled Al Khamissi.

Lejos de las pirámides, está el verdadero Egipto. Ese mismo que los ventureros del Lonely Planet recomiendan conocer subidos a un taxi. El taxista nos abrirá las puertas de su país y de su casa, y será amigo para siempre. También hay quien se traga estas cosas, seguro. De todos modos, tras leer esta obrita del periodista egipcio Khaled Al Khamissi, queda la convicción de que hay manos peores en las que caer que en las de un taxista cairota. Testigo de excepción del devenir de una sociedad, en los largos atascos, en la incierta espera del cliente, el taxista vuelve del derecho y del revés en su cabeza la porción de cosmos que le rodea. Los taxistas son pobres, y muchas veces pagan más para poder desempeñar su oficio de lo que con él ganan. Pero sus opiniones, según Al Khamissi, son representativas de la sociedad egipcia, y mucho más profundas que las de los analistas “que llenan el mundo con sus gritos”.

El libro se compone de breves estampas costumbristas con un fondo crítico insoslayable, si bien no siempre acusan rebeldía, a veces sólo resignación. Los taxistas cairotas son víctimas de todo tipo de abusos y achaques, se sienten como “una hormiga negra sobre una roca negra en una noche de profunda oscuridad, a la que Dios provee sus sustento”. Pues sólo en Dios pueden confiar, no en sus conciudadanos ni mucho menos en un Estado que les tiene olvidados, excepto a la hora de pagar impuestos. En estos taxis viejos, estropeados e incómodos, Al Khamissi nos transporta a un mundo lejano y exótico, pero en muchas cosas parecido al nuestro. Más corrupto, más duro, más desesperanzado. Ya no pueden confiar en nada, el gobierno “ha sembrado el hambre en los estómagos de todos los egipcios y se ha convertido en un miedo que hace que cada uno mire por sí mismo”. Y así viven al día y lo poco que ahorran deben gastárselo en clases particulares o en sobornos, dada la ineficacia de todos los servicios públicos.

O bien ahorran para sus pequeños vicios, como fumar. Porque son gente sencilla –“la civilización de este pueblo se manifiesta en su sencillez”–, aunque desesperada. Desesperanzados por ser los últimos de la fila, siempre. Porque los americanos mangonean a su gobierno, y éste les mangonea a ellos. Desesperados, porque no ven más salida que la misericordia divina, porque sienten repugnancia por el terrorismo pero comprenden a los terroristas, porque la vida les ha hecho picadillo. Pero deben convivir con el fanatismo, con la desesperación, con la ignorancia, con la incertidumbre, y lo hacen con un humor encomiable. Siempre tienen un chiste en los labios, siempre están dispuestos a reír con una risa que les sale de las tripas. En estos viejos taxis se hace una carrera que no le deja a uno indemne y, cuando termina el traqueteo, el mundo ha cobrado un nuevo aspecto.

Taxi. Ed. Almuzara. 224 págs. 15 €. Comprar libro.

 

Rusia incomprendida: Bajo la mirada de occidente, Joseph Conrad

Para desdeñar pública y notoriamente a Fedor Dostoievski, Joseph Conrad escribó en Bajo la mirada de Occidente una interesante variación de Crimen y castigo. No sólo por la similitud de personajes (Razumov y Raskolnikov) y de ambientes (el San Petersburgo prerrevolucionario), sino por el conflicto ético que aqueja a ambos protagonistas y la muy pareja resolución. Quizá la mayor diferencia entre ambas sea el narrador mediato, el profesor británico que, emigrado a Suiza, encuentra al protagonista y hereda su diario, mediante el cual compone la novela. Ello introduce un punto de vista crítico, no sólo sobre hechos y personajes, sino especialmente sobre el espíritu ruso, que ya en las primeras páginas confiesa no comprender.

Conrad era más severo aún que su narrador–personaje; quizá por polaco, disentía con gravedad de los rusos. Sólo las abandonadas Haldin merecen su compasión, mientras que cualquier otro ruso de la novela es juzgado desde la aversión. Habrá quien la considere una de las obras mayores de Conrad, pero no seré yo. Sí es, no obstante, una novela notable. Valores como el pulso conradiano, el corazón sumido en tinieblas de Razumov, que es una criatura mayúscula, y de muchos otros personajes, delineados con la maestría que acompaña cualquiera de sus obras, hacen de esta una lectura más que recomendable. Es, en fin, un acierto su recuperación.

Bajo la mirada de occidente. Ed. Rey Lear. 368 págs. 24 €. Comprar libro.

Del amor al odio: La Guardia civil, Miguel López Corral.