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En el planeta Millás
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En el planeta Millás

En la novela ganadora del Premio Planeta 2007, el protagonista es el propio autor. No se trata de una autobiografía o unas memorias, sino de una

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En el planeta Millás

En la novela ganadora del Premio Planeta 2007, el protagonista es el propio autor. No se trata de una autobiografía o unas memorias, sino de una novela que se inscribe en esa ‘nueva’ etiqueta que es la autoficción. Porque, aunque la novela marca coordenadas concordantes con la biografía de Juan José Millás, el narrador otea en el horizonte de lo imaginado donde se confunde lo real con lo ficticio. El protagonista se llama Juanjo, y muy niño fueron arrastrados él y sus ocho hermanos de la tibieza valenciana al frío madrileño. También, como Millás, Juanjo habitó en el barrio de Prosperidad y estudiaba Filosofía y Letras en los años finales del franquismo. Pero, más allá de esto, la novela cobra en muchos puntos un lustre de irrealidad, de fabulación, que la consagra en el terreno de la ficción, sean cuales sean los materiales de partida.

Tampoco sabemos si Vitaminas, el niño enfermo, existió realmente ni si ese ventanuco del sótano a través del cual atisba una realidad más luminosa es algo más que una metáfora. El propio Vitaminas puede serlo, en cuanto que como el propio Juanjo es un niño aislado por la enfermedad -y su enfermedad real tiene su paralelo en las imaginadas de Millás-. El desarraigo y la otra cara de la moneda, la pertenencia, son dos conceptos basales en la obra de Millás; Juanjo vive en una España encerrada, está aislado en el barrio porque los niños que en él habitan no son de su clase y quienes lo son tienen mucho más dinero, y está retirado de sus hermanos porque es demasiado mayor para los pequeños y demasiado pequeño para los mayores. El frío es otro símbolo de la soledad, una gelidez que arraiga en la médula del niño y ya nunca le abandona. Ese desarraigo es el que le lleva a abrirse al otro lado, aunque también tiene el don de encontrar esas fisuras entre dos mundos.

Una de ellas es ese ventanuco del sótano, desde el que la calle ofrecía un aspecto hiperreal o subreal; es una visión que le perseguirá toda su vida y a la cual el escritor tendrá acceso narcotizado o febril o en ayunas, que son los momentos en los que escribe. Esa es la extrañeza a la que se refiere Gonzalo Sobejano en sus trabajos sobre Millás. Sus novelas están repletas de elementos que permiten observar desde otro lado, espejos, diarios ajenos, informes realizados por terceros y, ahora, esta más gráfica imagen del ventanuco. En El mundo confiesa que ese momento, cuando descubre “el otro lado”, es uno de los momentos epifánicos, fundacionales de su vida, que consagra a intentar alcanzarlo y luego, imitando la “escritura ciega” de luz, contarlo.

El mundo es un portal al planeta en el que habita Millás, que es el nuestro pero iluminado por una luz propia -como lo es el de cualquier buen escritor-. Si el niño Juanjo habitaba un mundo lleno de puertas y resquicios a esa hiperrealidad, las novelas y los articuentos de Millás son las puertas que nos abre a su particular visión. El mundo es también un foco que ilumina la obra narrativa de Millás que ahora, en perspectiva, cobra nuevos volúmenes y significados. Es, pues, un caramelito para los seguidores del autor, imperdonable su falta para ellos; para los demás, una lectura agradable y emotiva, pero sin ese valor de código de intepretación pierde alcance. Escribir esta novela ha supuesto a Millás lo mismo que entregar al mar las cenizas de sus padres, hecho con el que cierra el relato. Así se libera de los “detritos” de aquel niño que pasó tanto frío en aquel Madrid todavía triste y rudo. Mas, como ese niño hizo al Millás escritor, El mundo abre ahora una incógnita respecto de su obra futura.

LO MEJOR: La mirada alucinada del niño Juanjo.

LO PEOR: No haber leído las novelas anteriores del autor. Se disfruta menos.

En la novela ganadora del Premio Planeta 2007, el protagonista es el propio autor. No se trata de una autobiografía o unas memorias, sino de una novela que se inscribe en esa ‘nueva’ etiqueta que es la autoficción. Porque, aunque la novela marca coordenadas concordantes con la biografía de Juan José Millás, el narrador otea en el horizonte de lo imaginado donde se confunde lo real con lo ficticio. El protagonista se llama Juanjo, y muy niño fueron arrastrados él y sus ocho hermanos de la tibieza valenciana al frío madrileño. También, como Millás, Juanjo habitó en el barrio de Prosperidad y estudiaba Filosofía y Letras en los años finales del franquismo. Pero, más allá de esto, la novela cobra en muchos puntos un lustre de irrealidad, de fabulación, que la consagra en el terreno de la ficción, sean cuales sean los materiales de partida.