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Entrevista con Daniel López Acuña

El exjefe de la OMS que exculpa al organismo: "Todos los países bajaron la guardia"

Daniel López Acuña, epidemiólogo y exdirectivo de la OMS, critica la falta de preparación de los países y muestra su alarma ante lo que está por venir en los países en vías de desarrollo

El epidemiólogo Daniel López Acuña. (Foto: Cedida)

El epidemiólogo Daniel López Acuña (México, 1954) observa la crisis del coronavirus confinado su casa de Gijón. Una vez retirado eligió residir en España recuperando sus raíces asturianas tras vivir en primera línea la anterior pandemia, la gripe A de 2009, como director de Acción Sanitaria en Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ahora que muchas voces se alzan contra la gestión del organismo de la ONU, Acuña recibe a El Confidencial al otro lado del teléfono para defender la labor del organismo... y señalar los fallos de los países.

Con la perspectiva de tres décadas de trabajo en la OMS, este experto tiene un ojo puesto en la situación que atraviesa España, pensando en los escenarios que se presentarán en los próximos meses, y otro en la delicada situación a la que se van a enfrentar los países en vías de desarrollo con menos recursos sanitarios. Al mismo tiempo trata de analizar lo que ha fallado para llegar a esta situación y lo que puede ocurrir en el futuro, porque cree que muchas cosas deben cambiar.

PREGUNTA. A usted le tocó lidiar con la gripe A en la OMS, pero esta vez la situación es inédita.

RESPUESTA. Es absolutamente inédita, ha cogido por sorpresa al mundo entero, a todos los países y organismos, porque el comportamiento de este virus es mucho más agresivo de lo que imaginaron. También es más transmisible que los otros episodios de coronavirus, el SARS y el MERS, y es el triple de contagioso que la gripe aviar. Además, hay una gran cantidad de personas positivas asintomáticas o con pocos síntomas que pueden transmitir la enfermedad una manera silenciosa.

P. ¿La OMS ha estado a la altura?

R. El papel de la OMS es el que está marcado por el Reglamento Sanitario Internacional. Uno puede pensar si tardó unos pocos días o no en declarar la emergencia de salud pública de carácter internacional. Que sea una pandemia sólo significa que ocurre en muchas partes al mismo tiempo, pero no afecta en otras cuestiones. Así que ha estado en su papel en cuanto a la alerta sanitaria y a la elaboración de recomendaciones, pero hay un problema que nos tenemos que plantear ahora y en el futuro: muchos de los planteamientos de la OMS no están siendo seguidos por los países, cada uno va a su aire. Pasa lo mismo con las recomendaciones del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades. Tenemos una variabilidad excesiva en el grado de cumplimiento y de compromiso de cada país.

La OMS ha estado en su papel pero muchos de sus planteamientos no están siendo seguidos por los países, cada uno va a su aire

Además, hay otra dimensión que no hay que soslayar. Cuando se aprobó el Reglamento Sanitario Internacional en 2005 se establecieron las capacidades y competencias básicas que cada país debía tener, las infraestructuras frente a alertas internacionales de este tipo. En distintas evaluaciones realizadas desde entonces hasta ahora el 65% de los países no cumplen con esos requisitos, no han reforzado sus infraestructuras de salud pública ni siquiera los países desarrollados, pero mucho menos los que están en vías de desarrollo. Esto es una debilidad estructural para poder tener un mecanismo de alerta mundial y de seguridad en materia sanitaria.

P. ¿España ha cumplido?

R. España ha cumplido con los compromisos relacionados con esas competencias básicas, que están focalizadas en el Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias dirigido por Fernando Simón. El problema de todos los países, incluido España, son las reservas estratégicas y los preparativos para una potencial pandemia, que no se han organizado en toda la magnitud que se requeriría en cuanto a equipos de protección individual y planes de contingencia. Cuando la gripe A de 2009 se controló razonablemente y no hubo una gran expansión de la pandemia, los países bajaron la guardia.

El epidemiólogo Daniel López Acuña. (Foto: Cedida)

P. En Europa vimos con semanas de antelación lo que sucedía en China y en otras partes del mundo han visto el caso de Italia y España. ¿No nos creemos el peligro hasta que lo tenemos encima?

R. Han sucedido varias cosas. Como decía antes, este virus ha tenido una agresividad mayor de lo que se pensaba y una capacidad mucho mayor de ser transmitido por el gran trasiego que existe en el mundo de hoy de viajes de personas de un lugar a otro. Al principio se pensó que podían contenerlo en China o contener los casos importados, pero precisamente la importación de casos revela que hay una velocidad de propagación del 'incendio' mucho mayor de lo que los países anticipaban. Pasados tres meses de pandemia ya se tiene una mayor claridad, pero aún así hay algún fenómeno que hace que las poblaciones y los gobiernos no sientan la presión hasta que les llega el agua. La OMS debe poner mucho más énfasis en esta área en el futuro, debe empujar a que los países reaccionen de forma más temprana y se preparen mejor.

P. ¿Por qué hay criterios tan distintos a la hora de contabilizar los contagios y los fallecidos?

R. Ahí está fallando el liderazgo de los organismos internacionales, de la propia OMS y del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades. Los epidemiólogos sabemos que uno no puede comparar números absolutos de casos, muertes y hospitalizaciones, hay que hacer ajustes por el tamaño de la población, cálculos de las tasas de incidencia y letalidad según el número de habitantes, la demografía y la pirámide demográfica. Es importante hacer comparaciones más ajustadas. EEUU tendrá muchos más casos que Italia o España porque tiene mucha más población, lo importante es ver el número de casos por 100.000 habitantes.

P. A algunas partes del mundo aún no ha llegado el pico de la epidemia. ¿En los países en vías de desarrollo veremos problemas más graves que aquí?

R. Sí, definitivamente. Una de las razones es que las infraestructuras sanitarias son mucho más precarias, no tienen la capacidad de UCI ni ingresos hospitalarios de Europa, Norteamérica o China. Podemos tener un gran número de personas que ni siquiera puedan tener acceso a la atención que hay aquí, que, por saturada que se haya visto durante algunas semanas, ha respondido para la mayor parte de las personas.

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Por otro lado, en muchos países no existen sistemas de sanidad universal, hay grandes núcleos de población sin acceso efectivo a los servicios de salud o con seguros que no necesariamente cubren este tipo de patologías. También está la debilidad de los sistemas de salud pública para detectar los casos. Esa es una de las debilidades en competencias básicas que comentaba antes. Por no hablar de la falta de registros de natalidad y mortalidad. Podemos ver una situación realmente dramática a medida que la enfermedad vaya llegando a los países en vías de desarrollo.

Lo único que los puede salvar es el posible efecto de la variación estacional del virus o si la transmisión se ve afectada por las temperaturas cálidas, pero esto aún no lo sabemos. También juega a favor que sus poblaciones no están tan envejecidas, así que habrá menos casos severos y defunciones.

P. ¿Falta solidaridad entre los países?

R. Pienso que sí, esto debería ser una lección para construir mecanismos más globales, multilaterales y solidarios; y para crear lo que algunos hemos llamado bienes públicos globales en materia de salud.

P. Ni siquiera en Europa todos los países han tomado medidas estrictas. ¿Se equivocan?

R. En esta pandemia tenemos que decir que todo depende de las circunstancias, pero hay observaciones generales que valen para todos. Las medidas de confinamiento domiciliario y de reducción de la interacción social son fundamentales para evitar la transmisión. No se puede lograr simplemente con medidas ligeras de casos importados y contactos porque se extiende rápidamente. Ha sido inevitable ir asumiendo medidas de confinamiento draconianas.

Un hombre protegido con mascarilla pasa delante de un cartel publicitario este martes. (EFE)

P. ¿Y qué debemos hacer tras el confinamiento masivo?

R. Combinar varias medidas. Nos faltan dos o tres semanas para el verdadero final de la curva. Ya estamos viendo su aplanamiento y su descenso en algunos casos, pero el nivel de transmisión cero de Wuhan no lo veremos en todo el territorio español hasta mediados de mayo, antes en algunas comunidades autónomas. Como consecuencia, tenemos que pensar que se abrirá el grifo de manera gradual y escalonada. Regresará la actividad productiva no esencial, pero las congregaciones de grupos humanos, actos deportivos, conciertos, celebraciones religiosas e incluso las actividades escolares tardarán bastante tiempo.

Pero haremos mejor esa desescalada si incrementamos la capacidad de hacer test para identificar a quienes no tienen ningún riesgo de transmitir nada para identificar a quienes no tiene posibilidad de transmitir el virus porque ya han pasado la enfermedad o porque nunca la han tenido, y para aislar a los positivos asintomáticos. Ese efecto combinado de abatir la curva y realizar test nos ayudará a reducir la cadena de transmisión.

P. Se refiere a los test de anticuerpos para ver quién ha pasado la enfermedad.

R. Los test rápidos de anticuerpos nos van a servir para detectar quién ha tenido o tiene la enfermedad, pero si son positivos, hay que hacer una PCR y comprobar si esa persona puede contagiar o no. Unas pruebas no sustituyen a las otras.

P. ¿Hay peligro de que una segunda oleada nos devuelva al confinamiento?

R. Si actuamos precipitadamente y no reforzamos la desescalada con vigilancia epidemiológica y con una Atención Primaria reforzada para apagar enseguida cualquier fuego que surja, podríamos tener un riesgo. Puede haber un nuevo ciclo de la enfermedad el próximo invierno por variación estacional del virus, pero eso es otra película. Ahora tenemos que evitar un rebrote por reintroducción de la transmisión si nos precipitamos. Hay que calibrar todo milimétricamente, hacer muchas pruebas e intensificando la vigilancia.

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P. ¿Al final nos salvará la famosa inmunidad de grupo?

R. La inmunidad de grupo o de rebaño se desarrolla cuando una alta proporción de la población ha sido inmunizada o ha tenido la infección y desarrolla anticuerpos. Mi punto de vista es que en este ciclo epidémico en la mayoría de los países no tendremos una inmunidad de grupo con porcentajes tan altos como para pensar que ya quedamos protegidos frente a un rebrote o ante otro ciclo estacional. Normalmente, la inmunidad de grupo suele darse después de varios ciclos en los que es infectada cada vez una parte más grande de la población, pero esto no ocurre de la noche a la mañana. Por eso, cuando algunos países como Reino Unido plantearon esa apuesta fue equivocada y tuvieron que rectificar. Además, tendrían un gran problema de saturación de la infraestructura hospitalaria y de las UCI.

Hay que preguntarse cuánto durará la inmunidad al virus y qué parte de la población será infectada en este primer ciclo antes de controlar la transmisión. Si es un 15 o un 20%, no será suficiente. Por supuesto, esto cambiaría si se desarrolla en un tiempo razonable la vacuna y permite inmunizar a las personas que no hayan pasado la enfermedad, pero tenemos que estar preparados para un nuevo ciclo el próximo invierno o para un rebrote sin esa protección.

P. ¿El nuevo coronavirus podría irse atenuando?

R. Pensar en eso es muy osado, lo más que podemos esperar es que no mute hacia una mayor agresividad y que vayamos teniendo más inmunidad de grupo o inmunización artificial a través de la vacuna. Uno de los grandes problemas con el virus de la gripe estacional es que muta rápidamente y por eso hay que estar haciendo las vacunas con cepas de virus diferentes cada año. Si este virus llegase a cambiar mucho, complicaría el desarrollo de la vacuna.

P. ¿Una pandemia como ésta puede volver a surgir en cualquier momento?

R. Absolutamente. Es una posibilidad que no hay que descartar. Con los coronavirus ya ha habido tres saltos de especies animales a la especie humana, el SARS, el MERS y ahora el COVID-19. Han sido distintos animales y son distintos tipos de virus, así que podemos tener saltos de los reservorios animales a la especie humana. También hay peligros ligados al cambio climático, como el descongelamiento de zonas del mundo donde puede haber virus atrapados que ahora reaparezcan.

El epidemiólogo Daniel López Acuña. (Foto: Cedida)

P. ¿Esos tres saltos de coronavirus a humanos en pocos años indica que está pasando algo o habrá ocurrido antes sin enterarnos?

R. Podría haber ocurrido en el pasado sin que tuviéramos capacidad de detectarlo, pero la realidad es que ahora se han producido tres. La ecología de los virus en los animales salvajes puede estar variando tanto por el cambio climático o nuestro avance a zonas que eran selvas vírgenes sin interacción entre animales y humanos. Esto se agrava si las especies animales entran en contacto con nosotros o las consumimos.

P. ¿Qué debemos aprender de esta crisis?

R. Varias cosas. Una es que tenemos que estar preparados con equipos de protección, planes de contingencia y dispositivos organizativos para poder aislar fácilmente a las personas y trazar los casos. Hace falta más investigación sobre presencia de virus en animales y en el desarrollo de vacunas con los virus que han dado saltos entre especies. Es decir, la humanidad tendría que pensar que el verdadero enemigo está en este tipo de problemas, como una pandemia, y no en los propios seres humanos y en las guerras que libramos.

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