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'Júlia ist': no todo es juerga loca y sexo en la vida del Erasmus

El prometedor debut en la dirección de Elena Martín ofrece la versión íntima y desmitificada de la experiencia Erasmus en un filme de tránsito a la madurez

'Júlia ist'.

Pocas clases, juerga loca, sexo excitante, noches sin fin, fiestas frente al mar, amistades de diferentes países para toda la vida... El imaginario Erasmus en el cine lo fijó 'Una casa de locos' (2002), esa comedia de Cédric Klapisch que no estaría exenta de encanto si no fuera por dos razones. La primera, su excesiva idealización de la experiencia surgida del programa europeo de intercambio universitario. La segunda, que propició, ay, la invasión anual de Barcelona por parte de jóvenes de toda Europa. El filme francés, por otro lado, tenía algo de respuesta europea a un subgénero típicamente norteamericano. Desde Estados Unidos se cultiva desde hace décadas una comedia del desfase basada en estas etapas de paréntesis en la vida estudiantil, desde los 'spring breaks' a las vacaciones preuniversitarias fuera del país.

'Júlia ist', ópera prima de Elena Martín, se desmarca de estas rutinas para ofrecer una mirada más introspectiva y melancólica de la experiencia Erasmus. Cuando la protagonista llega a Berlín, descubre que los profesores universitarios resultan mucho menos protectores que en nuestro país, no se entiende con su compañera de piso y tampoco consigue hacer nuevos amigos. La distancia, además, subraya el desajuste vital en la relación con su novio, que se ha quedado en Barcelona. Júlia se encuentra por primera vez fuera de su zona de confort y eso conlleva un proceso de aprendizaje. Cuando por fin logra formar un grupo de compañeros y se integra en un proyecto de arquitectura, empieza a disfrutar la ciudad de otra manera.

También actriz protagonista de su propia película, Martín se inspira en sus propias vivencias como estudiante extranjera en Alemania para debutar en el cine. 'Júlia ist' es por tanto un ejercicio de autoficción para el que ha contado con la complicidad en el guion de tres compañeros, Maria Castellví, Marta Cruañas y Pol Rebaque, que también estudiaron fuera. Desde esa cámara que apenas se separa de Júlia, el filme encuentra en este registro íntimo sin estridencias su mejor baza. Visión desmitificada de la vida estudiantil en el extranjero, 'Júlia ist' no resulta ni demasiado dramática ni cae en la autoindulgencia. Este año en Alemania no le cambia la vida al personaje principal. Se trata más bien de observar cómo esos pequeños desgastes, descubrimientos, desengaños y euforias acaban conformando un periodo de transformación personal con sus características propias. Más que a ciertas comedias de tránsito a la edad adulta, 'Júlia ist' recuerda al cine de la francesa Mia Hansen-Love. Como la directora de 'Un amor de juventud', Martín destaca como cronista sentimental que plasma de forma fluida y detallista el proceso de madurez que vive una muchacha común.

París, Roma, Nueva York, Berlín

En la primera clase a la que asiste Júlia, el profesor plantea una pregunta. Si París y Roma se pueden considerar ciudades del pasado y Nueva York hasta hace poco era una urbe del futuro, ¿por qué definimos Berlín, situada entre los dos polos, como una ciudad del presente? La respuesta se encuentra en la capacidad de la capital alemana para reconstruirse en virtud de sus necesidades inmediatas y no como proyección de futuro. El concepto de la flexibilidad a la hora de habitar una ciudad y las diferentes formas en que ha concebido la arquitectura la convivencia colectiva (dos personajes discuten en torno a si los bloques de edificios deberían destinar más o menos metros cuadrados a los espacios comunes) se introducen en el filme a través de los estudios de la protagonista.

Otro de los méritos de 'Júlia ist' reside en mostrar la capital alemana sin caer en los lugares comunes

En una secuencia, Júlia descubre de la mano de su amigo Ben el barrio de La Hansa, ese proyecto arquitectónico de la segunda mitad del siglo XX con el que el Berlín Occidental intentó, por un lado, dar solución a los problemas de vivienda a través de los principios de la arquitectura racionalista y moderna que representaban figuras como Le Corbusier, Alvar Aalto y Oscar Niemeyer, y, por el otro, competir con la ambición de la Karl-Marx-Allee (por aquel entonces, Stalinallee), la gran avenida de los palacios para el proletariado del Berlín Oriental. Otro de los méritos de 'Júlia ist' reside en mostrar la capital alemana sin caer en los lugares comunes.

'Júlia ist' forma parte de este pequeño 'boom' de óperas primas de mujeres realizadoras en el cine de nuestro país en el que entrarían también 'Las amigas de Àgata', el debut de Elena Martín como actriz de la mano de cuatro directoras —Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen— o la maravillosa 'Estiu 1993', de Carla Simón, de próximo estreno. A su manera, estas películas surgidas en algunos casos de diferentes proyectos de fin de carrera proponen también un nuevo modelo de producción para una nueva generación de cineastas. Entre ese cine de clara vocación comercial que imita los modos norteamericanos y tiene en JA Bayona su máximo exponente y ciertos filmes a contracorriente que deben moverse por circuitos alternativos, títulos como 'Júlia ist' proponen un camino intermedio: una apuesta por un cine independiente que parte de la experiencia personal pero aspira a llegar a un público más amplio.

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