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El triunfal regreso de Nietzsche como fetiche intelectual de la extrema derecha
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DE LA VOLUNTAD DE PODER AL FANATISMO

El triunfal regreso de Nietzsche como fetiche intelectual de la extrema derecha

Un autor rumano fascina a asesores de Donald Trump y demás figuras importantes del espectro ultraconservador. Y, como hicieron años atrás los nazis, se está aprovechando de las ideas del filósofo alemán para su causa

Foto: Friedrich Nietzsche sentado en un banco en la pérgola de la casa de su madre en Naumburg, 1894 (Fuente: iStock)
Friedrich Nietzsche sentado en un banco en la pérgola de la casa de su madre en Naumburg, 1894 (Fuente: iStock)

Desde hace unos meses, el enigmático nombre de "Bronze Age Pervert" (que podríamos traducir como "Pervertido de la Edad de Bronce") viene aglutinando el interés de grandes cabeceras, sobre todo norteamericanas, al postularse como la voz intelectual definitiva que sustenta las tesis de la ultraderecha internacional. Su nombre real es Costin Vlad Alamariu, y pese a su origen rumano, ha conseguido una gran influencia en personas de reconocido prestigio dentro del espectro conservador, desde asesores de Donald Trump a gurús digitales como Jordan Peterson.

Fue en 2018 cuando surgió este seudónimo con la publicación de su primer libro autoeditado, en el que criticaba el ascenso de las ideas feministas de los últimos cien años como razón de crisis civilizatoria, alentando contra la igualdad humana sea del tipo que sea para acabar con la democracia y en su lugar instituir una casta de hombres blancos que dirija la sociedad global hacia una especie de autoritarismo eugenésico. Esta propuesta política venía acompañada de posts en redes sociales como X (anteriormente Twitter) en el que el autor acompañaba sus textos de imágenes de hombres blancos musculosos.

Al final, como hemos visto en anteriores artículos, la extrema derecha se infiltra en referentes y canales de la cultura pop para hacer llegar su mensaje, también en los posts de tendencias, bienestar y autoayuda, en especial aquellos dirigidos a la población masculina que, a raíz del auge de las teorías feministas, ha incrementado su hostilidad. Esto no es nada nuevo. Lo nuevo es la recuperación de un filósofo peligroso que en su día removió los cimientos de la cultura occidental y los valores morales judeocristianos: Friedrich Nietzsche. Ahora, Alamariu ha vuelto a distorsionar sus ideas sobre el superhombre (Übermensch) para alinearlas a los postulados de doctrinas ultraconservadoras. Son muchos los políticos de alto rango que han leído sus libros e ideas contra la democracia y el ascenso de esa nueva clase social masculina que venga a derribar las expresiones ideológicas del espectro progresista, como toda la esfera 'woke'.

Nietzsche es mi fetiche

Como Alamariu, en su día fueron otros los que se apropiaron de las ideas del filósofo alemán para alinearlas a unas ideas políticas que acabaron produciendo genocidios como el Holocausto nazi. Nietzsche siempre ha estado en el foco de la sospecha, pues su propuesta es de lo más atractiva gracias a la radicalidad de sus postulados (la muerte de Dios a manos de un supuesto estadio mayor de conciencia por encima del bien y del mal llamado "superhombre" que adquiere una fuente de poder inusitada). Esto le ha convertido en un filósofo pop, siendo uno de los favoritos por todo aquel que se sienta inteligente o con ganas de ir a contracorriente de lo que podríamos catalogar como "políticamente correcto". Ya lo cantaban las Estrogenuinas.

Estos preceptos no tienen en cuenta las críticas de Nietzsche al nacionalismo, al estado y a la mentalidad de masa, tres ensamblajes de la ideología fascista

Fue su hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche, la primera que se encargó de asociar sus ideas filosóficas al nacionalismo alemán, lo que luego evolucionó hacia la doctrina totalitarista del nazismo como forma de superar esos valores morales y trascender la democracia, que durante la República de Weimar, habían convertido al país germano en un referente internacional en cuanto a libertades civiles y sexuales se refiere. Elisabeth tomó el control del archivo de su hermano, manipulando sus ideas para presentarlo como un precursor de las ideas antisemitas. A tal punto llegó que a su funeral asistió el mismísimo Hitler, suponemos que orgulloso de haber conseguido que uno de los más brillantes pensadores de la historia de la humanidad figurara como apoyo de su causa.

También el filósofo y profesor nazi Alfred Bäumler fue uno de los mayores responsables de esa apropiación de las ideas de Nietzsche por parte del nazismo, asociando sus conceptos del superhombre y la voluntad de poder al dominio de la raza aria sobre todas las demás por medio de la fuerza. La interpretación de que "los fuertes" no deberían dejarse dominar por "los débiles" es frecuente que derive en una ideología política de corte fascista en la que una sola raza, un solo partido o una sola clase social somete al resto. Sin embargo, estos preceptos no tienen en cuenta las críticas de Nietzsche al nacionalismo, al estado y a la mentalidad de masa, tres ensamblajes esenciales para desarrollar una ideología fascista.

La diferencia entre devoción y fanatismo

El "superhombre" adquiere su fuerza gracias a la superación intelectual y personal y su rechazo a la moralidad tradicional, no de acuerdo a unos valores políticos ya dados, como podría ser el nacionalismo, o la creencia de que hay una raza superior sobre otras. Paul Katsafanas, profesor de filosofía en la Universidad de Boston y uno de los mayores expertos del mundo en el filósofo alemán, publicó un texto muy oportuno en la revista Aeon que refuta estas teorías que vinculan a Nietzsche con el fascismo y otras ideologías autoritarias, analizando la malinterpretación y manipulación de su clarividencia filosófica, que a veces tiende a confundirse con lo que el propio pensador llamó "fanatismo".

"El fanatismo es la única 'fuerza de voluntad' que incluso los débiles e inseguros pueden alcanzar", escribió Nietzsche

No, no es lo mismo "voluntad de poder" que "fanatismo". Este último, según Nietzsche, es un impedimento claro para que el hombre pueda evolucionar y superarse a sí mismo. "El fanatismo implica un compromiso apasionado con una identidad o causa", explica Katsafanas. "En segundo lugar, el fanático se resiste dogmática y obstinadamente a cambiar de opinión, por más que le señales las incoherencias en sus puntos de vista. "Y, por último, los fanáticos están dispuestos a recurrir a métodos extremos, como la violencia, la subversión o la alteración del orden social, con tal de llegar a sus objetivos".

Foto: Que su mirada de inocente filántropo no nos engañe. (Imagen: williammacaskill.com)

Al margen del fanatismo, se encuentra la "devoción", que vendría a ser lo que Nietzsche pretende derribar, al haber diagnosticado que la sociedad occidental estaba presa de sus propias limitaciones tras privilegiar lo que se consideraba moralmente débil sobre lo fuerte. Pero, "a diferencia de la devoción, el fanatismo se distingue por tener una gran necesidad de certezas que actúa como mecanismo de autoprotección, manteniendo una fuerza frágil al ignorar o suprimir cualquier amenaza posible", sostiene el experto. Por tanto, el fanatismo sería una inversión de esa voluntad de poder, al encontrar una gran fragilidad teórica en el fondo de su discurso que no se puede sostener con falsas demostraciones de fuerza. "El fanatismo es la única 'fuerza de voluntad' que incluso los débiles e inseguros pueden alcanzar", escribió Nietzsche.

Una afirmación positiva, no negativa

En palabras más llanas, fuerte es aquel que es consciente de sus flaquezas intelectuales y pese a ello es capaz de tolerar la ambigüedad intelectual e ideológica. Como explica Katsafanas, "Nietzsche nos animó a deshacernos del deseo de llegar a narrativas simplistas y totalizadoras e identidades estables y unificadas, instando a convertirnos en 'espíritus libres', en sujetos existencialmente flexibles que puedan dedicarse a causas sin rigidez, tolerando las incertidumbres y frustraciones la vida, viéndonos a nosotros mismos como múltiples". En este sentido, "tendríamos que dejar de experimentar la ambigüedad e incertidumbre como amenazas, dejando de proyectar nuestros fracasos e insatisfacciones personales hacia fuera".

Esos hombres fibrados con los que Alamariu acompañan sus textos solo son una muestra de una debilidad disfrazada de fortaleza ante el miedo de perder los privilegios

Al despedirse de "toda fe y todo deseo de certeza", el espíritu libre planea sin miedo sobre el abismo (un término que gustaba mucho al alemán), "tolerando el peligro, capaz de mantener una autoconcepción afirmativa sin caer en dicotomías simplistas" y, sobre todo, "sin necesitar negar a los demás para afirmarse a sí mismo". Así, el resentimiento, que también es un concepto troncal en su filosofía, ayuda a generar narrativas poderosas porque son "emocionalmente satisfactorias y proporcionan una identidad". El fanático vive obsesionado con lo que "rechaza, desprecia o teme", lo que redunda en una afirmación negativa de su identidad, cuando debería lograr una afirmación positiva.

Por tanto, las dicotomías entre conservador y progresista, derecha o izquierda, tan presentes en nuestra época políticamente polarizada, no sirven para Nietzsche y lo único que demuestran es una enorme fragilidad disfrazada de fortaleza. El hecho de que en los últimos años haya habido un resurgir de la apropiación de sus ideas en oposición a conceptos como lo "woke" demuestran un fuerte resentimiento entre esos grupos que antaño contaban con un privilegio social tras la explosión de las ideas feministas como son los hombres blancos. Esos hombres fibrados con los que Alamariu y tantos otros ideólogos de extrema derecha acompañan sus textos solo son una muestra más de una debilidad disfrazada de fortaleza ante el miedo de perder los privilegios con los que antes contaban.

Desde hace unos meses, el enigmático nombre de "Bronze Age Pervert" (que podríamos traducir como "Pervertido de la Edad de Bronce") viene aglutinando el interés de grandes cabeceras, sobre todo norteamericanas, al postularse como la voz intelectual definitiva que sustenta las tesis de la ultraderecha internacional. Su nombre real es Costin Vlad Alamariu, y pese a su origen rumano, ha conseguido una gran influencia en personas de reconocido prestigio dentro del espectro conservador, desde asesores de Donald Trump a gurús digitales como Jordan Peterson.

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