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¿Es mejor que la personalidad de tus amigos sea muy parecida o muy diferente a la tuya?
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UN TESORO

¿Es mejor que la personalidad de tus amigos sea muy parecida o muy diferente a la tuya?

En el complejo mundo de las relaciones humanas, no hay verdades universales. Pero aquí van una serie de estudios sobre si realmente la compatibilidad en rasgos de personalidad determina quiénes son nuestros amigos

Foto: Foto: iStock.
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Quien tiene un buen amigo sabe que, de algún modo, es la persona en la que se puede identificar. Un primer paso para establecer una relación de confianza, respeto e ilusión recíproca es que concuerden en una serie de valores morales, éticos y de camaradería. Poco a poco, a medida que va avanzando la relación, las dos personas se van conociendo mutuamente hasta llegar a un punto en el que funcionan como un espejo de la otra, algo que también sucede con las parejas. A fin de cuentas, acaban conociéndose tanto que en ocasiones puede resultar incómodo.

Ese punto de la relación es maravilloso, de ahí que usemos la frase de "nos entendemos sin necesidad de palabras" para referirnos a ese amigo íntimo o persona especial. Pero, más allá de la felicidad y bienestar que provoca disponer de un vínculo fuerte con alguien, también hay que reconocer que conocerse tanto puede terminar cansando o llevando a conflictos.

En este sentido, muchas veces podemos sentirnos muy unidos a alguien que acabamos de conocer y no tanto a un amigo de toda la vida. En el complejo mundo de las relaciones humanas, afortunadamente nada está escrito, por lo que resulta emocionante darte cuenta de cómo poco a poco un desconocido va formando una parte importante de tu vida a medida que otros más cercanos se van distanciando. Y con desconocido no solo nos referimos a personas que acabamos de conocer, sino también a aquellas que son diferentes a nosotros, que nos muestran una cara de la realidad que desconocíamos o una faceta de nosotros mismos que no teníamos en cuenta.

Es difícil dilucidar si es mejor tener amigos muy acordes a tu personalidad o muy diferentes. Al final, la virtud está en el punto medio, pero un artículo publicado en Aeon escrito por Christian Jarrett, neurocientífico y psicólogo, recoge una serie de estudios muy interesantes en el campo de las relaciones humanas al respecto. Por ejemplo, uno realizado por la Universidad de Bamberg y de Duisburg-Essen, en Alemania, en el que querían demostrar si compartir rasgos de la personalidad entre ambos influía en el modo en que percibían el bienestar y calidad de su relación.

"Cuando un vínculo está bien establecido, tener rasgos en común puede no importar mucho para determinar cuánto de buena es esa amistad"

Los investigadores realizaron una encuesta a casi 200 parejas de amigos con un promedio de diez años de duración en la que preguntaron sus rasgos de personalidad y también los que creían ver en sus amigos. De igual modo, se les preguntó por su nivel de satisfacción con la amistad, para saber cuán comprensivo eran sus amigos a niveles prácticos y emocionales, y cuánto se divertían con ellos. Las personas que se calificaron a sí mismas como más extrovertidas, agradables y emocionalmente estables también tendían a responder que se sentían más satisfechas con sus amistades. Por tanto, no solo depende de si los amigos son muy diferentes entre sí o no, sino de la actitud y rasgos de personalidad propios de cada uno.

Extrovertidos e introvertidos

Como es lógico, las personas que se consideraron a sí mismas como más agradables o extrovertidas fueron consideradas como mejores amigas. "Es normal que te sientas importante y parecido si se acuerdan de ti a menudo y pasas tiempo con una persona extrovertida", concluyó Körner, autor principal del estudio. Sin embargo, se obtuvieron resultados diferentes cuando los investigadores preguntaron cómo se percibía su propia personalidad dentro de la amistad. Aquellos que se percibían más abiertos a la experiencia tenían más probabilidades de afirmar que su amigo era un buen amigo, en detrimento de aquellos que eran más "cabezotas" (como antónimo de "abierto"), los cuales creían que sus amistades eran buenas, pero no tanto.

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Lo que más sorprendió a los investigadores fue que no encontraron ningún efecto en la calidad de la amistad que tuviera que ver con rasgos de su personalidad. Es decir, "la satisfacción con un amigo no depende con el grado de similitud entre sus personalidades". Evidentemente, hay amistades que surgen por conveniencia (o al menos primero por conveniencia y luego por la cercanía que provoca esa conveniencia), pero también otros estudios afirman que "tendemos a formar amistades con personas que creemos que se parecen a nosotros".

"La similitud entre las personalidades es un factor importante que se pierde con el tiempo", concluye Jarrett. "Una correspondencia entre ciertos rasgos de dos personalidades pueden unir a las personas inicialmente, pero cuando un vínculo está bien establecido, tener rasgos en común puede no importar mucho para determinar cuánto de satisfechos se encuentran con su vínculo".

La importancia del afecto

Por fortuna o por desgracia, la gente cambia con el tiempo, por lo que lo más lógico es que nos mantengamos cerca de las personas que más se parezcan a nosotros en un momento determinado. Hay un factor importante en la amistad y que no hemos mencionado todavía y puede servir para concluir, el de la aceptación. A fin de cuentas, una cosa es el vínculo que haya entre dos personas (la confianza, intimidad, respeto o capacidad para divertirse) y otra lo que piensen sobre determinados aspectos de su vida o las aficiones dispares que haya entre ellas. Pero, lo importante, es el afecto; y aunque a veces no sea suficiente para permanecer cerca de alguien por distintos motivos (la distancia geográfica o la diferencia entre estilos de vida que cambia), es a lo que hay que aferrarse si quieres que ese vínculo siga siendo duradero.

Quien tiene un buen amigo sabe que, de algún modo, es la persona en la que se puede identificar. Un primer paso para establecer una relación de confianza, respeto e ilusión recíproca es que concuerden en una serie de valores morales, éticos y de camaradería. Poco a poco, a medida que va avanzando la relación, las dos personas se van conociendo mutuamente hasta llegar a un punto en el que funcionan como un espejo de la otra, algo que también sucede con las parejas. A fin de cuentas, acaban conociéndose tanto que en ocasiones puede resultar incómodo.

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