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Ogros, sacamantecas y hasta el mismísimo Miguel de Unamuno: un recorrido por el bestiario folclórico español
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CÓMO (Y POR QUÉ) ASUSTAR A UN NIÑO

Ogros, sacamantecas y hasta el mismísimo Miguel de Unamuno: un recorrido por el bestiario folclórico español

Entrevistamos a Javier Prado, uno de los grandes ilustradores de nuestro país, quien ha investigado a fondo el acervo popular para recoger todas estas criaturas de nuestras leyendas autóctonas

Foto: Algunos cocos españoles bajo los ojos y la pluma de Javier Prado. (Instagram personal)
Algunos cocos españoles bajo los ojos y la pluma de Javier Prado. (Instagram personal)

"¡Que viene Unamuno!". Aquellos que nacieron en la Salamanca de los años 50, tal vez esta amenaza les traiga un vago recuerdo a la memoria. Sí, se trata de uno de los grandes eruditos españoles convertido en monstruo asustaniños. Quien escribió sobre el mítico coco en su libro Recuerdos de niñez y mocedad (1908), acabó convirtiéndose en él para las nuevas generaciones que habitaron su querida ciudad castellana tras su muerte. Ello prueba que no hace falta ser un vampiro, un ogro o un demonio para infundir terror.

La cultura popular se nutre de personajes históricos, animales y sombras del pasado para dar forma a las grandes pesadillas mitológicas de la infancia. Ya sea a través del boca a boca de los más ancianos o de los documentalistas folclóricos, trazar la genealogía de estos seres mitológicos representa una ardua tarea digna de una mente curiosa e imaginativa. Una mente como la de Javier Prado, ilustrador y guionista audiovisual, que el año pasado publicó Monstruos ibéricos. Ogros y asustaniños españoles (Editorial Maldragón), un compendio completísimo de todas las criaturas del folclore, creencias y leyendas populares que han pervivido hasta nuestros días.

"Nací en los años 90 en un entorno urbano, y es verdad que me sentía huérfano de referentes míticos", afirma, en una conversación telefónica con este diario. "Recurría a las obras de ficción, normalmente anglosajonas o norteamericanas, que caían en mis manos. En España parecía que no teníamos nada de esto, no había dragones, hadas... teníamos leyendas, sí, recuerdo que descubrí a Gustavo Adolfo Bécquer, y luego ya a todos los grandes folkloristas, como Julio Caro Baroja, a José Miguel de Barandiarán en el País Vasco... Me fui dando cuenta de que el acervo cultural español podía competir con el de otros países. Teníamos una mitología riquísima y de lo más variada. Yo soy ilustrador y quería hacer algo relacionado con todo esto, entonces empecé a investigar e hice una clasificación de los personajes para hablar en profundidad sobre ellos".

"El miedo tiene una función muy concreta, que es evitar el peligro. Era una buena forma de que el niño asumiera los riesgos a los que se enfrenta"

A lo largo de sus páginas podemos encontrarnos con bestias como el caballo sin cabeza de Navarra, gigantes como el Trucafort de los municipios catalanes o chupasangres como la Meiga Xuxona de Galicia. ¿Por qué había tantos y se contaban para asustar a los niños? El terror no siempre fue sinónimo de mero entretenimiento como lo es hoy en día, sino que en el pasado tenía una función social muy precisa, la de educar. "El terror como herramienta educativa ha caído en desuso, afortunadamente", asegura Prado. "Estos personajes servían para advertir a los niños de los peligros que entrañaba el mundo bajo una forma más directa y reconocible. Por ejemplo, se les decía que no fueran a tal río porque había un hada perversa, o que no se acercaran al pozo del pueblo, ya que habitaba una criatura terrible que les secuestraría. Se les enseñaba a no confiar de desconocidos. El miedo tiene una función biológica muy concreta que es evitar el peligro. Y, en este caso, era una buena forma de que el niño asumiera los riesgos".

Tras las huellas del folclore

Otra de las particularidades que llama la atención del bestiario es la gran cantidad de personajes procedentes de Galicia, País Vasco y Cataluña, en comparación con otras comunidades como las dos Castillas. ¿Tiene algo que ver la presencia de una mayor cultura nacionalista en la preservación de estos relatos? "Sí, quizá porque han sido zonas más proclives para realizar este tipo de estudios", responde Prado. "Hoy en día hay mucha más mitología recogida. Al final, ser folclorista implica ir a contrarreloj para recoger mitos que están muriendo y que solo recuerdan unas pocas personas en España. Cataluña y País Vasco han tenido muchos eruditos del folclore, pero otros territorios no han corrido esa suerte".

"Las personas van muriendo poco a poco, por lo que obtener toda esa cultura antes de que se olvide es una carrera a contrarreloj"

A fin de cuentas, la labor de un folclorista es de lo más interesante y sacrificada. "Se trata de hacer mucho trabajo de campo, yendo a los pueblos a preguntar, sobre todo a la gente mayor, que tienen una cantidad de historias impresionante que están deseando contar", explica el ilustrador. "Las personas van muriendo poco a poco, por lo que obtener toda esa cultura antes de que se olvide es una carrera a contrarreloj. En mi caso, ese trabajo me queda un poco lejos y, por circunstancias de la vida, no he podido hacerlo como me habría gustado. Recurro a libros muy antiguos o descatalogados, que tienes que ingeniártelas para conseguirlos. También busco en bibliotecas antiguas y archivos. Lo malo es que en España no había estudios folclóricos hasta principios del siglo XX, entonces tienes que ir a los libros de memorias antiguas para buscar estas leyendas, lo que hace que pases horas y horas sin encontrar nada, ya que hay muchísima información".

¿Está de moda el folclore popular español?

Sin embargo, Prado admite que recurrir al folclore local es algo que se está recuperando y cada vez está más de moda. "Creo que vivimos en un mundo cada vez más globalizado y al final lo que más prima es la cercanía", sostiene. "Buscamos ficciones o temáticas que nos recuerden al lugar del que provenimos. Al final, todas las narrativas de la industria cultural dominante y sobre todo extranjera es un corta y pega. La gente está empezando a darse cuenta de que no hay que mirar hacia fuera, sino bucear en la cultura propia. Ahora mismo hay un revival, sobre todo en el cine con películas que han tenido éxito como Irati (2022) de Paul Urkijo Alijo que recurre al acervo popular vasco. Lo más cercano siempre se siente como propio y llega mucho más que una historia ambientada en Londres o Estados Unidos".

Foto: Escena de la película Poltergeist (1982)

Pensar en los monstruos del pasado nos hace, indefectiblemente, preguntarnos por los del presente. El más popular de nuestros días no podría ser otro que el mítico Slenderman, que a más de un niño y no tan niño aficionado al mundo del creepypasta se le pondrá los pelos de punta con solo pensar en él. A diferencia de los ogros y asustaniños típicos, este solo existe en un formato, el digital, aunque puede manifestarse en lo real. "Al final, las leyendas tradicionales evolucionan", comenta el ilustrador.

"Siempre ha habido leyendas urbanas, y es normal que internet haya sustituido al boca a boca o a la tradición oral", prosigue. "Slenderman no tiene tanto recorrido como los monstruos de los que hablo en el libro, ya que estos últimos han vivido un proceso histórico de siglos en el que distintas generaciones han ido añadiendo o quitándoles elementos para hacerlos más terroríficos de acuerdo a los tiempos que se vivían. Me parece muy interesante pensar cómo rastrearán los antropólogos del futuro los miedos del presente, ya que el propio Slenderman surgió como una 'broma' que se ha ido nutriendo de las imaginaciones de muchas personas a lo largo y ancho del globo. Dentro de una década va a ser muy interesante rastrear sus raíces por la cantidad de información que habrá".

"¡Que viene Unamuno!". Aquellos que nacieron en la Salamanca de los años 50, tal vez esta amenaza les traiga un vago recuerdo a la memoria. Sí, se trata de uno de los grandes eruditos españoles convertido en monstruo asustaniños. Quien escribió sobre el mítico coco en su libro Recuerdos de niñez y mocedad (1908), acabó convirtiéndose en él para las nuevas generaciones que habitaron su querida ciudad castellana tras su muerte. Ello prueba que no hace falta ser un vampiro, un ogro o un demonio para infundir terror.

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