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El curioso origen de la expresión "Quien se fue a Sevilla perdió su silla"
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El curioso origen de la expresión "Quien se fue a Sevilla perdió su silla"

Nos remontamos al año 1460. Estamos bajo el reinado de Enrique IV de Castilla, y los mandos de Santiago y la ciudad andaluza decidieron intercambiarse por una serie de razones... Spoiler: no salió bien

Foto: Sillas en la carrera oficial de la semana santa en Sevilla. (iStock)
Sillas en la carrera oficial de la semana santa en Sevilla. (iStock)

La ciudad de Sevilla está presente por toda la geografía española a través de una serie de expresiones populares que hablan de ella. Ni siquiera tienes que ser andaluz para que formen parte de tu vocabulario cotidiano, y es que quién no se ha ido a Sevilla más de una vez y ha perdido su silla, aunque esté en Lugo, en Toledo o en Castellón. Pero, ¿por qué se ha vuelto tan famosa esta frase? ¿Cuáles son sus orígenes?

No quiere decir otra cosa que que ser descuidado tiene sus consecuencias y, especialmente, cuando alguien se ausenta de un lugar o deja algo, pero vuelve a reclamarlo. "En un sentido más amplio, da a entender que la ausencia puede ocasionar una novedad perjudicial, como la pérdida de un empleo, por lo que se aconseja no abandonar el puesto cuando hay personas que lo desean", apuntan desde el Instituto Cervantes.

Foto: Fotografía extraída del número 386 (8 de junio de 1935) del periódico 'La Estampa', vía Biblioteca Nacional de España.

En realidad, la expresión original es "Quien se fue de Sevilla perdió su silla", así que sí, alguien alguna vez estuvo en dicha ciudad, y allí tenía una silla, y se fue, y la silla dejó de ser suya. Veamos cómo ocurrió todo o, lo que es lo mismo, a dónde se fue.

Revueltas, destierros y un plan B

Nos remontamos al año 1460. Estamos bajo el reinado de Enrique IV de Castilla (hermano de Isabel la Católica). Como cuenta el historiador José Ángel Ríos en un hilo de Twitter que se ha hecho viral, el arzobispado de Santiago de Compostela cayó entonces en manos de Alonso II de Fonseca y Acevedo, quien era a su vez sobrino del prelado de Sevilla, Alonso I.

placeholder (Wikimedia)
(Wikimedia)

En ese momento, en Galicia se estaban sucediendo numerosas revueltas por la ocupación de territorios en Castilla en los que el propio Alonso II participó. Fue condenado a dos años de cárcel en Noya (A Coruña) entre 1465 y 1467, que pasó en el castillo de Vimianzo. Mientras tanto, su familia intentó pagar un rescate ofreciendo a las autoridades dinero y joyas de la catedral santiaguesa, lo que provocó un gran escándalo que derivó en un destierro de diez años para todos.

Desterrado, logró acordar con su tío intercambiarse los mandos, pues este "contaba con mucha más experiencia en estos asuntos", explica Ríos. Vamos, que esperaba que le allanase el camino de la confianza del pueblo. Si tenemos en cuenta que por prelado se entiende a un sacerdote que tiene algún cargo superior dentro de la Iglesia católica, ya podemos ir entendiendo algo.

La sorpresa al volver

Fue una decisión conjunta, eso sí, que tenía el objetivo de poner fin a dichas revueltas y, sobre todo, de reconducir la condición del mandato de Alonso II. Un buen día, el plan se puso en marcha y pusieron rumbo cada uno a la ciudad del otro. Y dicho y hecho: 5 años más tarde, Alonso I restableció la paz en la diócesis de Santiago de Compostela. Por supuesto, cumplido el acuerdo puso rumbo a Sevilla.

placeholder Retratos enfrentados de Alfonso I de Fonseca y su sobrino Alonso II de Fonseca y Acevedo. (Wikimedia)
Retratos enfrentados de Alfonso I de Fonseca y su sobrino Alonso II de Fonseca y Acevedo. (Wikimedia)

Pero "al volver, se encontró con una situación que no esperaba: su sobrino no quería devolverle la silla arzobispal hispalense ni irse de la ciudad", como señala Ríos. Tampoco es de extrañar, ya que Sevilla era la ciudad más poblada y próspera de Castilla en ese momento. Por eso Alonso II de Fonseca optó por aferrarse a la silla a sabiendas de las consecuencias.

Tío y sobrino iniciaron un tenso enfrentamiento por el que el prelado sevillano llegó a recurrir al rey Enrique IV y hasta solicitó un mandamiento papal de Pío II. Con todo ello, Alonso I recuperó esa famosa silla, pero el conflicto terminó con el ahorcamiento de algunos partidarios de su sobrino.

La ciudad de Sevilla está presente por toda la geografía española a través de una serie de expresiones populares que hablan de ella. Ni siquiera tienes que ser andaluz para que formen parte de tu vocabulario cotidiano, y es que quién no se ha ido a Sevilla más de una vez y ha perdido su silla, aunque esté en Lugo, en Toledo o en Castellón. Pero, ¿por qué se ha vuelto tan famosa esta frase? ¿Cuáles son sus orígenes?

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