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Santa Rita, Rita...: así fue la vida de la mujer detrás del dicho popular
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Santa Rita, Rita...: así fue la vida de la mujer detrás del dicho popular

Un matrimonio obligado a los 12 años, dos hijos que murieron a causa de la peste, una espina clavada en la frente o un rosal florecido en invierno... Si lo que se da no se quita, a Margarita Lotti le dieron poco para todo lo que ella nos ha ofrecido

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Lo que se da, no se quita... La respuesta más socorrida en la infancia que todavía más de uno seguirá recordando como una gran aliada del espíritu posesivo que nos invade de pequeños. ¿Quién no se lo dijo alguna vez a un amigo o un hermano arrepentido de haber perdido algún juguete? Aprovechando cualquier descuido del otro, pobre iluso, poníamos en marcha la técnica de hacer ojitos, o la de insistir varias veces, buscando los recovecos de la mentalidad entre niños para que el dar pena funcionara. ¡Bingo! Un par de 'tazos' de esos que conseguir por la "vía legal" no era nada fácil. Ahora sí, tocaba apelar a una señora que a saber quién era, pensábamos, una desconocida que nos libraba de pecado. Santa Rita, Rita…

Podría ser mera casualidad, un juego de palabras con buena rima, la elocuencia de los más pequeños para hacerse con la suya, pero no: Rita fue, efectivamente, una mujer. Y sí, también fue santa. Entonces, te preguntarás, ¿qué pinta su nombre casi como amuleto para los más avispados? Una santa manifestando las letras pequeñas de un acuerdo de préstamo, negándose al arrepentimiento, habrase visto.

Foto: Fotografía extraída del número 386 (8 de junio de 1935) del periódico 'La Estampa', vía Biblioteca Nacional de España.

Ya sabemos que los caminos del lenguaje popular son inescrutables, pero detrás de toda expresión hay una historia. Descubrir esos orígenes es poner caras, entender más allá de las palabras. Esta es la historia de Margarita Lotti, más conocida como Santa Rita de Cascia.

Antes de llegar al convento

Estamos en Italia, en algún momento entre la primavera y el verano de 1381. Ningún niño o niña lo sabe aún, pero está a punto de nacer el apaño a algunos de sus mayores problemas: tener que devolver algo. Margarita, una niña que había nacido en la casería de Rocca Porena, en medio de los Montes Apeninos, tampoco sabía aún que su vida iba a ser tan intensa como un milagro para quienes la convirtieron en eso mismo.

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Las penurias y desgracias llegaron pronto a su vida: un marido maltratador, la pérdida de sus hijos por culpa de una enfermedad... Sus padres la obligaron a casarse con solo 12 años, y desde el principio tuvo que soportar las vejaciones de su marido, un tal Pablo. Así estuvo durante 18 años, que se dice pronto.

El primer casi milagro vinculado a Rita tiene que ver con él y no es la paciencia de la mujer, sino presenciar cómo su marido sobrevivía a una fiebre mortífera. Poco después sería asesinado. Los dos hijos, nacidos años antes, no tuvieron tiempo de hacer realidad sus deseos de venganza: al cabo de unos meses también murieron, víctimas de la peste. En este cruce de la vida, Rita ingresó en el convento de las agustinas de Cascia. Una vez dentro, fue "ejemplo para todos en términos de sus mortificaciones y es muy reconocida por la eficiencia de sus plegarias", según señala la Enciclopedia Católica.

El milagro antes de morir

El año de 1411 es una fecha clave. Fue entonces cuando Jaume de la Marca, famoso predicador, celebró las cuaresmales en la localidad donde vivía Rita. El Viernes Santo, mientras el religioso hablaba al pueblo de la corona de espinas de Jesús, Rita cayó desmayada. Rápido, la trasladaron al convento para reanimarla. Aquella misma noche, ya de madrugada, la abadesa y la enfermera se la encontraron arrodillada en habitación en la que descansaba. Tenía una herida que le atravesaba la frente cubierta de sangre.

A punto de morir, pidió que le llevaran una rosa del huerto de su casa. Cuando una de sus cuidadoras fue a buscarla, encontró un rosal florido. Era pleno invierno

Aquella herida permaneció abierta prácticamente hasta el día de su muerte, volviéndose estigma para los fervientes creyentes que decían que una espina de madera que se le había clavado en la frente. Al parecer, las espinas la siguieron hasta el final.

El hecho por el que las masas católicas de la época quedaron prendadas por ella ocurrió pocos días antes de su muerte. Enferma de marasmo, en pleno invierno y cuando ya tenía setenta y seis años de edad, pidió que le llevaran a la cama una rosa del huerto de su casa. Cuando una de sus cuidadoras fue a buscarla (aquí las versiones difieren sobre quién fue esta persona), encontró un rosal florido y hasta una higuera con sus frutos maduros, una estampa sin sentido rodeada de la nieve que había caído.

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Desde entonces, el 22 de mayo (fecha en la que murió nuestra protagonista) se celebra en diferentes zonas de Italia su recuerdo, colocando un ramo de rosas bendecidas que sugiere el florecimiento imposible. El resto del año, Santa Rita ejerce de abogada de las causas perdidas de millones de creyentes de todo el mundo.

Asimismo, otros refranes se refieren a ella, pero curiosamente en referencia al calendario, las cosechas y una coincidencia: la muerte de Santa Rita coincide con la de Santa Quiteria, de origen portugués, en el mes de mayo, cuando las lluvias imprevistas se vuelven inoportunas para lo sembrado: "Agua por Santa Rita, todo lo quita"; "La helada de Santa Rita, todo lo quita"; "El agua de San Juan quita el vino y no da pan; la de Santa Rita, todo lo quita".

Lo que se da, no se quita... La respuesta más socorrida en la infancia que todavía más de uno seguirá recordando como una gran aliada del espíritu posesivo que nos invade de pequeños. ¿Quién no se lo dijo alguna vez a un amigo o un hermano arrepentido de haber perdido algún juguete? Aprovechando cualquier descuido del otro, pobre iluso, poníamos en marcha la técnica de hacer ojitos, o la de insistir varias veces, buscando los recovecos de la mentalidad entre niños para que el dar pena funcionara. ¡Bingo! Un par de 'tazos' de esos que conseguir por la "vía legal" no era nada fácil. Ahora sí, tocaba apelar a una señora que a saber quién era, pensábamos, una desconocida que nos libraba de pecado. Santa Rita, Rita…

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