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¿Eres un buen jefe? Las trampas en las que todos los directivos caen a lo tonto
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¿Eres un buen jefe? Las trampas en las que todos los directivos caen a lo tonto

Si crees que tu liderazgo no va como debería, tal vez deberías replantearte una serie de cosas antes de que sea demasiado tarde. Aquí van algunas de ellas

Foto: Foto: iStock.
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¿Qué es lo que define a un buen líder? Así, a simple vista, aquel que resume a la perfección los valores y la misión de una organización, dirige a su equipo hacia la consecución de los objetivos y resuelve los problemas que puedan surgir por el camino, atendiendo a los factores internos como externos. Pero a la hora de la verdad, las características que definen a los buenos jefes vienen a ser más completas: capacidad de influencia en los demás, gestión efectiva de los conflictos, enfrentarse a cuestiones difíciles, un espíritu proactivo en las relaciones internas de la organización y un buen manejo del estrés o la presión en situaciones que no están del todo bajo control o fuera de la zona de confort.

Pero, sobre todo, la clave para ser un buen jefe es siempre la misma: hay que demostrarlo. Y eso pasa por saber desenvolver esa capacidad de liderazgo en las circunstancias cotidianas, en el día a día. Para Harrison Monarth, coach y experto en todo lo relacionado con el management empresarial, hay dos narrativas, una formal y otra informal. La primera se refiere a la experiencia profesional de un individuo, a sus credenciales y sus logros, mientras que la segunda versa sobre "las micro-actitudes" que todos adoptamos, incluso sin darnos cuenta: los hábitos comunicativos, las expresiones emocionales o las formas a la hora de hacer las cosas.

"Es mejor que te vean discutiendo con alguien con quien no estás de acuerdo, a que aprecien que no paras de realizar comentarios despectivos sobre esa persona en privado"

Piensa, por ejemplo, en la clásica reunión de lunes. Tú estás explicando algo y, ya sea sin querer o intencionadamente, alguien te interrumpe con otro tema que no estaba en la agenda del día o que no tenías pensado abordar. ¿Qué haría un buen jefe? Según Monarth, evidentemente hay que tener empatía, manteniendo las orejas bien abiertas hacia lo que proponen tus empleados, que al igual que tú, conocen bien el día a día de la empresa. Sin embargo, no debes achantarte del todo y dejar que ellos tomen las riendas. "Se te percibiría como que tienes menos influencia y credibilidad", asegura el experto, en un reciente artículo publicado en Fast & Company, una de las grandes revistas especializadas en el mundo del management. "Eso no significa que tengas que pelear por la palabra en la próxima reunión de equipo, pero sí que debes mantenerte firme y no permitir que alguien de menor o igual categoría te robe el poder y gane estatus a costa de estas intervenciones".

Integridad y honestidad

Otro de los detalles que definen a un buen líder (y que muchos no cumplen, como hemos comprobado en un caso reciente) es que nunca pierde los papeles, ni a nivel interno de cara a su equipo, ni a nivel externo para los demás o la sociedad. En este sentido, el buen líder es una persona íntegra, que nunca pone a parir a ninguno de su equipo por muy mal que se lleve con él, al igual que preservar las buenas formas. "La honestidad es uno de esos criterios cognitivos válidos para confirmar si se puede confiar en alguien para liderar", asegura Monarth. "Es mejor que te vean discutiendo de manera directa y contenida con alguien con quien no estás de acuerdo, a que aprecien que no paras de realizar comentarios despectivos sobre esa persona".

"Si tu estado de ánimo es impredecible, es probable que debas primero trabajar tu inteligencia emocional antes que asumir un puesto de líder"

Por otro lado, está mal visto no tomar la iniciativa cuando se está tratando un asunto o problema importante en alguna reunión. Eso sí, sin pasarse, sin ser pesado o querer aglutinar protagonismo. "Muchos jefes no son conscientes de la mala impresión que causa su pasividad, lo que equivale a una falta de visibilidad, influencia y exposición de tus ideas, lo que te impedirá alcanzar las cotas de liderazgo deseadas", recalca el experto.

Como decíamos, ser un jefe íntegro pasa por mantener los papeles, lo que quiere decir que tendrás que actuar siempre bajo un prisma racional y no dejarte llevar por las emociones más primarias. "Si tu estado de ánimo es impredecible o arremetes contra un miembro del equipo por tu frustración, es probable que debas primero trabajar tu inteligencia emocional antes que asumir un puesto de liderazgo", asegura Monarth. Al igual sucede con el hecho de no mostrar apertura mental a las críticas o al feedback que te den tus empleados. Algunas de esas red flags consisten en ponerse a la defensiva cuando alguien señala una oportunidad de crecimiento o mostrar resistencia al cambio.

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Por último, otro de los grandes errores de todo líder es ignorar las necesidades de sus empleados y, en lugar de eso, centrarse en las suyas personales. "Cuando eres un líder, solía decir Jack Welch, ya no piensas en ti, sino de hacer que otras personas tengan éxito", concluye el experto. "No se puede tener éxito en las organizaciones de hoy en día sin comprender su dinámica política, si no te anticipas a las preocupaciones de los demás o si no existe un esfuerzo sincero por forjar relaciones que te permitan influir como líder".

¿Qué es lo que define a un buen líder? Así, a simple vista, aquel que resume a la perfección los valores y la misión de una organización, dirige a su equipo hacia la consecución de los objetivos y resuelve los problemas que puedan surgir por el camino, atendiendo a los factores internos como externos. Pero a la hora de la verdad, las características que definen a los buenos jefes vienen a ser más completas: capacidad de influencia en los demás, gestión efectiva de los conflictos, enfrentarse a cuestiones difíciles, un espíritu proactivo en las relaciones internas de la organización y un buen manejo del estrés o la presión en situaciones que no están del todo bajo control o fuera de la zona de confort.

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