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La historia de Emilio Aguinaldo: un funeral y un gran engaño
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La historia de Emilio Aguinaldo: un funeral y un gran engaño

Joven inquieto, enjuto, eléctrico, navegaba en la más secreta de las asociaciones filipinas, el Katipunan, un conglomerado de masones que intentaba hacer la vida imposible a las tropas españolas

Foto: Emilio Aguinaldo (Fuente: Wikimedia)
Emilio Aguinaldo (Fuente: Wikimedia)

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.

Milan Kundera.

La colonia española en Manila estaba presente en pleno rodeada de un silencio solemne, de pie, ante una enorme foto sepia del fallecido rey Alfonso XIII. Una presencia extraña, en apariencia no deseada ni bienvenida, se había convertido en el protagonista de la ceremonia. Era Emilio Aguinaldo, primer presidente de Filipinas tras la aviesa conquista del archipiélago por los voraces heraldos de la Doctrina Monroe, el catecismo de todo norteamericano que se precie.

Aguinaldo, a la muerte de su padre, fue elegido líder prominente en un ambiente en que la aristocracia era un rango. Binakayan, una zona exclusiva de Cavite y base militar española muy potente, era a su vez un barrio destacado en el que toda la progresía del momento estaba instalada. El hombre de nuestra historia era un pequeño poliglota que dominaba cuatro idiomas con soltura, tagalo, chabacano, inglés y por supuesto, castellano, y era asimismo un lector empedernido de literatura española.

Foto: Acuarela de Camilo Díaz Baliño (Wikimedia)
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Por herencia, le había tocado una pequeña pero briosa compañía compuesta de algunos Clipper y vapores. Su absoluta dedicación al comercio y su don de lenguas le llevó a conocer antes de los 24 años una docena de países en el área del sudeste asiático, la dinámica de la compañía marítima que regía era explosiva e imparable. Aguinaldo era brillante. Un golpe de fortuna adicional lo instaló en la jefatura de la gobernación de la ciudad, con lo cual, con su bien hacer y su respeto por las gentes menores, comenzó a planearse una carrera política. La ley Maura, emitida en 1883 con una interesante cuota de descentralización, lo convirtió en un influencer a tener en cuenta.

Pero Emilio Aguinaldo, joven inquieto, enjuto, eléctrico, navegaba también en la más secreta de las asociaciones filipinas, el Katipunan, un conglomerado de masones que utilizaban todos los recursos a su alcance para hacer la vida imposible a las tropas españolas. Aguinaldo era un auténtico quebradero de cabeza dotado de una intuición innata para la táctica.

Finalmente, Primo de Rivera, a la sazón capitán general, harto de golpes de mano y un goteo de bajas españolas, lo sitió en las proximidades de Manila, en Biak-na-Bató, junto a un gran destacamento de guerrilleros en una zona montañosa a 80 kilómetros de distancia de la capital. En un intento de desmovilizar aquel incipiente movimiento nacionalista, y sabiéndose aislado y distante de la península, Primo de Rivera ofrecería a Aguinaldo una cantidad importante para que se fuera del país y se realizara en su negocio de fletes; pero sus intenciones eran otras. Una segunda alternativa, se revelaría con toda su crudeza abril de 1898.

"Con una desfachatez increíble, EEUU, para variar, había asegurado a Emilio Aguinaldo que solo venían para liberarlos de los malvados españoles"

Pues bien, todo esto sucedía ante la atenta mirada del gobierno de los EEUU. El llamado “Efecto Mariposa” iba a tener un papel protagónico en su secuencia de carambolas alrededor del mundo. En la primavera de 1898, George Dewey, almirante de la flota del Pacífico, se presentó en la bahía de Manila. Cinco cruceros de última generación botados en el último quinquenio eran un buen argumento para amedrentar a los defensores de la antiquísima ciudad fundada en 1571 por Miguel López de Legazpi. Cuando Dewey desembarcó, envió inmediatamente un mensaje a Aguinaldo que activó la insurrección. El tema estaba más que feo.

Con una desfachatez increíble, Estados Unidos, para variar, había asegurado a Emilio Aguinaldo que solo venían para liberarlos de los malvados españoles. Aguinaldo metió la quinta y para agosto había levantado un ejército de cerca de 30.000 hombres malamente armados, pero dispuestos a tomar Manila. Pero Manila ya había caído…

La guarnición española se había rendido a Dewey no sin antes fingir un simulacro de combate que fue aceptado de buen grado por el americano. Nombrando al general Wesley Merritt como gobernador militar del archipiélago, fue cuando Aguinaldo se percató del guion de futuro que le esperaba a su país. Dos enormes destacamentos de soldados norteamericanos se instalaban descaradamente en Cavite y Manila, con el agravante de que se suponía que él era el anfitrión. Vamos, lo de siempre…

placeholder USS Olympia en la batalla de la bahía de Manila en 1899 (Fuente: iStock)
USS Olympia en la batalla de la bahía de Manila en 1899 (Fuente: iStock)

Para sentenciar aún más el tema, aquella historia de cuatro siglos, de amor y hematomas, concluyó cuando España vendió Filipinas a los Estados Unidos por veinte millones de dólares, con el añadido de que los invasores pretendían cristianizar un poco más a los locales. Llueve sobre mojado.

Y si, por lo visto, la palabra cristianizar llevaba adjunta letra pequeña. La metodología estadounidense para pacificar, cristianizar o prevenir desvaríos es ya de sobra conocida por la humanidad. Aldeas enteras, como en Vietnam, ardieron como teas, cerca de un millar, por añadidura, para convencer a la población de las bondades del imperio se efectuaron ejecuciones en masa, como el caso de Balangiga en la isla de Samar, donde no quedó vivo ni el Tato. Unos hachas sí.

Para abundar en el tema, hay que decir que Albert J. Beveridge, senador del futuro imperio en ciernes, no dejó ninguna duda sobre las intenciones de “el amigo americano” cuando argumentó que el comercio con las Filipinas derivaría en un superávit comercial y dicho y hecho. Un tratado de mutuo acuerdo firmado con calzador y con un Aguinaldo como rehén y a punto de ser ejecutado, derivó en una relación de sumisión que duraría 48 años, hasta la que los filipinos consiguieron deshacerse de aquella amistad tóxica.

"La actitud de Aguinaldo le honra. Se disculpó por haber elegido mal. Los que nos sustituyeron eran muy diferentes"

Por si acaso, para curarse en salud y evitar que los nativos de Filipinas sufrieran un inoportuno desvarío, EEUU. dejó en el territorio unas cuantas bases por si pasaba algo; eso sí, pagando puntualmente un alquiler. El acuerdo firmado con Ferdinand Marcos (hijo del homónimo dictador) permite al ejército norteamericano usar a discreción bases avanzadas en el norte de Luzón para contrarrestar la insistente presión china sobre Taiwán.

A la salida del funeral por S.M. el Rey Alfonso XIII, Emilio Aguinaldo fue abrazado por muchos de los comparecientes para después compartir platos locales y vinos españoles. La actitud de Aguinaldo le honra. Se disculpó por haber elegido mal. Los que nos sustituyeron eran muy diferentes.

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido.

Historia de España