Más tarde y más caras: los secretos de España para resistir la recesión mundial de las bodas

El matrimonio ha sido siempre un paso importante en la vida de cualquiera. Al fin y al cabo, aunque el divorcio está hoy a la orden del día, no deja de ser un momento en el que a la pareja en cuestión le toca prometer que pasarán juntos el resto de sus días. Se requiere, por qué no decirlo, cierta valentía. No obstante, de un tiempo a esta parte, el alto precio de la cesta de la compra, los altos alquileres y el endémico paro joven que ha azotado siempre a España han convertido este tipo de ceremonias casi en una temeridad.

Algunos países están viendo caer el número de matrimonios celebrados en los últimos años. El caso más palmario es China, que ha pasado de celebrar 13,5 millones de bodas anuales en 2013 a apenas 6,8 millones una década más tarde. El declive poblacional asociado a la falta de bodas preocupa mucho al Gobierno chino, que ha tomado medidas severas como acabar con la tradición arcaica de los regalos de bodas para intentar promover la búsqueda y celebración del matrimonio, como publicó el New York Times el mes pasado.

España, sin embargo, está escapando a esta tendencia y, desde la pandemia, mantiene intacta la fiebre por las bodas. Eso sí, hemos tenido que pagar un alto precio.

En primer lugar, los españoles cada vez se casan más tarde. En concreto, de hacerlo a los 32 hace 10 años han pasado a hacerlo a los 36. Esto quiere decir que, bien asentadas ya en el mercado laboral, las parejas pueden gastar un poco más en el enlace. Así lo refleja el portal Statista, que calificó en 2019 a España como el segundo país donde, de media, las parejas gastan más en su boda: 21.431 euros, solo por detrás de EEUU, donde esta cifra se eleva a los 26.740.

Mientras, Italia es tercero con 20.610, Canadá cuarta con 20.150 y Reino Unido quinta con 17.580. Son países todos ellos que tradicionalmente superan a España en una buena cantidad de indicadores económicos, pero que, a la hora de gastar en enlaces nupciales, se quedan atrás comparativamente.

Los españoles se casan tarde, pero se casan. Los expertos en el sector esperan hasta un 5% más de bodas este año con respecto a 2019, después de un 2022 de récord en matrimonios. La causa es que fue el año en el que se celebró todo aquello que se tuvo que parar por la pandemia.

Tenemos 40.000 de presupuesto

Sara, de 32 años, y David, de 29, darán el gran paso exactamente en un mes. Se van a casar después de cinco años de noviazgo. La suya es una historia de comedia romántica en la que empezaron siendo amigos hasta que un día se dieron cuenta de que se gustaban. Ninguno se atrevió a dar el primer paso hasta que, en mitad de una fiesta, Sara se lanzó.

Después de ese día, nunca se volvieron a separar. El año pasado, después de superar la pandemia juntos, David le propuso matrimonio en la playa. "Nos hace mucha ilusión formalizar nuestra relación", explica Sara.

Aunque no todo ha sido color de rosa: hay cosas que no salen en las películas de Hugh Grant. Casarse en España es caro. Muy caro. "De presupuesto tenemos 40.000 euros, incluido el viaje de novios", dice Sara. Y, aunque creían que iban a poder conseguir todo lo que querían para su boda, les ha tocado recortar en gastos.

Si comparamos esta misma cifra dentro de España con años anteriores, se puede ver que el precio medio de una boda en España se ha incrementado en casi 1.000 euros con respecto a 2019, según el Libro Imprescindible de las Bodas.

La inflación y la tendencia a hacer bodas más espectaculares después de la pandemia son posibles razones para este aumento, explican desde el portal de bodas. Para Beatriz Fernández, creadora del blog Una boda deseada, especializado en el tema, en España es caro casarse también porque hay excelentes proveedores: “Somos una sociedad en la que, por lo general, tenemos muchas relaciones sociales y, cuando celebramos una boda, la lista de invitados suele ser extensa”.

Lo más caro siempre es el vestido de novia. La tendencia para este año, además, es llevar no uno, sino dos: uno más formal para la ceremonia y otro más festivo para después del banquete, lo que en muchos casos llega a duplicar el presupuesto. Así lo ve cada día Carolina Urbano, de 60 años, en la tienda de vestidos de novia Valerio Luna, en el barrio Salamanca, en Madrid.

La tendencia para este año, además, es llevar no un vestido, sino dos

Urbano llegó con 14 años a la tienda y, durante más de 40, se ha dedicado a ayudar a las novias a escoger el mejor vestido para el gran día. Ha visto cómo las novias cada vez se casan más tarde. “Ya no vienen con la misma ilusión que antes a escoger el vestido”, asegura. La encargada de la tienda culpa a la edad en la que las parejas se atreven a dar el sí, quiero y a que ahora se van a vivir juntas antes de casarse.

Más allá de la explosión pospandémica

El amor no se cancela. Si acaso, se pospone. “El año pasado, España vivió un boom de bodas por todas las celebraciones que se pospusieron debido a la pandemia. Este año seguirá siendo muy bueno para las bodas”, aseguran desde la web especializada en el sector nupcial.

En España, en 2021 se realizaron 148.588 bodas, según los últimos datos disponibles del INE. A falta de las estadísticas oficiales, la Asociación de Profesionales de Bodas calcula que en 2022 se celebraron 189.000 bodas. Y todo apunta a que este año seguirá siendo así. En el Registro Civil de Madrid todas las fechas para casarse ya están cogidas. "El viernes es el primer día que la gente siempre agota", explican desde el registro.

Sin embargo, los motivos para casarse han ido cambiando con los años. El informe La evolución de la pareja en España, de la Fundación BBVA, intenta resumir las razones: "Antes era la puerta de entrada a la vida adulta, daba acceso a las relaciones sexuales, a independizarse y a tener hijos. Ahora, se ha convertido en algo opcional".

Además de las bodas románticas, siempre están, además, los matrimonios que se dan por conveniencia para, por ejemplo, adquirir los papeles que dan acceso a una determinada nacionalidad. Una figura turbia sobre la que el Tribunal Supremo advirtió que no era delito, aunque podía conllevar sanciones administrativas.

A los 26 años, José conoció haciendo un máster en Madrid a una mujer de la India y se hicieron amigos. Un día, ella le pidió que se casaran. Él se sorprendió: no eran pareja. Ella no tenía ningún interés romántico en él, pero sí en su pasaporte, pues quería quedarse trabajando después de terminar los estudios y sabía que José era la única forma de lograrlo. "Ella hizo todos los trámites, yo solo firmé", asegura.

Aunque en el momento del “puede besar a la novia” les tocó hacerse los locos y salvar el momento con un tímido beso en la mejilla, al final ella logró su cometido: hoy, trabaja en España.

Como ellos, decenas de jóvenes extracomunitarios en España se dan el sí, quiero con europeos porque es más fácil casarse que conseguir un trabajo que les dé los papeles para quedarse viviendo en Europa. El matrimonio, en definitiva, no solo es ya asunto de valientes, sino que también es cosa de audaces.